Se acercan mis primeros dos meses en India y la mitad de curso para mis alumnos. La semana que viene tienen su parcial, y están todos nerviosos pensando en si aprobarán o no aprobarán. Creo que los he preparado bien, pero ya veremos. El caso es que se nota cómo pasa el tiempo.
Cada vez hace más calor, y eso es lo que peor llevo, con diferencia. Eso, y que se vaya la luz continuamente. No sé cómo aguanta la nevera. Nunca sabes cuándo se va a ir, así que mi ordenador anda ya todo el rato con la batería puesta, por si acaso se me va y se me apaga de repente. En algunos sitios, como en la escuela (creo) tienen pequeños generadores. Es una buena inversión aquí en Bangalore. Al parecer, según me han contado, hace cinco o seis años esto no pasaba, pero la ciudad ha crecido tanto y tantas industrias y compañías han venido aquí, que ahora pasa a menudo, porque derivan la electricidad a otro sitio que “la necesita más”.
Como siempre, me paso la semana centrada en las clases, dentro y fuera del instituto. Cada vez que veo las noticias o los videos de rtve, ya los miro con ojo clínico a ver si me sirven o no para alguna clase. Cada canción que escucho es examinada con el oído de una profe de español a tiempo completo. Pero en el fondo, hacer esto es muy cansado. Al menos, el viernes pasado hice algo diferente: ir a un mercadillo que hacen viernes, sábado y domingo en un barrio cercano.
Es casi como una feria, tipo la de Bouzas, la de Coia (en Vigo), la Aldehuela (Salamanca), o tipo Rastro de Madrid. Bueno, más o menos, con sus diferencias. Hay puestecitos por la calle, sí, pero estos son básicamente de comida, frutas y verduras. Pero las tiendas que hay a lo largo de toda la calle donde está el mercado abren y ponen mesitas fuera, con productos, y esos días hay como más gente comprando. La verdad es que una puede encontrar de todo ahí, desde sillas de mimbre a tuberías, cojines o ropa. También juguetes, colonias y maquillaje. Uno elige, vamos.
A Lucía y a mí se nos iban los ojos en cada puesto de ropa, telas y saris. La verdad es que son una preciosidad, los colores, los diseños....En un puesto no pudimos resistirnos más y compramos unas telas para llevar a un sastre a que nos haga el vestido. Lucía se compró uno en tonos azules marino y morados oscuros con un diseño de mosaico muy fino. Yo, en cambio, tiré por un diseño muy colorido típico del sur (aquí visten con más colorines y sobre todo, amarillos, al parecer), con una tela que parece un poco hippie. La tela, ya cortada una parte para la kurta (túnica, digamos), y con otra parte para los pantalones, y con el fular ya listo: 275 rupias. Ahora hay que llevarlo a coser. ¡Estoy deseando ver cómo queda! Cuando lo tenga listo y haya fotos, las cuelgo.
1 comentario:
Así que después de la tregua de los días de lluvia volvió el calor! Llevar ese calor debe ser un poco difícil. Lo de los cortes de corriente hay que estar prevenidoy tener una buena regleta para evitar las fluctuaciones de la corriente que también puede pasar. En la semana que estuve debimos tener suerte porque no falló nunca o si falló no nos enteramos. Los mercadillos siempre son interesantes y mas para los occidentales con los precios de la India, porque esa tela por 275 rupias es baratísima para nosotros. Cuando ya tengas la ropa preparada esperamos verte en alguna foto a ver como te queda. ¡Pena que yo no pude ver un mercadillo! Vi uno en Japón, ahora me falta ver uno en la India.
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