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sábado, agosto 03, 2013

Un viernes "de película"

Ayer viernes fue uno de los días más raros, en el buen sentido de la palabra, que he tenido en Calcuta. El jueves por la tarde, el editor de la revista de cine para la que estoy escribiendo me llamó para invitarme a acompañarle a la casa de Soumitra Chatterjee. Los lectores asiduos del blog sabrán que he hablado de Soumitra en casi todas mis entradas sobre cine bengalí, y que es sin duda uno de mis actores favoritos, y que, en resumen, soy una fan. Sin duda acepté la invitación, aunque me puse muy nerviosa: ¡iba a ir a la casa de una estrella de cine! Tenía que acostarme pronto y dormir bien para madrugar, pero con los nervios, me fue casi imposible, aunque conseguí levantarme. Después de unos problemillas con un taxista listillo, y del tráfico horrible de las mañanas en Calcuta, llegué a tiempo al punto donde el editor vendría a recogerme para llevarme a la casa del actor. Al parecer los dos habíamos tenido la misma idea y le habíamos llevado chocolate de regalo (yo unas galletas de esas con chocolate rellenas de naranja, y él unos bombones), porque, al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta el chocolate? Sólo esperaba que no tuviera diabetes. Esta información no está en internet, claro.

El editor de la revista está escribiendo un libro sobre Soumitra, su actuación en cine y en teatro, y sus otras actividades artísticas (es poeta, recita, y también escribe guiones de teatro, además de traducir obras al bengalí y editar revistas - esto es Calcuta). Ya le había hecho varias entrevistas, pero siempre hacen falta más, y la de hoy fue sobre el teatro. Fue estupendo, porque es un tema del que yo sabía menos, aunque había ido a verle en la versión en bengalí de El Rey Lear que lleva varios años representando, cómo no, en el papel de Lear. 

La casa está en una zona residencial, verde y tranquila, en el sur de Calcuta. Es pequeñita, una especie de dado grisáceo de dos pisos, con un amplio jardín que medio esconde la casa de la vista del público. El salón, de tamaño medio, estaba decorado de manera muy simple, sin demasiados ornamentos ni colores chillones ni nada ostentoso. Un mueble con estanterías y cajones cubría una pared, una mesa bajita delante de un sofá, y un pequeño espacio aparte, con un sofá y dos sillones a juego, el uno enfrente de los otros, al lado de una ventana a través de la que se podía ver una enredadera, que dejaba pasar la luz pero protegía a los visitantes de las miradas curiosas. Allí fue donde nos sentamos a esperarle. Lo que me llamó más la atención fue que estaba leyendo el último libro de Khaled Hosseini (And the mountains echoed), además de las estatuas de cabezas de Buda (Buda estilo Siddartha, es decir, el joven Buda), y sobre todo, que parece que colecciona pequeñas estatuas del toro Nandi, la cabalgadura de Shiva - supongo que será devoto de este dios en particular.

No tuvimos que esperar mucho, y llegó en pantalón de chándal y camiseta, muy casual, sin pretensiones. Se mostró sorprendido de verme allí (el editor no le había dicho nada de mi presencia), pero agradeció los regalos y estuvo muy hablador y agradable. Hasta nos invitó a café, cosa que, según el editor de la revista, sólo había hecho dos veces anteriormente. De hecho, se quedó tan contento con la entrevista - una hora y media, muy distendida, en la que discutimos la escena actual del teatro y los nuevos estrenos de cine -, que quiere llevarme las próximas veces también, a ver si Soumitra reacciona igual y habla así de animadamente, ya que me ha comentado que ha habido ocasiones en las que se ha levantado de mal humor y en las que no decía ni una palabra.

Además, hasta nos hicimos unas fotos :)


Nos despedimos por fin y volví a mi residencia para mi siguiente cita: una ceremonia de inauguración del nuevo apartamento del profesor de sánscrito que ha estado viviendo en la Guest House durante los últimos cuatro meses, Kamal. Después de pasar cuatro años en las Islas Fidji como enviado diplomático, ha vuelto a Calcuta para ocupar su posición como profesor de epigrafía en la Universidad de Calcuta, y la universidad le ha dado un piso en el norte de Calcuta, como suele hacer con los profesores que no son de Calcuta (excepto con los extranjeros, que tenemos que quedarnos en esta Guest House... en fin...). Aquí en India es habitual que antes de empezar a vivir en una casa se realice una ceremonia de, literalmente, "calentamiento de la casa" (housewarming), en la que sin duda no puede faltar el fuego como elemento esencial: encendimos incienso, ofrecimos flores, y preparé un té (que lleva calor) para celebrarlo, junto a unos dulces que compramos previamente. 


Flores, en medio, un loto ("kamal", como el profesor), el incienso, y ese paquete en blanco fue el libro de "cocina para novatos" que le regalé.


El profesor Kamal y el té.

Allí estuvimos una hora (aunque ir y volver en taxi nos llevó otra hora, de verdad, nunca había estado tanto tiempo metida en un coche en Calcuta, y es horrible, hay atasco en todas las calles a todas horas), viendo el piso, y comentando qué hace falta para vivir, porque está sin amueblar. Así que le dibujé un plano del piso, y apuntamos las cosas básicas necesarias, cuál sería la utilidad de cada una de las habitaciones, etc. En sus cuarenta y tantos años de vida nunca ha vivido en su propia casa, siempre en la de alguien, o la que le había prestado el gobierno de Fidji cuando estuvo allá, así que jamás ha tenido que enfrentarse a una casa sin amueblar ni es consciente de lo que es necesario y no, ni sabe cocinar ni limpiar ni hacer nada por sí mismo porque, en India, siempre hay alguien que hace esas cosas por ti (especialmente, si naces hombre), incluso en Fidji tenía una familia como sirvientes. Así que ahora que tiene que hacerlo todo solo, está muy perdido (de ahí lo del libro de cocina para novatos), y aproveché para enseñarle cómo funciona el fuego de inducción (el que veis en la foto, es lo único moderno que hay para cocinar aquí, nada de vitrocerámicas ni placas eléctricas. Y ya veis el acabado de la cocina... horrible...), y explicarle algunas cosas básicas, como no que no hay que poner la lavadora en medio del salón o que hay que medir las habitaciones antes de comprar los muebles (cosa que no, no se le había ocurrido pensar). 

Por fin volvimos, y aunque estaba muerta de cansancio, aún me quedaba una cita más: un concierto de rock pop bengalí en un local al sur de Calcuta (de norte a sur, recorrí toda la ciudad, vaya). Allí esperaba encontrar a una amiga pero al final encontré a un estudiante de español y a los franceses de la Alliance Française y del consulado. La música no estuvo mal (el grupo fue mejor en directo que en los videos de Youtube), pero lo que realmente me gustó fue el local, espacioso y con buena sonoridad, la terracita de fuera, y el ambiente del lugar. Hay un concierto cada viernes, y ahora que por fin lo he "estrenado", creo que voy a volver.


Foto del escenario en la prueba de sonido previa al concierto.

Y por fin volví a casa para caer casi rendida en la cama después de un día tan ajetreado. 


jueves, enero 10, 2013

El misterio de la desigualdad de género

Como mencioné hace un par de entradas en el blog, en la entrada sobre si India es o no es el peor país del G20 para vivir siendo mujer, unos amigos están preparando un documental independiente, en su primera aventura en este formato, sobre la desigualdad de género en India. Han grabado las protestas en la calle, han hecho entrevistas a una docena mujeres de todas las clases sociales y diferentes edades, niveles de estudios, profesiones... Pero lo mejor de todo esto es que son dos chicos a los que se les ha ocurrido la idea de hacer un documental sobre este tema antes de lo de la violación de Delhi, y no sobre, no sé, el fútbol.

Os dejo el tráiler que han preparado:



gender-inequality from ambar banerjee on Vimeo.

lunes, enero 07, 2013

Feliz Año Nuevo

Os dejo un estupendo cortometraje de David Cutt para que reflexionéis sobre la vida y los pongáis unos propósitos de año nuevo adecuados para...evitar lo que pasa en el video.



In The Fall from Steve Cutts on Vimeo.

Disfrutad!

jueves, septiembre 13, 2012

The fulfillment of life

Ayer, al terminar la clase de Certificado, como siempre, los alumnos me rodearon con preguntas. Uno de mis alumnos es un hombre mayor que vive muy lejos (a dos horas en tren, si no se retrasa), y que apenas viene a clase. Es un hombre mayor acostumbrado a otro tipo de vida y ciertamente, a otro tipo de clases, así que como está muy perdido, me pidió ejercicios extra. Le hice unas fotocopias de un libro muy gramatical, para que practicara. Mientras le indicaba que ejercicios tenía que hacer y cuáles no, él hablaba con otro de mis alumnos, un chaval joven muy interesado en aprender español. Y su conversación, que no pude evitar oír, fue de lo más interesante.

El hombre mayor empezó a preguntarle por unas fotocopias y por la clase, y luego siguió con preguntas más personales: ¿cómo te llamas? ¿qué estudias?, etc. El chico contestó que había estudiado Derecho. ¿Y ahora qué haces?, le siguió preguntando el hombre.

Chico: Aprendo español
Hombre: ¿Y no trabajas?
Chico: No hay trabajo. Voy a seguir estudiando.
Hombre: ¿Qué vas a estudiar?
Chico: Busco un máster en Derecho
Hombre: ¿Buscas? ¿Por qué? ¿Es que no hay ninguno en Calcuta?
Chico: No hay ninguno bueno, no
Hombre: ¿Cómo puede ser eso? 
Chico: No...Hay algunos en  (no sé dónde, pero un lugar lejos debía de ser)
Hombre: ¿Cómo puede ser? ¿Tan lejos?
Chico: Sí...
Hombre: Pero aquí tiene que haber un máster
Chico: sí, pero no son buenos...
Hombre: Pero de algo podrás trabajar, aunque sea un trabajo más normal
Chico: Bueno... (a estas alturas de la conversación, el chico no sabía donde meterse, claramente)
Hombre: ¿Y tu padre en qué trabaja?
Chico: En no se qué
Hombre: Ah, pero puedes trabajar allí también, ¿no?
Chico: Bueno...es que no me interesa...
Hombre: Pero es un trabajo, ¿no?
Chico: Ya...
Hombre: ¿Y por qué aprendes español? ¿Qué tiene qué ver con el Derecho?
Chico: Nada. Estudio porque me gusta...
Hombre: ¡Oh!

Esto es lo que yo llamo un clash de generaciones. Aunque quizá ahora os preguntaréis por qué estudia español el hombre mayor. Pues alucinad, lectores, porque un día me confensó, todo orgulloso, mostrándome en el fondo de pantalla de su móvil una foto del Che Guevara, que él estudia español "por este hombre admirable". Para razones, colores.

Quitando lo de los motivos para estudiar español, lo curioso es la diferente actitud que el hombre mayor (que por cierto es médico, y aún cuando uno pensaría que un hombre de su edad y con sus estudios debe ser una persona madura y responsable, se comporta como un niño en clase) tiene acerca del trabajo, comparado con el alumno más joven. El médico piensa que simplemente un trabajo, cualquiera, es necesario, un trabajo que ocupe tu tiempo y que te dé dinero para comer, y ya está. Da igual que a uno no le guste o no tenga interés en lo que el trabajo consiste. Mientras, el joven, es ambicioso y desea un trabajo específico, el mejor al que pueda aspirar, un trabajo en el que pueda pasar sus horas disfrutando - un poco al menos - de lo que hace, y ganando pasta.

A uno de mis amigos le encanta este tema: la poca ambición de la generación "antigua", de los "típicos bengalíes" que solo quieren ser funcionarios, que se contentan con llevar una vida simple, y según él, aburrida. Mientras, los jóvenes aspiran a ganar miles de lakhs (1 lakh = 10.000 rupias) haciendo algún trabajo que les lleve a las más altas esferas, que les permita dejar de viajar en tren (que cuesta nada) y sólo usar el avión (que cuesta como en España). Pero también aspiran a hacer algo que les guste (más o menos).

Al principio, cuando escuché la conversación, pensé en mi amigo y me reía del hombre mayor. Pero de vuelta a casa, pensaba que en realidad, el hombre mayor tiene razón. ¿Qué más dá ganar miles de miles de rupias o viajar siempre en avión? ¿Es eso importante en la vida? ¿Te hace sentir realizado? ¿Es eso mejor que un trabajo simple, aunque sea aburrido, en una oficina sucia donde todos los días son iguales, pero de donde sales pronto a casa y donde puedes charlar con tus amigos, mientras ganas el dinero suficiente para vivir, aunque uno tenga que seguir viajando en tren?

Y pensé todo esto porque justo antes de clase, había estado charlando y bebiendo té con mi amigo Kashinath, un hombre ya mayor también, estudiante de francés, que en su juventud estudió Filología Inglesa. Cuando nos enteramos de esta mutua coincidencia, empezamos nuestra amistad: tres veces por semana, charlamos de poesía y literatura media hora antes de clase, tomando té. Ayer, justo cinco minutos antes de tener que irnos a clase, me pregunta, así como de la nada:
- Leyre, what gives the fulfillment of life? - (¿qué hace que uno se sienta realizado con su vida?)
- Kashinath, what an easy question! Hahaha - obviamente, un comentario irónico.
- I don't know. It just came to me. 

Quedamos en resolverla a lo largo de las próximas semanas o meses. Pero tras la conversación entre mis dos alumnos de dos generaciones diferentes, por mucho que cada persona vaya a tener, sin duda, una respuesta diferente a esta pregunta, el trabajo no es la respuesta. El trabajo es un medio para vivir, no la vida un medio para trabajar, así que no puede dar el "fulfillment" de la vida.

Pero lo curioso es que mientras el hombre mayor, el médico con actitud infantil, sabe esto muy bien, el joven (aunque aprende español por amor al arte, y no por los lakhs de dinero que va a conseguir después), sí que piensa que el trabajo es una pieza fundamental de esa realización vital. Espero que no piense que es la única.

sábado, enero 28, 2012

Orissa - Bhubaneshwar II (y último)

Por fin, toca contar el final de la aventura de Orissa. Menos mal que fue un viaje corto, porque sino no acabaría de escribir nunca...

Al día siguiente teníamos un plan: visitar unas cuevas al oeste de Bhubaneshwar: Udayagiri y Khandagiri. Fueron construidas por los Jain (una religión derivada del hinduismo), supuestamente en el siglo I antes de Cristo, para los ascetas de esta religión. Al parecer, uno de los reyes de Kalinga (el imperio que antes era Orissa) las construyó para ellos, así que además de símbolos religiosos, en algunas cuevas hay dibujos sobre reyes, batallas, etc. 

En realidad, estas "cuevas" no son cuevas, sino huecos excavados en las piedras de una colina, de manera que hacen unos huecos en las "paredes", digamos. Yo cuando oí "cueva", me imaginé algo debajo de la tierra o al menos bien profundo hacia dentro, pero nada parecido. Algunas son muy muy pequeñitas y ninguna es demasiado profunda. Lo mejor es pasear y subir a lo alto de la colina para ver las vistas de Bhubaneshwar a lo lejos. 



La más mini de las "gumphas" o "cuevas" de Udayagiri



Gumpha del Tigre, sin duda, es para meterse en la boca del tigre...


Por supuesto, había extranjeros pidiéndonos fotos: todos bengalis. Estos tres chicos estuvieron hablando con nosotras en un banglish bastante malo. Recuerdo un momento en el que uno de los chicos me estaba intentando explicar que los otros dos eran hermanos, y que el más jovencillo era el hermano pequeño del otro. Decía: "This is his....his...his....", y yo dije "bhai", a lo que él contesto: "Yes, bhai". Como si "bhai" fuera inglés...

Desde Udayagiri las vistas son las mejores, y el templo de Khandagiri, enfrente, se ve precioso. Pero cuidado si subís a Khandagiri: está plagado de monos deseando comerse toda la comida que lleves, y de sacerdotes pidiendo dinero a cambio de flores, y si quieres entrar en el templo tienes que pagar aparte, por la cara...Asi que no entramos. No pensamos que valiera la pena, y tampoco íbamos a entender nada, así que nos daba igual. Udayagiri es lo que uno no se puede perder. Otra vez, usamos el bangla para explicar que trabajábamos en Kolkata y pagar el precio indio (indios 5 rupias, extranjeros 100).

Khandagiri visto desde Udayagiri.


Udayagiri visto desde Khandagiri

Las vistas de Bhubaneshwar

Clo y yo en Udayagiri

Después de esto ya se nos hizo mediodía y llamamos a nuestro amigo Prakash Kolaveri para ir a Pipli. Volvimos a Bhubaneshwar y allí le esperamos: llegó en un coche polvoriento que no debía haber usado en años, con dos amigos más cuyo inglés al menos era mejor que el de Kolaveri, al que nos costaba entender a veces.

Allá fuimos a Pipli, que no está muy lejos, mientras nos preguntaban qué habíamos visto en Orissa y cuánto habíamos pagado por verlo. Cuando le dijimos que habíamos pagado 5 o 10 rupias, precio indio y no extranjero, se rieron muchísimo. 

Nosotras, o al menos yo, esperábamos que nos acompañaran un rato, tomarnos un té, y volver a Bhubaneshwar. Pero nada, nos dejaron solas de compras, aunque ocasionalmente Kolaveri nos llamaba para ver cuándo íbamos a tardar. Había montones de tiendecillas de lamparitas con cristales, bolsos, neceseres, telas para colgar en la pared con imágenes de dioses, marcapáginas, monederos, archivadores de tela, etc, etc. Sobre todo, telas con espejitos y bordados de Jannagath, el trío de dioses de Puri. En una hora acabamos de comprar algunos souvenirs y regalillos, y volvimos con los chicos. El plan era totalmente distinto: íbamos a ir nada más y nada menos que a casa de Toni Montana, el sacerdote de Lingaraj Temple, a conocer a su mujer alemana.

Allá fuimos, y entonces surgieron los primeros problemas. Como ya había comentado una vez, Clo y yo estábamos hartas de contestar siempre a las mismas preguntas igual, que si de dónde eres, qué si qué haces en India, que si cómo te llamas...Al menos siempre habíamos dicho los mismos nombres más o menos, pero no la nacionalidad. Se suponía que yo era francesa (así que de María pasé a Marie), como Clo, y nunca llegué a aclarar qué hacía en India...trabajaba, sí, pero no llegué a decir de qué. Y claro, puedes saltarte respuestas y si hay problemas de comunicación en inglés, una se hace la tonta y ya, pero la alemana sabía inglés perfectamente, aunque con un acentazo. Y es que era verdad que Toni Montana estaba casado con una alemana...

La mujer vivía en una especie de residencia o casa muy grande compartida, y su habitación estaba llena de símbolos budistas, muy hippie también. Me preguntaba qué pensaría Toni Montana, que era hindu, de tanto budismo en su casa. La mujer no nos dijo nada claramente, pero dejó caer que el matrimonio no funcionaba demasiado bien últimamente...Pero no pudimos preguntar nada porque con el shock que tenía yo de estar en su casa, se me olvidó que había dicho que era francesa y dije que me llamaba María, y luego Kolaveri dijo que éramos francesas, y claro, la alemana no era tonta y se dió cuenta de que había algo raro en mi nombre. Además, le apasionaba Francia, y cuando me preguntaba algo del país, Clo se apresuraba a contestar por mí, y yo no dije ni una palabra en francés porque mi acento me delataría...Ante los indios no, pero ante la alemana sí, y tampoco quería quedar de mentirosa por la tontería del aburrimiento....Total, qué más daba si yo me llamaba Así o Asá o si era de este país o de aquel. Nada. En el fondo lo que importaba es que yo no era india.

Clo se dió cuenta del problema de las nacionalidades, y además se nos hacía tarde para el check out del hotel, así que conseguimos irnos pronto, y no pasó nada más. Al menos si la alemana sospechó, no dijo nada. 

Por fin volvimos al hotel, y Kolaveri y sus amigos se despidieron preguntando a ver cuándo volvíamos a Orissa. En el hotel recogimos nuestras cosas y salimos para la estación de tren. Buscamos algún lugar para cenar y encontramos un restaurante de comida del sur (otra vez dosa, sí). Después fuimos a por té y nos sentamos en el borde de una acera en la calle. Mientras yo iba a por el té, Clo se hizo amiga de un chavalillo de Mumbai que vivía en Orissa, muy inocente y tímido, que estaba esperando a un amigo suyo que iba a llegar en una hora. Mientras hablábamos, en un inglés muy muy raro, se nos acercó otro hombre mascando "paan" (tabaco), que no tenía ni idea de inglés ni de bangla ni de oriya y nos hablaba en hindi, y no sé por qué, nos hablaba como si entendiéramos algo. Por si el grupo era pequeño, de pronto se acercaron dos hombres de unos treinta y tantos a preguntarle al chaval jovencillo que qué hacía hablando con dos extranjeras, y claro, se aterrorizó y empezó a marcharse (la verdad es que el hombre le hablaba con una voz que daba miedo). Nosotras no entendíamos nada y le dijimos a los hombres que dejaran al chico en paz que era amigo nuestro, y entonces ellos se disculparon. A nosotras nos hablaban mas suavemente. Al parecer el lugar en el que estábamos no era "seguro" (claro, si vienen estos a asustar a la gente, claro que no) y querían evitar que nos molestaran. Pero es que los que molestaban eran ellos... Total, para evitar problemas, nos marchamos a esperar, (aun quedaban tres horas) dentro de la estación.

En la estación era muy incómodo porque estaba a rebosar de gente y apenas había donde sentarse. De nuevo, éramos las únicas extranjeras del lugar. Fuera en los andenes hacía buena temperatura, pero no había donde sentarse, y en las salas de espera uno se moría de calor, pero era el único sitio donde había sitio. Conseguimos sentarnos y nuestro joven amigo, Dev, vino con nosotros, muy agradecido porque le habíamos ayudado cuando los otros hombres le asustaron. Era un chaval muy muy inocente e infantil, de pronto ya éramos sus buenas amigas y lo seríamos para toda la vida. En fin...Esto no es nuevo. Dev decidió que Clo era su mejor y más especial amiga, y me preguntó, con toda la inocencia del mundo: "¿no te importa, no? Es que Clo es muy dulce. " Yo le dije que por supuesto que no me importaba y que era verdad que Clo era muy dulce, así que Dev, para compensar el que yo no fuera su mejor amiga, me llevaba cogida de la mano por toda la estación. 

Cuando por fin su amigo llegó y se fue (no sin antes intercambiar números de teléfono y promesas de volver a Orissa -nosotras, pero sin fecha- o ir a Calcuta - él- ), al vernos libres de amigos indios, volvimos a sufrir el acoso del "¿de dónde eres? ¿cómo te llamas? ¿qué haces en India? ¿a dónde vas ahora?". Al principio se hacía gracioso, pero después de cuatro días solo quería estrangular al que me lo preguntara otra vez....

Para evitarlo, salimos de la asfixiante sala de espera y volvimos a pasear por el andén, salimos a la puerta de la estación, paseamos, nos sentamos en el suelo, etc....matábamos el tiempo como malamente podíamos. 

Una de las cosas que me llamó la atención muchísimo en la estación de Bhubaneshwar es que todas las veces que fui, había MUCHÍSIMA gente durmiendo en el suelo de la entrada. En cualquier lado, pero especialmente, en el centro de la entrada. A cualquier otra, mediodía, tarde o noche, había grupos de gente sobre sábanas y envueltos en mantas hasta la cabeza, durmiendo, o haciendo que dormían. Nunca había visto algo así, todavía. En Haora se ve mucho menos. 


Este es solo un ejemplo. No saqué más fotos porque me parecía inadecuado, pero normalmente había mucha más gente, sobre todo también en los lados, aunque los grupos grandes se ponían en el centro. La verdad es que cuando saqué esta foto ya eran casi las 11 de la noche y por eso no había tanta gente, los que esperaban durmiendo ya se habrían ido en su tren...

Por fin salió el tren y de nuevo intentamos dormir entre el traqueteo del tren, el frío que entraba por la ventana que no cierra, el olor horrible del baño y los gritos del vendedor de té. ¡Cha! ¡Cha! ¡Chaaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Lo tengo grabado en la mente.

Llegamos a Haorah a las 7 de la mañana o así, y muertas como estábamos, cruzamos el Ganges en un ferry (la primera vez que yo lo hacía), en una mañana con un cielo nublado pero maravilloso. 



En el barco, había dos niños de unos 8 y 5 años. Ambos iban envueltos en jerseis más grandes que ellos para evitar el frío, sobre todo de la mañana. El niño de 5 años tocaba un tamborcillo mientras el grande saltaba y daba piruetas por todo el barco. El padre (o tío o abuelo o lo que fuera) vendía frutos secos y legumbres fritas con sal. Al final, venía el niño de 5 años, que llevaba pintado un gracioso bigote como si fuera un hombre, a pedir dinero en una lata oxidada. Se te quitan las ganas de desayunar nada viendo esto.

En el ferry apenas iba gente, algunos jóvenes que iban al trabajo, alguna mujer mayor, nosotras dos, y varios sadhus, ascetas o, bueno, hombres mayores que han renunciado al mundo para seguir su religión o espitirualidad, normalmente cubiertos con cenizas, polvos naranjas y pelos muy muy largos. Algunos lo serán genuinamente, sin duda, pero como hay de todo (y aquí más que en ninguna otra parte), pues por eso la explicación que estoy haciendo...

Llegamos a Calcuta por fin y después de un té rápido, pillamos el primer taxi que vimos. Pero resultó que el hombre ni era de Calcuta y si era taxista realmente, pues acababa de empezar. Preguntó varias veces a otros taxistas por el camino, y eso que mi casa está en un lugar bien conocido y fácil de llegar. No entendía nuestras indicaciones ni en bangla ni en inglés, sobre todo porque no conocía los nombres de los lugares que le indicábamos como punto de referencia. Al final, llegamos, para derrumbarnos en la habitación.

Lo primero que hice fue darme una ducha caliente, una ducha de verdad.

sábado, diciembre 24, 2011

"Cha din" y la Indian Coffee House

Puesto de té donde suelo tomar té antes de clase

Vuelvo a escribir en la antesala a la Navidad, no sobre la Navidad, que aquí apenas existe, sino para contar alguna cosilla más típica, como el té. Que ya he hablado del té, sí, pero no es suficiente un solo post para explicar la importancia de este dulce y líquido elemento en la sociedad en la que vivo, en el día a día en el que vivo.

Lo primero por la mañana, es el té. Bueno, no para mí, yo sigo fiel al café mañanero, herencia española pero también de Bangalore....Sin embargo, cuando me levanto, muchas veces están los conserjes de la Guest House haciendo té para ellos mismos o para los inquilinos que lo soliciten. Cuando salgo al mediodía para ir a comer y a hacer fotocopias y luego a clase, suelo tomar otro té. Me lleva la gente, arremolinada en la calle alrededor de cualquier puestecillo, charlando y bebiendo algo calentito. Que ahora, con el fresquillo que está pegando, se hace necesario. 

La verdad, a 3 o 2 rupias la tacita de té, no puedo resistirme. Ni siquiera cuando son 5 o 10 rupias, en las tazas más grandes.

Antes de clase, cae otro té, para animarme y prepararme para enfrentarme a los alumnos, que algunos días están bien y otros días, pues no tanto....Y esos días sobre todo, me hace falta otro té después de clase, como reconstituyente de la energía perdida.

Compartiendo el té con mis amigos después de clase.

Pero incluso los días que no hay clase, el té es algo necesario. Paseando una se cansa, y pararse por un tecillo es una excusa como cualquier otra para descansar un rato y charlar con calma. No sé cuántos tés me tomo al día, pero seguro que no es sano...

Recuerdo una vez que estaba en Gariahat, un mercado que queda cerca de mi casa, y me paré a tomar un té en un puesto que tengo fichado ya por el sabor a jengibre de su té, y un hombre bengalí empezó a preguntarme de dónde era, y que qué hacía en Calcuta. Cuando le dije que vivía aquí y que trabajaba, me sonrió y me dijo que podía ver que me había adaptado muy bien, por que vestía salwar y bebía té como cualquier otro bengali...Y me invitó al té, diciendo que yo era su huésped en la ciudad y no podía dejarme pagar. Esto me recordó en Bangalore a las veces que algún karnataka se asombraba de que estuviera comiendo idly o dosa y se sentía orgulloso de que me gustara tanto su comida típica.

Y así fue como empecé a aprender bangla, bengalí, intentando pedir té:

ekta cha din - déme un té
aro cha - más té
koto kore? - ¿cuánto es?

Esas sí que son frases útiles ;)

Pero también hay cultura del café, más bien de los cafés, sobre todo en College Street, donde están las universidades y facultades. Allí está la famosísima Indian Coffee House, en un edificio viejo como todos,  con los techos más altos que he visto en mi vida. Siempre está a rebosar de gente, y es más complicad encontrar una mesa libre que una aguja en un pajar. La primera vez que fui, con Clo y algunos alumnos antes de clase, encontramos una mini mesa para compartir entre 6, pero las siguientes veces que he ido, he compartido mesa con otras personas que parecían majas y abiertas a compartir mesa, a las que he tenido que preguntar. Sino, imposible.

Por desgracia no tengo ninguna foto decente del lugar, tendré que volver para sacar una buena, ejem, ejem, qué fastidio volver....

Cream coffe (no pidáis esto, por favor, pedid un café normal que esa mucho más bueno) y onion pakora, lo que viene a ser una especie de tempura de cebolla

La Coffee House me encanta porque allí se reúnen los escritores, artistas, pensadores, a charlar en una interminable adda (tertulia, mira, hasta compartimos conceptos), por eso es imposible encontrar mesa. El último día conocí a alguien que escribe poemas e historias cortas y que está interesado en el modernismo, y nos pusimos a hablar... ¡de Borges!

A pesar del problema de las mesas, y de los camareros que te ignoran y de que tardan mil años en traerte un café (mil años para mí, que sigo aprendiendo paciencia en este país), es un lugar que me encanta. ¡Espero conseguir alguna foto que capte bien el ambiente para compartirlo con vosotros!

sábado, diciembre 03, 2011

Las orillas del Ganges

Uno de mis lugares favoritos en Kolkata es sin duda el río Ganges, aquí llamado Hoogly, cerca del que se acumulan parques, paseos y los famosos ghats, las gradas a lo largo del río donde se reza y se hacen los rituales como en Durga Puja, Kali Puja o los entierros. Diariamente hay gente que deja ofrendas al río, y en la parte más al norte, los devotos suelen bañarse como hemos visto siempre en los documentales de La 2 sobre India.
Esto fue en Kali Puja (Diwali)

Esta es la estatua de Kali, antes de meterla en el agua

Todos los días hay gente haciendo ofrendas con lamparitas de aceite, o cogiendo agua en botellas

Me gusta porque es un lugar bastante tranquilo, aunque cerca pasa el tren y a veces hace un ruido de mil demonios, pero al atardecer, sentarse en uno de los paseos a saborear un chai y charlar, es lo mejor que hay en esta ciudad.

Mi idea de una buena tarde en Kolkata

El paseo está lleno de puestos de té, de snacks como bhel puri o muri (imaginemos una especie de palomitas, frutos secos y cereales con un toque picante), pero no hay demasiada gente. Viene gente de todas las edades, así que es muy variado, y según en que parte del río estemos, hay más o menos turistas. Al otro lado del río tenemos Haora, la ciudad melliza de Kolkata.

Entre otras cosas curiosas de este río es que tanto en las orillas como en pleno centro del río, hay un montón de barcos abandonados que están anclados allí, que ahora algunas personas sin techo utilizan como hogar. Vamos, que no se desperdicia nada..

Podeís ver uno de los barcos abandonaros a la izquierda de la foto.

Estos barcos son en realidad, casas.

Y para terminar os dejo con una foto del atardecer sobre el río y los barqueros que cruzan de Kolkata a Haora.

lunes, noviembre 28, 2011

El lugar en el que vivo

El lugar en el que vivo, de momento, es la residencia de huéspedes de la Universidad. Un lugar tranquilo, con unos alrededores muy bonitos, con lago incluido. El edificio tienen varias habitaciones, una cocina común y un par de balconcitos.





Por fuera está mejor que por dentro, la verdad.

Al principio compartía habitación con la profe francesa, pero no teníamos suficiente para todo, sobre cuando a partir del momento en que recibí los libros de la anterior lectora.  (Añadir una foto)


Ahora ya con habitación propia, es otra cosa, ¡pero aún así se hace difícil encontrar sitio para todo lo que le hace falta a una!

Y por último, la cocina, donde suelo quejarme de la suciedad y de que nunca hay sitio para todos. Al menos ya nos han puesto dos fuegos, que antes solo había uno, pero no puedes regular la fuerza del fuego ni nada, y eso hace bastante difícil cocinar....Aquí os dejo una foto de mis mañanas haciendo el desayuno.

Lo mejor de la residencia son los conserjes, que apenas hablan inglés y a base de hablar con ellos en una mezcla de bengali e hindi, estamos aprendiendo un montón. De hecho, yo creo que no nos hablan en inglés porque no quiere, porque entender entienden, más o menos, pero de todos modos les agradezco el esfuerzo de hacer usar bengali todo el rato!


viernes, noviembre 11, 2011

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Vamos a escribir hoy una entrada un poco distinta. Nada de fotos, anécdotas, etc. Voy a permitirme reflexionar un poco sobre algo en lo que llevo pensando unos días: los efectos de la experiencia de vivir en el extranjero.

Como sabéis, tengo una compañera de residencia y de trabajo francesa que ha vivido en otros países europeos y que ya había estado trabajando en India anteriormente. Compartimos muchas cosas, además de intereses lingüísticos y culturales, profesión y esas cosas, compartirmos algo que es muy valioso, la experiencia de vivir en otros países. Y esto nos une más de lo que nos une cualquiera de las otras cosas.

Cuando llegas a una ciudad nueva, sobre todo cuando es extranjera (porque, si bien dentro de un mismo país las ciudades también pueden ser distintas, en otro país se notan mucho más las diferencias), uno no entiende nada. No entiende la ciudad. ¿Qué pueden ser esos edificios altos? ¿Y esas tiendas? Especialmente cuando no entendemos la lengua o el alfabeto en el que están escritos los carteles de las tiendas y los nombres de las calles o de los edificios. Eso parece un centro comercial, pero a lo mejor es un edificio de oficinas, o un museo moderno, o simplemente un edificio lleno de apartamentos. Todavía no entendemos el diseño de la ciudad. Nos parece fría y vacía de significado, más allá de no entender el idioma del país, lo que no entendemos es el idioma en el que está escrita la ciudad. Los conceptos que se esconden detrás de la planificación de calles y construcciones. 

Poco a poco, a medida que empezamos a vivir en la ciudad, aprendemos su lengua, desciframos la ciudad. Entendemos porqué esto es así o asá, o a lo mejor no lo entendemos de verdad pero empezamos a aceptar la posibilidad de que la ciudad puede ser de otra manera. En la magnífica obra de Italo Calvino a la que ya me he referido más veces, Las Ciudades Invisibles, hay un capítulo en el que habla de una ciudad en la que el viajero, cuando llega, ve los edificios y las calles y cree que esto es una iglesia, aquello una casa, lo de más allá un edificio gubernamental, el otro un establo de animales; pero cuando el viajero entra en la ciudad para comprobarlo, descubre que nada es como creía y que lo que pensaba que era una iglesia en realidad es un establo, y así sucesivamente, sus concepciones acerca de la ciudad resultan ser equivocadas. Es un poco lo que pasa en una ciudad extranjera, al principio.

Luego, cuando por fin entendemos el lenguaje de la ciudad, además empezamos a experimentarla. A vivir la ciudad (cuidado que he quitado la preposición, no digo vivir en la ciudad, sino vivir la ciudad). Ahora, aquello que sabemos que es una tienda es además nuestra tienda del pan, o del café, o del periódico o lo que sea y el otro edificio que sabemos que es un restaurante es nuestro restaurante de los viernes, lo que sabemos que es un parque es el parque donde paseamos por las mañanas o donde quedamos con Fulanito o Menganita. Le damos significado a las partes de la ciudad. Estamos escribiendo nuestro diccionario de la lengua de la ciudad.

Nos acostumbramos a ella. A veces, tanto, que cuando volvemos a la que pensábamos que era nuestra ciudad, ya no la sentimos así. Nos hemos olvidado de su lengua, no podemos leerla porque ahora hablamos otro idioma, el de la ciudad extranjera. Hasta que nos readaptamos, en un ejercicio de memoria.

Sin embargo, ya no es lo mismo. No puede serlo. Ahora sabemos más, entendemos otra manera de vivir la ciudad, y por una temporada al menos, echaremos de menos a muerte la ciudad extranjera a la que nos acostumbramos, a las historias que dejamos en sus calles. Nos gustaría fusionarlas y hacer una ciudad nueva, pero seguramente, esa ciudad nueva resultaría en el fondo diferente de las dos anteriores y tendríamos que reaprender todo, de nuevo.

Cuanto más tiempo pasemos en una ciudad, más nos cuesta cambiar. Lo peor es que nadie que no haya pasado por esto puede entenderlo. Volvemos a casa con la gente que dejamos allí y no podemos explicar qué ha pasado. Te dicen: Cuéntanos qué tal allá, cómo es, qué has hecho. ¿Cómo explicar qué tal, cómo es, sino podemos hacer entender el lugar, la ciudad? Es como intentar explicar, digamos, chino, a alguien que no sabe nada de lenguas. Puedes decir cuatro cosas, cuatro simplicidades que no significan nada realmente y que al final se quedan en los estereotipos. Además, cuanto más tiempo pasas en un lugar, más difícil de explicar es. Sabemos demasiadas cosas como para contentarnos con simplificar. Alguien, creo que fue Simone de Beauvoir, pero la verdad es que no estoy segura, dijo algo así como: "Si uno está en una ciudad unos días, puede escribir un libro; si se queda un año entero, nunca escribirá nada."

Solo puedes compartir tu experiencia con otras personas que hayan vivido en otras ciudades por una larga temporada, que hayan experimentado la sorpresa inicial, la angustia de no entender nada, y la felicidad de hacer la ciudad tuya, y la tristeza y la nostalgia de dejarla, de saber que seguramente no vas a volver a vivir en ella como lo hiciste, que si vuelves será de paso unos días, y para entonces el significado de las cosas se habrá desgastado. Uno casi teme volver, por miedo a descubrir que esos lugares que eran tan tuyos han cambiado o peor, han desaparecido. Porque si ya no están, y si nadie de los que los conocían contigo están allí ya, y como no has podido explicárselo a nadie, parece que nunca hubieran existido. Podría ser todo producto de tu imaginación, nadie se daría cuenta de la diferencia. Ni la ciudad ni tú mismo.

Y esta es la razón por la que tengo este blog, y por la que cuando escribía en mi anterior blog escribía todo lo que podía acerca de Japón. Para intentar explicar las ciudades y su vida, para compartirlo, para saber yo que no todo es imaginación mía.

lunes, agosto 29, 2011

Vivir en Kolkata

Vivir en Kolkata tiene otro sabor. Como el del té en las tacitas de barro. Muy distinto de Bangalore. Aquí uno tiene que estructurarse el tiempo de otra manera, porque la ciudad es cómo es y no le puedes pedir lo que no te va a dar.

¿Qué no le puedes pedir a Kolkata? Comodidades. Aquí tienes que luchar hasta por tu pedacito de acera para pisarlo y seguir andando. Pero a los pocos se va consiguiendo. Ya os he hablado de que aquí, aunque hay aceras, está cubiertas por tiendecitas a ambos lados, tiendecitas de todo tipo. Cada una especializada en su cosa, a veces por zonas: de aquí hasta allá de la calle hay ropa, de allá hasta más allá venden cosas para la cocina, en el medio hay gente que vende té o comida callejera, snacks como pani puri o bhel puri, o zumos, hay vendedores de fruta, luego vienen los vendedores de cerraduras, los que arreglan relojes, los que venden alfombras, los que venden bolsos, los que venden verdura, los que venden....cualquier otra cosa.

¿Qué pasa con esto? Que tienes que ir tienda por tienda. Que no puedes ir a un sitio donde encontrarlo todo, porque no hay. O hay muy pocos. Todo esto junto, que podrías encontrar en un Big Bazaar en Bangalore, pues aquí no es tan fácil, porque Big Bazaar solo he visto uno en Google Maps y me queda en el quinto coño, así que no voy a ir. Acabo antes comprando en las tiendecitas. Y no sólo estas, sino las que están verdaderamente en los bajos de los edificios, no en la calle en sí, también son así: cada cosa la compras en su tiendecita: aquí el pan (roti, una cosa que estaba buscando en Bangalore y no había allí!), acá el yogurt, allí las galletas, allá el paneer, en esta otra los dulces, en esa las cosas de limpieza, en aquella las de higiene, en la otra la ropa de cama, y así con todo.

Lo cual hace que tengas que encontrar tiempo para poder darte una vuelta por todas las tiendecitas y equilibrar las compras, por el peso, porque vas a pasear y pasear. Eso sí, consigues buenos precios. Al final acabas conociendo a los tenderos que te saludan y te preguntan que tal y que ya no se extrañan de verte y dejan de intentar timarte. No niego que es un poco (muy) pesado, andar de tienda en tienda, pero tiene su encanto. Además, si no es en esta tienda es en la siguiente, y ellos mismos si no tienen algo en la tienda se encargan la mayoría de las veces en ir a buscarlo por ti, y traértelo, y cuando no pueden, pues te indican donde puedes encontrarlo. Incluso aunque no sepan más que bengalí, intentan ayudarte (suponiendo que te entienden, pero de momento no me han fallado).

Claro que tengo un par de supermercados relativamente cerca. Pero relativamente cerca, significa en realidad a unos 20 minutos. Hay una pequeña tienda cercana, porque hay una gasolinera y tiene como un mini super, lo que vendría a ser un Seven Eleven, pero no 24 horas, y además le faltan cosas. Aunque siempre está ahí para urgencias o perezas.

En realidad me hace gracia lo de ir de tienda en tienda. Siempre voy en metro a la universidad, aunque antes tengo que coger un autorickshaw para llegar a la estación. No está muy lejos, pero tampoco cerca. El domingo me cogí una auto hasta el metro, como siempre, y lo que hice fue volverme andando a la Guest House. Descubrí dos lavanderos, una tienda donde además de dulces venden paneer fresco, unas cuantas tiendas de verduras, un Cafe Coffee Day (cafetería estilo occidental) para cuando me entre nostalgia o ganas de una café helado dulce, una tiendecita de samosas y snacks fritos que tienen una pinta deliciosa, muy tradicional la tienda con el fuego y las brasas y los dos señores de cuclillas cocinando. También encontré otra tienda donde comprar las legumbres al peso, un herrero, varios templecillos no sé a qué dios dedicados, tres restaurantes, un sitio de fotocopias super super super barato, una tienda donde además de té en cuencos de cerámica también sirven café (¡por fin!), y donde además de dulces venden dahi vada (aunque luego de probarlo no me gustó) y un snack dulce-picante (esta mezcla les encanta) de remolacha (que sí me gustó). Bueno, cosas. Cosas que en un supermercado grande no venden. Aunque allí vendan otras cosas.

Ah, y encontré un hombre que plancha!! el primero que veo en Kolkata. Aunque ahora tengo yo una plancha, sinceramente, la ropa india será preciosa, pero es un incordio plancharla...tiene demasiados pliegues.

Claro que el problema de todo esto es que en realidad, solo puedo irme de tiendecitas los fines de semana...Durante la semana lo tengo más complicado si quiero hacer cosas, por las tardes siempre estoy ocupada con las clases. La manera de vender y comprar también te cambia la vida. Tienes que luchar por encontrar el tiempo, la tienda, hacer cola y que no se te cuelen, el mejor precio...En Bangalore todo era más sencillo: tenía un super de camino a casa, otro detrás de casa, una tienda de frutas y verduras al lado, y si quería, tenía un supermercado mejor si me desviaba del camino a casa, a diez minutos. Lo compraba todo de golpe, o casi. Pero no había tiendas donde comprar roti recién hecho para llevar a casa. Ni dahi (yogur) casero. ¡Ah, esto lo vale!

Aquí podéis ver el dahi (yogurt) casero en su cuenquito de barro y la tapa, una hoja de plátano seca...

viernes, enero 28, 2011

La basura

El día que llegué, después de dormir un poco, cuando por fin fue de día y salí a la calle, no puedo olvidar la sensación de polvo en el aire, de suciedad, de humos de los miles de coches, buses y motos que pasaban por la carretera, del ruido de los cláxones que todo el mundo hace sonar aquí como locos. No podía usar el abanico, a pesar del calor, porque sentía que me llevaba la polución a la cara. Hay días en que uso el pañuelo sobre la boca y la nariz para no aspirar tanto polvo. Todos los días paso la escoba dos veces porque siempre hay más polvo.

Y sin embargo, cuando fui a hacer el registro de extranjera, conocí a una pareja filipina muy maja que estaba aquí con visado médico (mucha gente viene aquí para hacerse un tratamiento médico, al parecer los hospitales son buenos y más asequibles que en otros sitios), me comentaron que Bangalore era la ciudad de la India más limpia donde habían estado. Habían ido a Mumbai (Bombay) y a Delhi, y que aquello era terrible, decían. En comparación, Bangalore es más moderna, está más limpia, más arreglada, etc. Yo estaba flipando en aquel momento, pero les creo. Pasado el shock del primer día, pasada la mirada occidentalizada, en realidad, NO HAY tanta basura como había visto en fotos de la India antes de venir. Lo que pasa es que estamos acostumbrados a otro tipo de ciudades.

De camino a la escuela se ve ya un resumen de lo que hay en la ciudad. Y de lo que no hay. Y es que lo que no hay, son cubos de basura. No hay contenedores ni cubos de basura por ningún lado. 0. Asi que claro, la gente, lo tira al suelo. Vale, no es tan obvio y lógico. En Japón tampoco había apenas cubos de basura ni mucho menos contenedores, pero la gente se lo llevaba todo a casa y reciclaba. Porque allí es obligatorio y tienen un buen servicio de basuras que funciona todos los días, y que pasa por delante de tu casa.

Pero aquí las cosas funcionan de otra manera. Empezando porque hay más gente que en Japón, y sobre todo, porque hay más gente viviendo en la calle que en Japón. Y también, porque hay un estigma al respecto de la basura y la limpieza: las castas altas no pueden relacionarse con estas cosas, con la suciedad, eso no es, digamos, honorable ni deseable. Sólo las castas bajas se dedican a profesiones relacionadas con la limpieza, ya no sólo de las calles, sino de la ropa, alcantarillado, casas, etc. Desde su punto de vista, limpiar es rebajarse. Claro que sino tienes dinero, pues te toca limpiar a ti en casa, porque es tu casa y es de tu propiedad, tú y sólo tú eres el responsable. Pero, ¿la calle? La calle no es de nadie. Nadie se preocupa.

En lugar de contenedores, lo que hay son lugares que de alguna manera están señalados como basureros porque se acumula todo allí. Aquellos que en vez de tirar las cosas al suelo sea donde sea que estén, las tiran en los montoncitos de basura, ya tienen algo de conciencia ecológica. En las esquinas, detrás de un árbol, pequeños rincones, se acumulan montañas de desperdicios. Cada cierto tiempo pasan hombres y mujeres con bolsas de plástico enormes, recogiendo cosas un poco al azar, parece, haciendo una selección dependiendo de lo que vayan a buscar, aunque aún no entiendo muy bien si seleccionan en serio o es por pura diversión-aburrimiento. Otros vienen con camioncitos (a veces camionazos) y se llevan todo lo que pueden. Muchos son parejas, o familias, que se dedican al negocio de la basura porque es la profesión de su jati (subgrupos dentro de las castas, como gremios o algo así), o eso digo yo, tampoco les he preguntado directamente. Pero siempre quedan restos de basura en el sitio, nunca les he visto llevarse todo. Tal vez sea para que la gente no se olvide de que es allí dónde hay que dejar la basura.

Por ejemplo, en mi bloque de apartamentos, todas las mañanas viene una mujer a barrer, y va llamando a las puertas, me imagino que para pedir dinero. (Pues no, venía a pedirme la bolsa de basura, esa que yo dejaba a las 12 en las escaleras...Claro, ¡ella no podía saber que esa bolsa era la mía!). No le he abierto todavía, porque no sé si quiere dinero o ofrecerse para limpiar la casa por dinero, ni si va a saber hablar inglés....y por que estoy a dos velas. Tampoco sabría cuando darle. Tampoco es que limpie mucho, aunque con la de polvo que hay en el aire, seguramente si me daría si faltara unos días. También, tu dejas la basura fuera, cerca de las escaleras (hay varias plantas), temprano por la mañana, y a eso de las 12 ya no está la bolsa. ¿Dónde está? Ni idea. Simplemente desaparece. Pero parece que no hay otra manera de deshacerse de la basura.

Sólo vi contenedores de basura, y además con separación según el tipo de residuos, en Nandi Hills, unas colinas a las afueras de Bangalore que son un pequeño remanso de paz y naturaleza, aunque aún así hay bolsas de patatas fritas, envoltorios de chocolatinas, botellas de agua y otros desperdicios por todas partes. Me parece que no están acostumbrados al sistema de separación de basuras, ni al hecho de tener que tirar las cosas a un recipiento. Ahora que lo pienso, también había cubos de basura en Lalbagh Park, un parque botánico enorme al sur de la ciudad, con lago incluido. Cubos de diferentes formas (animales, troncos), con el cartel "USE ME" en grande, para que la gente se de cuenta. Aún así, no parecía que el mensaje tuviese mucho efecto.

Falta concienciación de la magnitud del problema, y también, contenedores en las calles. Al menos, no estaría la basura molestando tanto en la calle ni sirviendo de alimento a las pobre vacas sagradas, o a los perros abandonados. Claro que tampoco tienen camiones adecuados para levantar contenedores. Muchos de los que recogen la basura, van con una especie de rickshaw-furgoneta.


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