sábado, diciembre 24, 2011

"Cha din" y la Indian Coffee House

Puesto de té donde suelo tomar té antes de clase

Vuelvo a escribir en la antesala a la Navidad, no sobre la Navidad, que aquí apenas existe, sino para contar alguna cosilla más típica, como el té. Que ya he hablado del té, sí, pero no es suficiente un solo post para explicar la importancia de este dulce y líquido elemento en la sociedad en la que vivo, en el día a día en el que vivo.

Lo primero por la mañana, es el té. Bueno, no para mí, yo sigo fiel al café mañanero, herencia española pero también de Bangalore....Sin embargo, cuando me levanto, muchas veces están los conserjes de la Guest House haciendo té para ellos mismos o para los inquilinos que lo soliciten. Cuando salgo al mediodía para ir a comer y a hacer fotocopias y luego a clase, suelo tomar otro té. Me lleva la gente, arremolinada en la calle alrededor de cualquier puestecillo, charlando y bebiendo algo calentito. Que ahora, con el fresquillo que está pegando, se hace necesario. 

La verdad, a 3 o 2 rupias la tacita de té, no puedo resistirme. Ni siquiera cuando son 5 o 10 rupias, en las tazas más grandes.

Antes de clase, cae otro té, para animarme y prepararme para enfrentarme a los alumnos, que algunos días están bien y otros días, pues no tanto....Y esos días sobre todo, me hace falta otro té después de clase, como reconstituyente de la energía perdida.

Compartiendo el té con mis amigos después de clase.

Pero incluso los días que no hay clase, el té es algo necesario. Paseando una se cansa, y pararse por un tecillo es una excusa como cualquier otra para descansar un rato y charlar con calma. No sé cuántos tés me tomo al día, pero seguro que no es sano...

Recuerdo una vez que estaba en Gariahat, un mercado que queda cerca de mi casa, y me paré a tomar un té en un puesto que tengo fichado ya por el sabor a jengibre de su té, y un hombre bengalí empezó a preguntarme de dónde era, y que qué hacía en Calcuta. Cuando le dije que vivía aquí y que trabajaba, me sonrió y me dijo que podía ver que me había adaptado muy bien, por que vestía salwar y bebía té como cualquier otro bengali...Y me invitó al té, diciendo que yo era su huésped en la ciudad y no podía dejarme pagar. Esto me recordó en Bangalore a las veces que algún karnataka se asombraba de que estuviera comiendo idly o dosa y se sentía orgulloso de que me gustara tanto su comida típica.

Y así fue como empecé a aprender bangla, bengalí, intentando pedir té:

ekta cha din - déme un té
aro cha - más té
koto kore? - ¿cuánto es?

Esas sí que son frases útiles ;)

Pero también hay cultura del café, más bien de los cafés, sobre todo en College Street, donde están las universidades y facultades. Allí está la famosísima Indian Coffee House, en un edificio viejo como todos,  con los techos más altos que he visto en mi vida. Siempre está a rebosar de gente, y es más complicad encontrar una mesa libre que una aguja en un pajar. La primera vez que fui, con Clo y algunos alumnos antes de clase, encontramos una mini mesa para compartir entre 6, pero las siguientes veces que he ido, he compartido mesa con otras personas que parecían majas y abiertas a compartir mesa, a las que he tenido que preguntar. Sino, imposible.

Por desgracia no tengo ninguna foto decente del lugar, tendré que volver para sacar una buena, ejem, ejem, qué fastidio volver....

Cream coffe (no pidáis esto, por favor, pedid un café normal que esa mucho más bueno) y onion pakora, lo que viene a ser una especie de tempura de cebolla

La Coffee House me encanta porque allí se reúnen los escritores, artistas, pensadores, a charlar en una interminable adda (tertulia, mira, hasta compartimos conceptos), por eso es imposible encontrar mesa. El último día conocí a alguien que escribe poemas e historias cortas y que está interesado en el modernismo, y nos pusimos a hablar... ¡de Borges!

A pesar del problema de las mesas, y de los camareros que te ignoran y de que tardan mil años en traerte un café (mil años para mí, que sigo aprendiendo paciencia en este país), es un lugar que me encanta. ¡Espero conseguir alguna foto que capte bien el ambiente para compartirlo con vosotros!

lunes, diciembre 12, 2011

Una boda bengali

Este fin de semana fui invitada a una boda bengali, y me pasé una semana buscando junto a Clo, un sari y demás accesorios (pulseras, pendientes, collar, bolso, etc...) porque no tenía nada de nada que cuadrara con el color del sari que al final elegí. Elegir el sari no fue tarea fácil. Me ayudaron dos alumnas y aún, nos pasamos una tarde entera Clo, ellas y yo buscando el sari perfecto: bueno, bonito y barato.

Al final elegí uno verde con marrones y dorados, mientras que Clo eligió uno rosa y púrpura.



La verdad es que fuimos un poco desastre y estuvimos buscando el bolso hasta la tarde antes de la boda...

La boda era en Haora (Howrah), y fue la primera vez que yo iba a cruzar el río. Encontramos un bus al lado de nuestra casa que nos llevaba a Howrah Railway Station: media hora,  8 rupias. El problema lo tuvimos después: no conocíamos Howrah y no sabíamos donde quedaba el salón que la familia había alquilado para la boda. Llamamos a la familia, preguntamos a la gente y a los taxistas...un caos. Cada vez que llamábamos a la familia nos daban una dirección diferente como referencia, y no entendíamos ninguno de los nombres, de cualquier manera. Lo peor era que cuando les pedías que los deletrearan, usaban nombres de lugares indios, como si te digo "D de Delhi" y no "D de Dinamarca", que es comprensible, pero cuando empiezan con lugares que no conoces, pues vuelves a estar como antes. ¿Cómo se deletra ese lugar? Además, con el ruido de la estación detrás, no había manera de escuchar nada. No sabía si me decían J o G, o Polaveri o Kolaveri...

Al final me llamó la novia y me dió las instrucciones en español, y allá cogimos otro autobús para el salón.

Aquí las bodas suelen celebrarse en salones, no del todo restaurantes, sino edificios preparados para albergar a mucha gente y con cocina para darles de comer. Este era un salón normalito, pero decorado con muchas luces y flores. Cuando llegamos ya eran las 5 y media, pero no había llegado nadie todavía. Solo algunos miembros de la familia de la novia, nada más. 

La novia, mi estudiante, estaba preparándose en una habitación de donde no dejaban de entrar y salir mujeres. Nosotras teníamos que cambiarnos para ponernos el sari (una, porque yo no sabía cómo ponerlo, y dos, porque en el autobús se nos desharía...). Una sirvienta, una amiga de la novia y su tía nos ayudaron con el sari. Son muy bonitos, pero saber ponerse esos 5 metros de tela alrededor del cuerpo es un suplicio. Tras tres o cuatro intentos fallidos, al final conseguimos vestirlo de manera más o menos adecuada. Aún así, a lo largo de la noche tuvimos que arreglar algunas partes porque se desajustaba. Un incordio. ¡Viva el salwar!

Los preparativos de la novia

A eso de las 6 y pico por fin acabamos de prepararnos y empezó a llegar más gente, sobre todo, fotógrafos. Había unos cuatro o cinco que no paraban de sacar fotos a la novia y a los familiares. No sé cuántas fotos nos sacamos con la novia, pero cada dos por tres nos llamaban: primero con la novia, luego con las amigas, luego con el padre y la tía...Nos dejaron ciegas con tanto flash. Espero al menos conseguir alguna de esas fotos...

Fotos, fotos y más fotos

Luego por fin llegó el novio y su familia, y en media hora empezaron los rituales de la boda:
El novio, muy serio en las fotos

 La madre de la novia y otros familiares, con el novio

Los dos novios en medio de alguno de los rituales de la boda

Pero a nosotras se nos hacía tarde y tuvimos que marcharnos antes de que todo estuviera completado, porque teníamos al menos tres cuartos de hora de viaje a la Guest House, aunque depende del tráfico...Y la ceremonia dura horas y horas. Así que después de cenar nos despedimos de la novia y nos cambiamos de ropa y nos marchamos. Pero antes, nos sacamos alguna foto nosotras con el sari puesto:





sábado, diciembre 10, 2011

"Cambio climático"

He estado releyendo mi antiguo blog, el que tenía cuando estaba en Salamanca y en Japón. Entonces escribía casi sin tapujos, escribía sobre todo lo que pensaba o sentía (o casi todo) de manera bastante cruda. En un punto dejé de hacerlo. Y en este blog apenas lo he hecho. He escrito alguna cosilla más profunda que otra, pero contadas con los dedos de una mano, y sobran.

Últimamente he estado pensando mucho. Hacía tiempo que no reflexionaba tanto. Y me he dado cuenta de algo que bueno, en realidad ya sabía, que después de Japón algo cambió. No escribía, no pensaba. Bueno, escribía en el blog, pero menos, ya no sacaba fotos, ya no escribía poemas ni cuentos ni nada. Y no lo hacía porque no pensaba. Volver de Japón fue un shock. Un shock del que me costó al menos un año recuperarme, y aún así, hasta mis amigos aquí se han dado cuenta de que siempre hablo de Japón, de que Japón siempre sale en mis conversaciones de alguna manera. No podía pensar entonces, cuando volví, estaba conmocionada, supongo que esa puede ser la palabra. No sabía reaccionar.

Pero tras dos años de sequía casi absoluta, vuelvo a escribir. Vuelvo a reflexionar, a pensar en metáforas y a escribir algún poemilla. La verdad es que duele y no está siendo fácil. Porque esta tormenta que está cayendo ahora, inundando lo que antes estaba seco, es la soledad.

Me siento terriblemente sola en Kolkata.

La soledad, sin embargo, tiene una cosa positiva: que la lluvia ha llenado mi caudal de palabras y de literatura, otra vez.

Ah, lo echaba de menos.

Debí haber supuesto que esto pasaría. Al fin y al cabo, India es conocida por el monzón, ¿no? Si había un lugar que podía acabar con mi sequía y darme algo de vidilla otra vez, era India. Aunque sea por la soledad. Soledad en el segundo país más poblado del planeta....ironías...

sábado, diciembre 03, 2011

Las orillas del Ganges

Uno de mis lugares favoritos en Kolkata es sin duda el río Ganges, aquí llamado Hoogly, cerca del que se acumulan parques, paseos y los famosos ghats, las gradas a lo largo del río donde se reza y se hacen los rituales como en Durga Puja, Kali Puja o los entierros. Diariamente hay gente que deja ofrendas al río, y en la parte más al norte, los devotos suelen bañarse como hemos visto siempre en los documentales de La 2 sobre India.
Esto fue en Kali Puja (Diwali)

Esta es la estatua de Kali, antes de meterla en el agua

Todos los días hay gente haciendo ofrendas con lamparitas de aceite, o cogiendo agua en botellas

Me gusta porque es un lugar bastante tranquilo, aunque cerca pasa el tren y a veces hace un ruido de mil demonios, pero al atardecer, sentarse en uno de los paseos a saborear un chai y charlar, es lo mejor que hay en esta ciudad.

Mi idea de una buena tarde en Kolkata

El paseo está lleno de puestos de té, de snacks como bhel puri o muri (imaginemos una especie de palomitas, frutos secos y cereales con un toque picante), pero no hay demasiada gente. Viene gente de todas las edades, así que es muy variado, y según en que parte del río estemos, hay más o menos turistas. Al otro lado del río tenemos Haora, la ciudad melliza de Kolkata.

Entre otras cosas curiosas de este río es que tanto en las orillas como en pleno centro del río, hay un montón de barcos abandonados que están anclados allí, que ahora algunas personas sin techo utilizan como hogar. Vamos, que no se desperdicia nada..

Podeís ver uno de los barcos abandonaros a la izquierda de la foto.

Estos barcos son en realidad, casas.

Y para terminar os dejo con una foto del atardecer sobre el río y los barqueros que cruzan de Kolkata a Haora.

viernes, diciembre 02, 2011

Recordando a Machado

Porque últimamente me siento así:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas! ...
¿Adònde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
«En el corazòn tenía
la espina de una pasiòn;
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazòn.»

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazòn clavada.»

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