jueves, julio 21, 2011

South Indian Akihabara: SP Road

No sé si habéis oído hablar de Akihabara, pero es el barrio tecnológico de Tokyo, allí donde los frikis de los ordenadores y videojuegos pueden encontrar cualquier cosa, y también el lugar donde los fans del manga y el anime encontrarán tanto merchandising como quieran, de todos los tipos, tamaños y precios. La verdad es que también abunda el porno, las radios, televisiones y cualquier aparatito que requiera electricidad. Quizá por eso, porque en Akihabara se pueden encontrar miles de cosas distintas, se reúne allí gente de todo tipo, chicos y chicas, salaryman, turistas...Es un lugar caótico, con miles de tiendecitas en los bajos, subterráneos y también en quintos pisos, y algún que otro megacentro comercial. Abrumador, creo que es la palabra.

Bangalore, como la ciudad tecnológica de la India, también tiene su barrio electrónico, más que barrio, calle: SP Road. Cerca de City Market, casi como una parte más del mercado de la ciudad, encontramos esta calle llena de tiendas que le hace competencia en bullicio a Akihabara. Eso sí, con un toque indio: un templo en una esquina, gente viviendo en la calle, puestos de comida callejera, vacas y polvo, mucho polvo.


                              Esta es la imagen del dios del templo que está a la entrada de SP Road (detalle)

Es una callejuela estrecha, con algunas perpendiculares en las que también hay tiendas, pero sobre todo están en la calle central. A ambos lados podemos encontrar tiendas familiares o de marcas como Sony, Apple, HP...Algunas venden solo ordenadores, otras móviles, otras componentes de ordenadores sueltos, otras tóners de impresoras; otras un poco de todo. Por la calle también hay algunos puestos ambulantes no de comida, sino de cables, fundas de móviles, etc.  

                      Vale  la pena ampliar esta foto y fijarse en la cantidad de marcas conocidas que hay

Parece increíble que en este caótico y sucio lugar puedas encontrar de todo. Lo interesante es que la mayoría, al ser tiendas pequeñas y familiares, y al vender más o menos todas lo mismo, funcionan por la fidelidad del cliente. Todas tienen precios similares, pero intentarán hacer "clientes habituales", ofreciendo descuentos a los nuevos clientes, para que la próxima vez vuelvan allí. Si ya eres cliente fijo, sin duda te harán un mejor precio. 


Yo fui allí un par de veces, la segunda, porque a Marisella se le había estropeado el cargador del ordenador portátil. Con un amigo (informático, como no), fuimos a su tienda habitual, buscando un descuento. Pero además de descuento, nos encontramos con otra cosa curiosa: de todo lo que preguntamos (cable, unas memorias usb, un disco duro externo...) había cosas de marca (hechas en China) y su imitación china (hecha en China). ¿La diferencia? Aparte de que una lleva la marca conocida y la otra no, el precio era definitivamente diferente, en unas quinientas rupias, descuento aparte.


 Así que ya sabéis, si buscáis algún componente electrónico barato, SP Road es vuestro lugar en Bangalore. Después podéis disfrutar de pani puri en la calle, o de unos zumos bien ricos que hay a la salida. ¡Os recomiendo el de papaya!

Ay, cómo hecho de menos el bullicio de la India...

miércoles, julio 20, 2011

Música en la espera

Pronto regresaré a India. No tengo fecha todavía, pero pronto, espero! Mientras tanto, intento empaparme de cultura india incluso en España. Ahora que tengo tiempo puedo ver películas, escuchar música, leer libros...sobre India (principalmente, aunque también otras cosas).

Y he descubierto, gracias a un ex-alumno de Bangalore, fantástica música india de fusión entre lo tradicional la modernidad. Se trata de una especie de festival o concierto en grupo, en estudio, llamado "Cokestudio", patrocinado por la famosa compañía que os estaréis imaginando. Bueno, los mecenas siguen a la orden del día....

La música de los grupos que participan es fantástica. Esta es su página en Youtube, donde podréis escuchar casi todas las actuaciones.

Mis favoritas son dos cantantes pakistaníes, Zeb&Haniya, que hacen un jazz en urdu muy interesante. Ellas hacen sus propias canciones, pero otros grupos cantan canciones tradicionales con toques modernos, como por ejemplo, esta:

A mí me encantan, no sé qué pensaréis. En cierto modo, la música gallega y el flamenco tienen un toque parecido, en cuanto a las voces sobre todo. O eso me parece a mí. ¡Espero vuestras opiniones y recomendaciones de otras actuaciones de Cokestudio! Realmente vale la pena investigar lo que hay y escucharlo. 

miércoles, julio 13, 2011

Off-topic: el momento social, político y económico en que vivimos

Como cuando hablaba de Carne Cruda, mi programa favorito de Radio 3, esta es una entrada que no tiene nada que ver realmente con el tema del blog, así que por eso la encabezo con lo de "off-topic", para que se sepa nada más verla que no tiene nada que ver, en principio, con cuestiones culturales o de español para extranjeros (ELE), ni nada semejante. Aunque se podría llegar hasta ahí....pero no lo voy a hacer. Quiero que cada uno de vosotros, lectores de este blog, lleguéis a vuestras propias conclusiones.

Hace unos días, no sé exactamente cómo, llegué a una página de información económica y política muy maja (Project Syndicate),  en la que varios expertos de países muy diferentes escribían artículos, como si de una colección de blogs se tratara. El caso es que fui a dar con un artículo de título jugoso: "Life after capitalism", escrito por Robert Skidelsky, un inglés profesor de Economía Política en la universidad. Bueno, yo no lo conocía de nada de nada, pero me leí su artículo y me gustó muchísimo el estilo simple con el que cuenta la extenuación del capitalismo. Bueno, su supuesta extenuación, o su esperada extenuación, según preferencias ideológicas.

El original lo podéis encontrar aquí, en inglés, pero yo me he tomado la libertad de traducirlo para que más gente lo pueda leer:
Londres- En 1995, publiqué un libro llamado El mundo después del comunismo. Hoy, me planteo si habrá un mundo después del capitalismo.

La pregunta no viene causada por el peor momento económico desde los años 30. El capitalismo siempre ha tenido crisis, y las seguirá teniendo. Más bien, la pregunta viene del presentimiento de que la civilización occidental es cada vez más insatisfactoria, cargada con un sistema de incentivos que son esenciales para la acumulación de la riqueza, pero que menoscaban nuestra capacidad para disfrutarla. El capitalismo puede que esté cerca de agotar todo su potencial para crear una vida mejor – al menos en los países ricos.

Por “mejor”, me refiero a mejor éticamente, no materialmente. Las ganancias materiales podrán continuar, aunque la evidencias nos demuestra que no hacen a la gente más feliz. Mi descontento viene por la calidad de una civilización en la que la producción y el consumo de bienes innecesarios se ha convertido en la principal ocupación de la gente.

Esto no lo digo para denigrar al capitalismo. Este era, y es, un sistema magnífico para superar la escasez. Al organizar la producción de manera eficiente, y dirigiéndola en pos del bienestar en lugar de en pos del poder, el capitalismo ha sacado a una gran parte del mundo fuera de la pobreza.

Pero, ¿qué sucede a un sistema así cuando la escasez se ha convertido en abundancia? ¿Simplemente sigue produciendo más de lo mismo, estimulando apetitos desganados con nuevos artilugios, emociones y sensaciones? ¿Por cuánto tiempo puede continuarse así? ¿Pasaremos el próximo siglo deleitándonos en la trivialidad?

Durante la mayor parte del último siglo, la alternativa al capitalismo era el socialismo. Pero el socialismo, en su forma clásica, falló – como tenía que pasar. La producción pública es inferior a la producción privada por una serie de razones, aparte de porque destruye la variedad y la capacidad de elección. Y, desde el colapso del comunismo, no ha habido ninguna alternativa coherente para el capitalismo. Mas allá del capitalismo, parece, se extiende un paisaje de ….capitalismo.

Siempre has existido una serie de dudas morales importantes en relación al capitalismo, que se habían podido dejar de lado porque el capitalismo tenía muchísimo éxito como creador de riqueza. Ahora, cuando ya tenemos toda la riqueza que necesitamos, tenemos razón al preguntarnos si vale la pena incurrir en los costes que el capitalismo supone.

Adam Smith, por ejemplo, reconocía que la división del trabajo haría que la gente fuese más estúpida al no permitirles desarrollar habilidades no especializadas. Aún así, él pensaba que este era un precio – posiblemente compensado con la educación – que valía la pena pagar, ya que el aumento del mercado produciría un aumento de riqueza. Este pensamiento le convirtió en un ferviente defensor del libre mercado.

Hoy en día los apóstoles del libre mercado argumentan de la misma manera que Adam Smith, más o menos, ignorando el hecho de que la riqueza ha crecido muchísimo desde los días de Smith. Tradicionalmente, ellos admiten que el libre mercado se cobra empleos, pero defienden que programas de entrenamiento y reciclaje prepararán a los trabajadores para hacer nuevos trabajos de “mayor valor”. Esto viene a decir que incluso los países o regiones ricas ya no necesiten los beneficios del libre mercado, deben seguir sufriendo sus costes.

Los defensores del sistema actual contestan: nosotros dejamos que los individuos tomen este tipo de decisiones por sí mismos. Si la gente quiere salirse de la cinta transportadora, son libres para hacerlo. Y cada vez más y más gente lo hace. La democracia significa también la libertad para “echar” al capitalismo fuera del gobierno.
Esta respuesta es poderosa, pero ingenua. La gente no crea sus preferencias aisladamente. Sus elecciones están enmarcadas por la cultura predominante de la sociedad en la que viven. ¿Realmente se supone que la constante presión por consumir no tiene ningún efecto en las preferencias de la gente? Prohibimos la pornografía y restringimos la violencia en la televisión, pensando que estas afectan negativamente a la gente, pero, sin embargo, ¿creemos que la publicidad sin control de bienes de consumo afecta sólo a la distribución de la demanda, pero no a otros aspectos?

Los defensores del capitalismo a veces sostienen que el deseo de adquisición está tan profundamente enraizado en la naturaleza humana que nada podría hacerlo desaparecer. Pero la naturaleza humana es un conjunto de pasiones en conflicto y de posibilidades. Siempre ha sido la función de la cultura (incluida la religión) la de alentar algunas y de limitar la expresión de otras.

En realidad, el “espíritu del capitalismo” entró en la historia de la vida humana bastante tarde. Antes de eso, los mercados de compra-venta estaban protegidos con restricciones legales y morales. Una persona que dedicara su vida a hacer dinero no estaba visto como un modelo a seguir. La avaricia y la envidia estaban entre los pecados capitales. La usura (enriquecerse a partir de préstamos) era una ofensa contra Dios.

Fue solo en el siglo XVIII cuando la avaricia pasó a ser moralmente respetable. Se consideró que era sano, valiente y creativo (Prometeico*) el convertir la riqueza en dinero y poner ese dinero a trabajar para conseguir más dinero, porque al hacerlo uno estaba beneficiando a la humanidad.

Esto inspiró el modo de vida americano, donde el dinero tiene la última palabra. El fin del capitalismo simplemente significa el final de la necesidad de escucharle, de prestarle atención. La gente empezaría a disfrutar de lo que tiene, en lugar de querer siempre más. Uno puede imaginar una sociedad de poseedores de riqueza, cuyo principal objetivo es llevar una vida buena, no el convertir sus riquezas en “capital”.

Los servicios financieros disminuirían, porque los ricos no siempre querrían ser más ricos todavía. A medida que más y más gente se encontrara con suficiente riqueza, uno esperaría que el que el deseo de ganancia perdería la aprobación social. El capitalismo habría hecho su trabajo, y el motivo de buscar beneficios volvería al lugar del que vino, en la galería de los pícaros.

La deshonra de la avaricia es posible sólo en aquellos países en los que los ciudadanos ya tienen más de lo que necesitan. E incluso allí, mucha gente todavía tiene menos de lo que necesita. Esta evidencia sugiere que las economías del mundo sería más estables y la gente sería más feliz si la riqueza y los salarios estuvieran mejor repartidos. La razón que la economía da para justificar estas grandes desigualdades salariales (que se necesita estimular a la gente para que sea más productiva) se viene abajo cuando el crecimiento deja de ser tan importante.

Quizá el socialismo no era una alternativa al capitalismo, sino su heredero. Heredará la tierra no desposeyendo a los ricos de sus propiedades, sino dando motivos e incentivos para seguir un comportamiento, motivos que no tengan nada que ver con continuar acumulando riqueza.

Robert Skildelsky, un miembro de la Cámara de los Lores del Gran Bretaña, Profesor Emérito de Economía Política en la Universidad de Warwick, autor de una premiada biografía del economista John Maynard Keynes, y miembro de la junta de la Escuela de Moscú de Estudios Políticos.

*NT: en el texto original se dice "healthily and Promethean", pero lo he traducido libremente centrándome en los atributos de Prometeo y sus acciones. Prometeo era un titán de la mitología griega (los titanes eran una especie de dioses), amigo de los humanos, que desafiaba a Zeus y se enfrentó a los dioses, y enseñó a los humanos varias cosas, entre ellas, el fuego.

 Ya me contaréis qué os parece...

viernes, julio 08, 2011

Shocks Culturales

Hoy me he puesto nostálgica. Me he puesto a leer mi viejo blog donde tengo apuntes de mi experiencia en Japón. Cada vez que lo releo, redescubro algo de mí misma. Es interesante. Espero poder sentir lo mismo cuando relea este blog....

El caso es que me he encontrado con esta entrada que hice un día (día que recuerdo perfectamente por la referencia al restaurante italiano que menciono en ella) de los que peor me encontraba psicológicamente en Japón. Os la remito:

Nieva sobre mojado

El frío no disminuye y la nieve ha sustituido a la llovizna que caía últimamente. Hoy he vuelto blanca a la seminar house. Pero además de las bajas temperaturas exteriores, también tengo frío interiormente. Como ya me pasó el primer cuatrimestre, estoy hasta arriba de Japón y el clima asqueroso que está haciendo no ayuda mucho. Mi hastío está llegando a máximos históricos y no veo manera de reconciliarme con Japón y conmigo misma esta vez. Ya estoy de vacaciones. Ya estoy harta de templos. No hay salvación ni refugio en las cafeterías: el café es tan malo que no hace más que ponerme de peor humor. Hoy fui a comprar un pan integral para la cena y cuando lo abro para tostar, descubro que tiene eso que aquí llaman, por una lejana similitud de ingredientes, "queso". Menos mal que pude salvar algo de la parte inferior del pan y no tiré totalmente a la basura los 189 yenes que me costó la bromita de un pan integral para cenar. Para variar, intenté comer en un italiano, pero la pasta estaba tan dura que era intragable, sólo había un plato sin carne y la ensalada que acompañaba mi set de pasta eran cuatro hojas de lechuga con mayonesa...En la carta no decía nada de mayonesa. Al menos podrían dignarse a traer el aliño por separado, pero ni eso. No volveré a cometer el error de buscar nada europeo en Japón. Es una burda imitación.

¡Pero hecho tanto de menos mi cultura! ¡Mi vida normal! ¡Un café decente, una manzana con sabor a manzana, pasta al dente, auténtica salsa de tomate, verduras de tamaño normal y sabor real, pan integral, auténtico queso! Un día de invierno por encima de los 4ºC, un sandwich sin mayonesa, andar por la calle sin jugarme la vida por culpa de las bicis y los coches, restaurantes que cierren sobre las cuatro -no a las dos de la tarde que es cuando empiezo a tener hambre-, una tarde (hasta ahora lo que tengo son mañanas y noches, de lo pronto que oscurece), poder ver una serie estúpida de la tele y entenderla y reírme de ella con fundamento, no por el absurdo que resulta ver a japoneses poniendo caras y diciendo cosas incomprensibles, un desayuno en el que pueda ver el sol por la ventana, no como estas de la cocina que son opacas y hay que tener todo el día la luz encendida ahora en invierno, escuchar Radio 3 en directo y no a base de bajarme los programas de la web, pasear por delante de los escaparates de las librerías y poder leer los títulos de los libros, tomarme una caña en un bar corriente y moliente, el sabor normal de la leche (sin azúcar añadido), poder comerme unas barritas de muesli o unas galletas porque existan en el supermercado, o yogures, y no esa cosa blanquecina que me revuelve el estómago,...Dios lo que daría por un kebab del Shawarma o un café en Caballerizas*. Pero sobre todo, por sentirme en casa. Cómoda. En un lugar en el que al menos pinto un poco y no soy el bicho que come todo con pan en lugar de con arroz y palillos. Poca gente de la residencia mantiene su comida habitual, excepto por las tostadas con mantequilla de cacahuete: eso debe ser para los americanos como para mí es ahora el pan, el tomate, y el aceite de oliva. O para Karo, el chocolate Milka que le envían sus padres cada mes. Pequeñas cosas sagradas que nos devuelven un poquito a "casa". Algo conocido, donde puedes relajarte.

¿Cómo puedo reconciliarme con Japón sino puedo encontrar en él nada familiar, nada reconocible? Lo que me resulta "reconocible", comparable a mi país, son las cosas que no me gustan: la superficialidad de la gente, las chicas y chicos superpuestos y superpintados, la pijería generalizada, el exceso de maquillaje, el exceso de disfraces diarios, la hipocresía que se encuentra, creo yo, en cualquier sociedad y que cualquiera reconocería, esa que aquí hasta tiene nombre**

*Shawarma es un restaurante de kebabs en Salamanca, mi favorito. Caballerizas es el nombre de la cafetería de mi facultad en Salamanca.
** Me refiero a los conceptos de honne y tatemae, imprescindibles para entender la sociedad japonesa. Os remito a una explicación estupenda de Kirai. En realidad, esto existe en todas partes, las expectativas de comportamiento social, pero en Japón es muy rígido y la diferenciación es muy fuerte, y como cuenta Kirai, el alcohol juega un papel importantísimo!


Menuda depresión que tenía...uf. Pero todo lo que menciono lo sentí así, mucho, y lo sigo recordando claramente. La frustración de no encontrar nada familiar, nada que me hiciera sentir cómoda. Ya os he contado que eso en India no me pasa, por una serie de razones: la calidez de la gente, el clima, el café, el pan,  pero también, y es verdad, por el sabor de la comida y de las frutas (HAY FRUTAS, sólo eso ya es increíble, tras haber estado en Japón), los horarios de la comida (una cuestión muy importante, estos pequeños detalles marcan la diferencia a veces).

Claro que sigo jugándome la vida al andar por la calle (ya véis que no pasa esto sólo en India), que sigo sin poder escuchar Radio 3 en directo, y sin entender la televisión (lo que pasa es que en Bangalore yo no tenía televisión, así que no pensaba en esto). Los libros, al menos, los suelo entender, porque en su gran mayoría están escritos en inglés. Y eso que yo podía leer japonés bastante bien, pero era muy muy lenta...Vale, sigue sin existir queso en India y el aceite de oliva es un pelín carillo (que tampoco tanto, aviso para navegantes: en el Star Bazaar de Koramangala, hay buenas ofertas de marcas como ¡¡Hojiblanca!!), pero hay PAN, CAFÉ, y la posibilidad de irse de cañas. Hay "tapas" (los chaat), hay leche que no sabe raro, hay galletas, hace sol, la gente hace vida en la calle y se relaciona en público, los ingredientes básicos de la comida son semejantes a los españoles (cebollas sofritas en aceite y tomate, luego pan y arroz, las lentejitas, otras verduras....) No voy a cometer la estupidez de probar un restaurante italiano en India. ¿Para qué?

Si algo aprendí de Japón, es que lo que hay que buscar en un país extranjero es aquello que es propio del país. Su cultura. Si no te gusta, vuélvete a tu casa. Si te gusta, aunque sólo sea a medias, puedes volver a tu casa de manera periódica, para sobrellevar los momentos de nostalgia que sin duda te invadirán. No se puede disfrutar de un país extranjero si uno está todo el rato comparándolo con el suyo propio, con su país de origen. Obviamente uno se va a ver frustrado y va a sufrir, porque es imposible que cumpla nuestras expectativas. Cada país es diferente. Y para eso viajamos, ¿no? Para descubrir las diferencias y disfrutarlas. Si no queremos nada diferente, es mejor que no salgamos de nuestro barrio.

Este es mi consejo para todos aquellos que se enfrenten no ya a India, sino al hecho de marcharse a vivir a otro país. Vale para cualquier otro país. Nunca van a ser como aquel de dónde venimos.

Al menos sufrir en Japón me preparó para ser feliz en India. Acepto lo que hay y no lucho. Y como aún encima tiene cosas en común con España, a veces me siento en mi salsa.

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