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domingo, octubre 19, 2014

La historia del té en India

Cuando mencionamos la palabra "India", ciertas imágenes surgen en nuestra cabeza, evocaciones inmediatas que se han instalado en nuestra memoria a través de cuentos, documentales, películas y quizá alguna clase de historia. Entre esas imágenes, una será sin duda, el té.


Y sin embargo, no siempre fue así. Este reciente artículo de la página de noticias Scroll.in sobre la historia del té en la India me ha parecido tan interesante que no he podido resistirme a compartirlo con vosotros, no traducido literalmente, sino parafraseado. En el enlace tenéis el original en inglés.

La planta del té es de origen chino, y fueron los británicos quienes, completamente hechizados por la bebida, la importaron a India y empezaron a cultivarla usando mano de obra nativa. Al principio, toda la producción de té se exportaba a Gran Bretaña, así que los indios que la trabajan ni siquiera llegaban a probar el producto. No obstante, llegado cierto momento de crisis económica, al principio del siglo XX, en el que bajó el consumo de té y por lo tanto, su lucrativo negocio de exportación, los británicos miraron a su alrededor en busca de nuevos mercados para el té. Y girando su vista 360º grados, lo encontraron en la inmensidad de India.

Así que empezó una gran campaña de marketing para convencer a los indios para que compraran y consumieran té. No fue fácil. No estaban habituados a aquella mezcla caliente, y muchas voces se alzaron  en contra de aquella bebida colonial. Entre ellas, la de Mahatma Gandhi, quien en 1942 dijo: "En mi opinión, la utilidad del té, si es que tiene alguna, es que es una bebida caliente y dulce que contiene un poco leche. Los mismos efectos se podrían conseguir bebiendo una mezcla de agua caliente con un poco de leche y azúcar." 

Los Británicos fundaron un comité para promover el consumo del té en India, el Indian Tea Market Expansion Board. Diseñaron anuncios especialmente atractivos para el público indio en el que tenían que detallar las instrucciones de uso de aquellas extranjeras hojitas. Para aumentar el consumo de té no sólo regalaron té en ciudades y aldeas a precios irrisorios, sino que tuvieron la feliz idea de poner puestos de té en todas las estaciones de tren y puertos, práctica que se conserva hoy en día. Ni que decir que tuvieron un enorme éxito.

La empresaria hostelera india Priya Paul ha coleccionado y conservado muchos de aquellos anuncios que los británicos diseñaron para promover el té entre los indios. La mayoría de ellos siguen una estrategia muy sencilla: mostrar el beber té como una actividad deseable, que el público tuviera ganas de imitar. Algunos mostraban además el té como si fuera un regalo de los indios a los colonos británicos. Otros, anuncios ya hechos por compañías indias tras la Independencia del país en 1947, presentaban al té como un producto 100% Swadeshi, es decir, 100% indio.

Estos son algunos de los anuncios:





En el artículo original tenéis algunas fotos más.

jueves, agosto 14, 2014

Instantáneas


Telarañas de nubes en College Row





De la colección de Candados de Calcuta




Vidas paralelas



Cuenta los cuadrados



Vecindario



Las líneas del destino



Después de la tertulia

lunes, febrero 10, 2014

Kolkata Boimela 2014 / La Feria del Libro de Calcuta 2014

Mi ciudad hace amago de celebrar una feria del libro cada año, en verano. Quizá por el calor, se ha ido derritiendo a lo largo de los años, limitándose ahora a una exigua línea de casetas blancas, cada una de ellas copia casi idéntica de la anterior. Como la feria la sitúan en el parque de la Alameda, la mayoría de los visitantes son familias jóvenes con niños pequeños, jubilados y algún adulto con perro, a los que la feria sorprende cuando van de paseo al parque. La mayoría acaba sentándose en las terrazas de las cafeterías de la acera de enfrente, desde donde pueden disfrutar de la vista de las casetas blancas, cómodamente, a lo lejos.

Nada que ver con la Feria del Libro de Calcuta.

Aquí, la literatura es más poderosa que la religión. Los únicos dos asuntos que pueden igualársele son los debates sobre los dos equipos de fútbol de la ciudad, y qué cantante interpreta mejor las canciones de Rabindranath Tagore. Y si bien en Bengala tienen su semana religiosa, Durga Puja, que es la fiesta que inicia el período de fiestas, también tienen sus semana literaria, la Feria del Libro, que es precisamente la que lo clausura. Las dos atraen a gente de todo el estado, incluso a bengalíes emigrantes, que acuden a la ciudad con idéntico fervor, a celebrar, quizá, también la misma cosa: la alegría de vivir.

Porque la feria del libro, aquí, no es una mera exposición de bestseller que nadie compra, una excusa para pasear una tarde por algún lugar distinto del habitual, ni una sorpresa repentina que acaece sobre los paseantes que no se miran la sección de la agenda del día del periódico. La Feria del Libro causa expectación e ilusión, los bengalíes tachan los días en sus calendarios, desde el principio de enero, hasta que se anuncian los días exactos de su duración: entonces todo es planear qué día(s) se irá(n), qué casetas se visitarán, a quién se verá allí, averiguar qué país es el país invitado, qué libros se podrían comprar y hasta si venderán algún libro suyo.

Pero no todo son libros en la Feria del Libro. Una de las secciones más importantes, de las que lleva más ventas, es la carpa de las "little magazines", las pequeñas revistas en las que los escritores y pintores menos conocidos publican, la mayoría de las veces por puro amor al arte. Las pequeñas revistas es donde late la creatividad y la pasión de los bengalíes por la literatura, y la pintura: no sólo en la portada, sino en las páginas interiores, raro es una revista sin dibujos, fotografías o diseños de alguna clase. 


La carpa de las pequeñas revistas es uno de los lugares más concurridos de la Feria


Cada centímetro de las largas mesas está cubierto por números y números de miles de revistas distintas


Todas las revistas comparten las mesas, anunciándose con grandes carteles que indican a los lectores dónde encontrar la revista que buscan


Ejemplo de pequeñas revistas y libros que he ido acumulando estos años (estas son las de Diciembre-Enero)


Uttorkal, una pequeña revista editada por mi amigo Jeet Mukhopadhyay, que ganó un premio a la mejor pequeña revista en la Feria de Pequeñas Revistas que hubo el pasado enero. Hay pequeñas revistas en la Feria del Libro, pero no hay libros en la Feria de Pequeñas Revistas. Un número vale 15 rupias. Imprimir 300 números cuesta más que las 2500 rupias que ganan con su venta.

Cada año la Feria del Libro está dedicada a un país, para el que construyen una carpa más grande con lugar para hacer exposiciones culturales generales sobre el país y exhibir libros para leer allí mismo, sobre el que hay actividades culturales cada día, visitas de autores de dicho país, y espectáculos de música y danza. Este año, el país invitado fue Perú, y se rumorea que el próximo será Bolivia.


Además, hay encuentros literarios con autores nacionales e internacionales (este año fue, entre los internacionales, por ejemplo, nada más y nada menos que Lorenzo Silva - yo leí apasionadamente su El alquimista impaciente - y entre los nacionales, Amit Chaudhuri), conciertos (por ejemplo, hubo un concierto en honor a Peter Seeger, fallecido hace unos días) presentaciones de revistas y lanzamientos de libros (por ejemplo, dos de mis amigos, Himalaya Jana y Sanghamitra Halder, lanzaron sus últimos poemarios)


Antes de olvidar, de Himalaya Jana


i larga, de Sanghamitra Halder

En total, 570 casetas de diferentes editoriales y países. Según la Wikipedia, unos dos millones de personas visitan la feria cada año. Si lo comparamos con la asistencia a mítines políticos en la historia más reciente de Calcuta, incluso en este año que es año de elecciones al gobierno central, gana la Feria del Libro. Afortunadamente. Y, no llevada por el fervor, sino por la desconfianza hacia los medios de contabilización de personas, sinceramente creo que más de dos millones de personas la visitan cada año. En la entrada hay unos detectores de metales y guardias de seguridad que dejan pasar a todo el mundo, sin prestar atención a las oleadas de gente que se agolpan para pasar por los estrechos detectores, que no dejan de pitar, sin que por ello se inmuten en absoluto. No creo que sean ellos los que cuentan. Y si cuentan por ventas, tampoco es fiable, porque mientras para los que viven en Calcuta, se convierte en un lugar de reunión y disfrute, seguramente esperen a encontrar el libro en College Street, donde les harán un mayor descuento; quienes más compran son los de fuera de Calcuta, para quienes la feria supone la oportunidad de comprar libros que en sus respectivas ciudades o pueblos sería imposible encontrar. 

Yo compré algunos libros, y me quedé con ganas de otros, que quizá busque, como los auténticos "calcutenses", en College Street. Pero no quise quedarme con las manos vacías: en una tienda de libros de segunda mano compré una Historia de India en bengalí para niños con introducción por Indira Gandhi y unas ilustraciones preciosas, de esas ediciones que tanto me fascinan, y un libro sobre la vida y obra de Bankim Chandra, el primer gran novelista bengalí, del siglo XIX, que os sonará si habéis seguido mi recomendación y habéis visto Charulata. Y de primera mano, un cómic bengalí (aunque en inglés), Devi Chaudhurani, una versión gráfica de una novela del propio Bakim Chandra, sobre una mujer que se convirtió en una, digamos, reina de los bandoleros en la Bengala rural. 

Pero me quedé con ganas de esto:


Sí, Luis Buñuel


Y, sí, ¡¡Castelao!! ¡Sus viñetas traducidas al inglés y al bengalí!


Y el Ramayana en versión cómic y con un terrorífico estilo gráfico por un dibujante argentino, Quique Alcatena



sábado, enero 25, 2014

Enterrados

Pensamos en India, en hinduismo, en mil dioses, en el Ganges, en Varanasi y en las incineraciones, en las cenizas de los muertos que luego van al río. Mucha gente confunde "hindú" con "indio", obviando que en este país hay una mezcla inmensa de religiones, y que incluso hay más musulmanes que en Pakistán. Y es que además de cenizas, también se entierra a los muertos aquí, a los cristianos y musulmanes, que no son un pequeño número ni mucho menos.

Calcuta está plagada de cementerios, aunque no lo parezca. Dos de los más importantes son el del Park Street, donde los ingleses enterraban a sus muertos, donde no hay ni un solo nombre indio entre las lápidas, y el de Bhawanipur, donde se siguen celebrando funerales, lleno de nombres tanto indios como cristianos.

El cementerio de Park Street se abrió en 1767 y se cerró en 1790, aunque los ingleses siguieron enterrando allí a sus muertos hasta 1830, hasta que no había sitio para más. Este pequeño cementerio, que en su día llegó a ser el cementerio cristiano más grande fuera de América y Europa, está plagado de tumbas monumentales, y hasta sus muros están cubiertos de lápidas. Ahora, aparte de ser un lugar histórico protegido y de figurar en todas las guías de viajes, es un pequeño rincón tranquilo en el corazón de Calcuta, donde las parejas van a pasear y los grupos de amigos van a relajarse entre la hierba.

No hay dos tumbas iguales, y cada una es más curiosa que la anterior. Muchas tienen estructuras piramidales, otras parecen obeliscos, y algunas parecen templos indios o hasta griegos. Entre los nombres de los muertos que descansan allí, no sólo encontramos militares o diplomáticos y sus familiares, sino hasta profesores y lingüistas. Sir William Jones, a quien debemos la lingüística comparativa y la familia indoeuropea de las lenguas, reposa en paz no lejos de la Asiatic Society que él mismo fundó:


La tumba de Sir William Jones recibe cada año flores de la Asiatic Society, y es la única que está cuidadosamente pintada de blanco.


Una misionera que trabajó con las mujeres, seguramente en una escuela (por lo de "zenana", término que hace referencia a la parte de las casas que tradicionalmente estaba reservada para las mujeres). La tumba dice: "Mi amada hermana, Ann Elizabeth Moffat Humphreys, misionera de la Iglesia de Inglaterra, quien se quedó dormida en Jesús el 15 de Febrero de 1910 a los 58 años. Ellos que convierten a muchos al camino de la rectitud, brillarán como las estrellas para siempre. Ella, a quien tanto cariño teníamos, se ha ido de nuestros ojos, tan buena, tan amable, para uno y para todos, querrían que ella viviera muchos años, pero todos debemos partir cuando Dios nos llama."


Una tumba con la inscripción en latín.


La familia unida permanece unida.


El Mayor General Charles Stuart (conocido como Hindu Stuart) 1759-1828. Jefe del Primer Regimiento Europeo de Bengal y más tarde Comandante del Décimo Regimiento de Andis (?)


La tumba de Hindu Stuart imita a un templo hindú como los que hay en Orissa.


Tumba con diseño grecorromano.




El cementerio de Bhawanipur es muy diferente. Tiene un estilo más, no sé, ¿moderno? Aquí las tumbas no son monumentos a los difuntos como en el de Park Street, sino que son sencillas cruces con los datos personales, algún que otro adorno, y muchas muchas plantas y flores.


Una anónima pero querida madre.


Panorámica al media tarde


Quizá esta sea una frase tradicional en inglés, pero traducida literalmente, me resulta ominosa.


Inscripción en bengalí (Mrittu Joye Kobolito Hoilo) en la memoria de Arati Biswas.


El único árbol en consonancia con el lugar.


Una de las tumbas con más decoración.


¿Es Calcuta o es el Castillo de Otranto?


Esta es la tumba más antigua del cementerio, perteneciente a Jeannie, una mujer inglesa (de las pocas que hay enterradas aquí) que apenas dos años después de llegar a India, con 22 años, murió en Fort Williams en 1853 (el mismo lugar donde ocurrió, casi cien años antes de la muerte de esta chica, la tragedia del "Agujero Negro de Calcuta"), dejando además de a su marido, un militar, viudo, también una hija de 4 años.


Destino.

lunes, enero 06, 2014

Bienvenido, 2013 + 1

Ya van tres. Tres Nocheviejas, tres Años Nuevos, tres despedidas y bienvenidas. Tres noches ancianas sin marisco ni uvas ni campanadas ni refritos musicales del año ni champán ni serpentinas ni gorros ni caretas.

Para haceros una pequeña composición de lugar de mis nocheviejas tradicionales, os contaré que son frente a la playa del Atlántico, que siempre hace un frío que pela, que rara vez no llueve a mares. La reunión familiar empieza con la preparación de una cena en la que no falta el marisco, ni la carne, en la que sobran siempre postres, y con la decoración del comedor y de los comensales, que nos adornamos con gorros y con caretas que tienen más de 27 años. Mi favorito siempre ha sido un gorro de plástico en forma de bombín, blanco con puntos rojos. Entre todos pelamos marisco, uvas y repartimos serpentinas que nos lanzaremos unos a los otros al terminar las uvas. Luego acabamos cantando canciones casi decimonónicas (Somos los repatriados / que vamos al mundo recorriendo...) y bailando los hits de veranos pasados que sacan siempre por la tele, aunque mis preferidas siempre han sido las reposiciones de Martes y Trece.

Aquí, claro, no hay nada de eso, y cada año espero con impaciencia descubrir cómo va a resultar la despedida del año. Unos amigos, Tanmay y Sweta, me habían invitado a una fiesta en su casa; además, durante la tarde, había quedado con varios amigos y el día se me llenó enseguida de una cita a otra. En College Street me encontré con los poetas, a los que llevé turrón de Alicante para repartir. Entre ellos, Aritra, Animikh y Sanghamitra estaban invitados a la misma fiesta que yo, juntos nos fuimos para allá. 

Pero antes, nos sacamos unas fotos por las callejuelas amarillentas:


Sanghamitra, yo y Animikh, ejemplificando la palabra "actitud" de diferentes maneras.


Saludando a la ranura de la puerta

Resultamos ser once: Tanmay y Sweta, su hermana pequeña y su hermano mayor, dos amigos de la infancia de Tanmay, y Probaho, un excompañero de pensión de Tanmay y de Animikh, de los tiempos de la universidad, y nosotros cuatro.

Era la primera vez que hacían una fiesta para despedir el año, pero no lo parecía. Comimos y bebimos, nos embadurnamos de tarta de chocolate las caras cuando dieron las doce (algo que les encanta hacer a los indios en los cumpleaños y en cualquier celebración que implique tartas, por lo que he podido observar en estos años), cantaron y bailaron canciones tradicionales, contaron chistes, y nos fuimos a dormir a las 4.


La tarta que no comimos. El pastelero se equivocó en el año y tuvo que "arreglarlo" añadiendo +1. O quizá es que usa Google Plus.


Animikh (alias Kobi, "poeta", porque fue el primero del grupo), en el suelo muerto de risa y de tarta.


Sweta, la anfitriona


El grupo en el salón


Chimpu y Probaho desayunando a la mañana siguiente, sentados a la manera india.


Collage de la noche por Animikh.



Animikh y Sanghamitra cantando una tradicional canción folclórica bengalí, Hrid Majhare.


Sanghamitra, Animkih y Chimpu cantando Tomar Ghore.


Otra más, que no conocía antes.


Chimpu canta y baila Lal Pahari, mientras todos acompañaban con palmas, y Sanghamitra y Animikh, con voz también.

:D

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