Como que un alumno te diga, intentando hablar el mejor español posible para él, que por favor, aunque otros estudiantes no vienen a clase, que él quiere aprender español bien y que le enseñe todo, por favor.
O volver a casa y encontrarte que vas a cocinar tu plato favorito (paneer con espinacas) y a tener auténticas crêpes de postre :)
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jueves, febrero 07, 2013
Sorpresas que te dan la vida
viernes, octubre 26, 2012
Con V de vaca o con B de basura: ¿Varanasi o Benarés? (Tercera parte)
Tres días y medio en Varanasi han dado para tanto, que se me hace difícil seleccionar qué vale la pena contar y qué no, para no aburrir, en el blog. He hablado ya de los gali, del caos, del tráfico, de la policía, de los ghats, de la muerte....
Me queda hablar de la comida.
He mencionado que por Varanasi los puestos de samosas surgen de cada esquina como si fueran setas en otoño. Hay demasiados para contarlos. No sólo venden samosas, sino también kachouri, bread vada, jalebi, etc. La típica comida frita de carretera. No podíamos marcharnos sin aventurarnos a probar alguna de estas delicias, así que buscamos un lugar donde estuvieran friendo las samosas y allí esperamos a que nos sirvieran unas bien calentitas con el chutney de acompañamiento. No estaban mal, pero tampoco fueron alucinantes. En Calcuta las he probado mejores.
Sin embargo, hay una cosa que si es mejor en Varanasi que en Calcuta: el lassi.
Servido en bhar (tazas de barro) como el té, aromatizado con especias y pistacho, el lassi de Varanasi tiene la consistencia y la dulzura perfecta. Perdiéndonos en unos gali después de observar el comienzo de una representación de la Ramlila en un lago sucísimo escondido en medio de la ciudad, dimos con una tienda de lassi que tenía esas preciosidades que veis en la foto expuestas, mientras el dueño, un joven vestido de blanco como todos los hombres de Varanasi (quizá para contrastar con el colorido de las mujeres), batía más yogur con azúcar en un jarrón metálico. Pedimos un lassi para cada una y nos sentamos en la parte de atrás de la tienda. Hombres iban y venían: un cuarentón hombre de negocios, otro que parecía un vendedor ambulante, un musulmán con su barba bien recortada. Todos igualmente amantes del lassi. Incluso nosotras volvimos al día siguiente, antes de abandonar Varanasi.
Esta ciudad tiene fama por los productos lácteos, como el yogur claro, pero también los dulces. Pensé que si la leche de la ciudad era tan famosa, entonces el helado indio, el kulfi, hecho básicamente de leche espesada, aromatizada y helada, debería estar buenísimo. Los tres días y medio que pasé en Varanasi, busqué desesperadamente por cada puesto, por cada tienda, algún letrero que dijera "kulfi", ya fuea en inglés o en hindi (idioma en el que he recuperado un poco de fluidez después de este viaje, ya que en Uttar Pradesh no hablan bengalí). Pero nada. Fue misión imposible. Sin embargo, recomiendo encarecidamente a cualquiera que visite Varanasi, que busque kulfi, lo pruebe, y luego me cuente qué tal está.
La otra gran sensación culinaria de Varanasi fue una pizzeria en Assi Ghat, un lugar que no tiene nada de especial si no fuera por este restaurante y su tarta de manzana. La comida está rica, la pizza es barata (120-150 rupias por una buena pizza hecha en horno de piedra, mientras que en Calcuta una pizza decente cuesta como mínimo 300 rupias). Pero lo mejor, sin duda, es el pastel de manzana con helado de vainilla, un helado cremoso, estilo italiano, que combina a la perfección con el calorcito crujiente y húmedo de la tarta y la manzana. Nada que envidiarle a un apfel strudel o a la "empanada de manzana" de mi resturante favorito de Galicia, el Crisol.
De la cocina de esta ciudad, el plato más conocido es este, el Benarasi Alu Dum, una mezcla de patatas con especias y salsas, para comer con roti.
No tengo foto de la pizza, pero sí de la comida india: un delicioso hariyali dal (lentejas amarillas con muchas verduras) y tandoori roti.
¿No os morís de ganas de probarlo?
Sin embargo, la mejor experiencia de comida en Varanasi no fue esta pizzeria en el Ghat, mirando el Ganges. Podría haber sido bonito, pero para qué voy a engañaros: no lo es, no lo es en absoluto. Varanasi no tiene nada bonito desde los ghats. Ver la ciudad desde una barca al amanecer es una experiencia distinta, interesante, por lo abigarrado y bizarro de la "skyline" de la ciudad. Pero desde la ciudad, observar el río marrón, la tierra sucia, el cielo gris, los barcos viejos, y la nada al otro lado del río, no tiene nada de bonito.
No, la mejor experiencia culinaria fue en nuestra propio hostal. Compramos comida en un restaurante fuera (con el mejor palak paneer que he probado en mi vida), unas cervezas, y tras pedir unos platos a la esposa del dueño del hostal, nos instalamos arriba, donde había una terracita con una mesa de plástico. Allí, observando las estrellas en el cielo, comiendo con la mano, bebiendo cerveza fresquita, y escuchando de fondo una música que repetía continuamente el "om" durante al menos media hora, se experimentaba un Varanasi distinto. Cada pequeño detalle nos intoxicaba, desde el color de las paredes hasta cuando se fue la luz y nos quedamos en la oscuridad completa, acompañadas solamente del "om" y de un cielo que no puede verse en Calcuta. Las estrellas parecían moverse y bailar para nosotras.
A la vuelta a Calcuta, mis amigos me han preguntado si me ha gustado Varanasi. Yo tenía muy claro que no, no me ha gustado nada. Lo sigo teniendo claro. Pero ahora, después de pararme a pensar para escribir en el blog, me doy cuenta de que aunque no me haya gustado, me ha dado un montón de instantes intensos que no voy a olvidar. Quizá esa la magia de Varanasi, más allá de las bostas de vacas, de la peste de la basura, de la jungla de las calles o del negocio de la muerte.
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sábado, marzo 03, 2012
Corta visita a Bangalore
Hay muchas cosas que contar, pero lo primero es lo primero, y si no hago caso de la cronología, pierdo el hilo de las cosas que he contado y las que no. Y antes de escribir sobre cómo fue el evento cultural o mi último descubrimiento por Calcuta, tengo que hablar de la visita relámpago a Bangalore que hice la semana pasada.
Dos días para Bangalore, cuando tienes amigos allí para ver, no son suficientes. Me supieron a muy poco, no vi a todo el mundo, y definitivamente, no comí tanto sambhar como hubiese deseado. Salí el sábado de madrugada y llegué por la mañana a Bangalore, para darme de bruces con dos realidades: que Bangalore tiene un clima maravilloso, del que ahora me doy cuenta, y que Calcuta está vieja. Sí, el aeropuerto de Bangalore es mucho más nuevo, lo sé, Bangalore y Karnataka tienen más dinero y se pueden permitir construir un aeropuerto así. Pero es que no hay color. Al menos el de Calcuta podrían mantenerlo un pelín más limpio, no sé.
Me cambiaron el vuelo dos días antes y tenía que salir a las 5 de la mañana, es decir, que llegué al aeropuerto sobre la 1 y me quedé esperando allí, mientras practicaba a escribir bengalí, y no dormí nada más que en el avión. En el avión, a mi lado iban dos bengalíes que pertenecían a un grupo de unos 5, todos de la misma empresa: una agencia de seguros. A mi lado estaba el jefe, que me contó que como sus 5 trabajadores había hecho muy buen trabajo últimamente, les premiaban así, con una escapadita de cinco días a Mysore y Ooty. ¡Uau!, pensé, ¿qué empresa española hace eso? Y además, me contó, ya habían ido de viajecitos a otras partes de India. No me extraña que sus trabajadores trabajen bien, si me gano un viaje cada dos meses, yo también curraría!!
Me hizo mucha gracia hablar con ellos porque eran taaan bengalíes. No puedo explicar exactamente como, todavía, pero su cara redondeada, comiendo "muri" (un snack hecho de arroz inflado tostado, cebolla y masala), casi todos con sus gafas de pasta y sus curvitas de la felicidad en la barriga: muy bengalíes. Al menos aquí en India la gente no duda en hablarte en los aviones, son muy simpáticos, pero estaba cansadísima y me quedé dormida enseguida.
En Bangalore los perdí, y después de tomarme un té a modo de rápido desayuno, cogí el bus para ir a la ciudad. De repente, todo estaba en kannada y no podía entender absolutamente nada de lo que oía por la calle. Solo a veces, que alguien hablaba en hindi, podía entender palabras sueltas, pero como ya lo tengo muy olvidado, me sentía un país totalmente extranjero. Me he acostumbrado demasiado a escuchar bengalí a mi alrededor todo el tiempo y a ir entendiendo lo que dicen, más o menos, en cualquier parte. Llegar a Karnataka, aunque fuera mi casa hace no tanto tiempo, era ahora como ir a visitar un país extranjero, todo me sonaba a chino.
Por fin llegué y fui a desayunar, un desayuno propiamente dicho, al lado del MTR de St. Mark's Rd. Me hizo gracia que aunque el autobús me dejó en una parte de MG Road que no conocía, pude orientarme y llegar sin problemas a St. Mark's Rd: incluso después de tanto tiempo sin pasar por Bangalore, todavía me sé todas las calles de memoria. Allí hay un restaurante especializado en huevos y tortillas que tienen unos desayunos estupendos. lo que no es tan estupendo es el servicio, porque los camareros son lentos y un poco mal encarados. Pero aun así, los huevos revueltos con espinacas y tostadas de pan integral valen la pena.
Ya descansada llamé a mi amigo Juan, para ir a la casa donde me alojaría ese fin de semana. Un compañero de trabajo suyo tiene un apartamento muy grande con habitaciones de sobra, y allí me dejaron quedarme. La verdad es que es un apartamento envidiable, todo con suelo de mármol, una cocina bien equipada, aire acondicionado en todas partes, baños con duchas como en Europa, sofás, e incluso una terracita desde la que si te asomas un poco y miras a tu derecha, puedes ver UB City. Una localización fantástica para ir a cualquier parte.
Resulta que este compañero de Juan, que también se llama Juan, celebraba su cumpleaños ese mismo sábado. Allí me encontré a los otros españoles y latinoamericanos que ya conocía de las otras veces, y a algunos nuevos (como un puertorriqueño, expiloto de Kingfisher ahora que está en crisis). Fue una fiesta estupenda, en la que no faltó la música y mucha salsa, no en vano el anfitrión es venezolano...Y no faltaron tampoco unos postres estupendos, que al parecer son obra de la mano mágica del expiloto, al que debería pedirle su receta del pastel de chocolate. ¡No podía dejar de comerlo!
Además de tanta fiesta, me reuní con mis amigos y fuimos a tomar un café, no al café Mocha con su maravillosa terraza al aire libre bajo los árboles - que cerró :(- pero sí al Java City que fue casi nuestra segunda casa mientras estaba en Bangalore. Echaba de menos el café del sur, sin duda. Es casi la única cafetería que aguanta en Lavelle Rd; además de Mocha, Barista también ha cerrado, y ya solo queda este Java City (el de Church St también cerrró) y un Café Coffee Day de esos que crecen como setas en las ciudades.
Pero lo mejor fue después, cuando fuimos a UB City al Skyye, que está en una terraza en lo alto del edificio y desde donde se puede ver todo Bangalore. Es un lugar con mucho estilo, un pelín caro, y que por la noche en lugar de encender luces en las paredes de cristal de la terraza, o de tener lamparitas en las mesas, ilumina el suelo, y las propias mesas. Es un poco rollo, porque para leer el menú tienes que girarlo contra la mesa y girar la cabeza tú también para leerlo, pero le da un ambiente increíble al lugar. Eso, con música chill out, y el único lugar donde puedes encontrar cerveza Asahi de importación. Los camareros son muy atentos, siempre pendientes de si necesitas algo. Cuando pedí la Asahi, el camarero me miró con cara de "lo siento, no queda...", pero cuando le dije que es que la Kingfisher no me gusta, se fue al almacén prometiendo que buscaría alguna, y encontró dos botellas que reservó para mí. ¿Se puede ser más majo?
Bangalore al atardecer desde el Skyye
El Skyye. Todo el suelo, las mesas y la barra, de este color azul, son en realidad de cristal con luz debajo, de manera que de noche todo tiene una luz blanco-azulada que se refleja en los cristales de las paredes y en las sillas y mesas blancas...una pasada.
Después de una cena en Koshy's, un clásico que no podía faltar, y un helado para no perder la costumbre, volví a casa a la fiesta de cumpleaños. En Koshy's me di cuenta de que tiene un ambiente similar a la Indian Coffee House de Calcuta, salvando las distancias, porque Koshy's es un restaurante con todas las letras, pero las mesas son iguales y el color de la atmósfera, la cara de los camareros (aburridos de servir), la gente de todas las edades yendo a charlar con un café (o una cerveza en el caso de Koshy's), con cuadros en las paredes de distintas exposiciones...son lo más genuinament bohemio que he visto en India hasta ahora.
Al día siguiente Juan me tenía preparada una excursión a tres templos cerca de Bangalore (cerca significa 4 horas como mínimo en coche), con taxi reservado y todo. Pero como terminamos el cumpleaños tan tan tan tardísimo, decidimos que era mejor aplazarla para otra ocasión...aunque tal vez no haya otra ocasión, porque parece que mi amigo se vuelve a Madrid, próximamente, aunque no descarta la posiblidad de tener que volver a Bangalore. Parece que los negocios en India si van bien, no como en España.
Para despedirse, me regaló ciento y mil cosas; bueno, libros y un disco. Pero como me apasiona leer, es el mejor regalo que me podían hacer. ¡Gracias! (Por cierto, como sé que lees este blog, que sepas que ya me he leído dos de los libros, y estoy por la mitad del de Crimen en Calcuta).
El último día fue un día de relax. Fuimos a comer a un restaurante muy moderno y con mucho estilo no lejos de UB City, también con terraza y un menú de comida occidental. La verdad es que hecho de menos la cantidad de restaurantes y bares y cafeterías con terraza que hay en Bangalore. Supongo que la lluvia de los monzones en Calcuta hace que los empresarios se lo piensen mucho antes de poner algo en una terraza, o tal vez sea el ruido de los coches o la contaminación. Pero las terrazas dan un toque especial a cualquier restaurante, aunque no sean gran cosa, y ojalá hubiera más en Calcuta. Sobre todo en estas noches de casi verano que es ya aquí, pero en las que todavía refresca un poco, una terraza es lo que más apetece.
Este restaurante, el Spiga, lo recomiendo porque la comida tiene un sabor estupendo, los camareros son muy amables y tienen my buena memoria (no les hace falta apuntar lo que pides), y el ambiente y la decoración son buenos, y está muy limpio.
Después de descansar un buen rato, había intentado quedar con mi amiga Prachi, pero no se encontraba bien, estaba en casa con náuseas....¡y es que resulta que está embarazada! Felicidades, chica.
Cuántas sopresas en solo un fin de semana: un amigo se va y otra va a tener un hijo/a. Un fin de semana en Bangalore es demasiado intenso. No da tiempo a todo ni a enterarse de todas las noticias....
De vuelta a Calcuta el lunes por la mañana temprano, salí de mi burbuja de Bangalore para volver a la realidad, el calor húmedo, el polvo y el ruido infernal del tráfico de Calcuta. Pero también para volver al té en la calle, al muri y a escuchar un idioma que cada vez se hace más y más familiar.
Hablando del idioma, una anécdota. Cuando estaba el domingo por la noche tomándome un café con un ex-estudiante en otra terracita, pero esta vez en Koramangala, de repente en la mesa de al lado se sentó un grupo de jóvenes que empezaron a hablar. Y me quedé paralizada. ¡Eran bengalíes! Una o dos palabras y pude reconocerlo y entender un poco de su conversación. Y como me quedé callada un buen rato, en shock todavía sin darme cuenta de que es que estaba escuchando bengalí, mi amigo se rió y me dijo: "¿Qué?, te has dado cuenta, ¿no? Son bengalíes. Ahora te sientes como en casa, ¿no?"
Pues sí, me sentía un poco más en casa, no quizá "en casa", pero sí "en mi país". ¡Ya no estaba en un país extranjero! Ah, la magia de entender lo que dice la gente en la calle...lo cambia todo. Aunque entiendas el 10% de lo que hablan, lo interesante es que entiendes sin escuchar, y lo que hablan deja de ser simplemente un ruido más, para volverse algo humano.
La de cosas que se descubren en Bangalore, además de restaurantes :)
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martes, febrero 28, 2012
Otras fotos de Calcuta
Una noche cuando volvía del cine, pasé por mi callejón favorito y no pude resistirme a sacarle una foto.
Un rickshaw esperando hacer su último servicio del día
Pintadas en la escalera de la Universidad de Jadavpur
Los cuervos no son tontos, y como las gaviotas en Galicia, se aprovechan de cualquier cosita que deja la gente sin comer en la calle.
Un "roll", la comida rápida típica de Calcuta: un pan (paratha) frito al que se le pone cebolla, y o bien verduras o bien paneer, pollo o pescado, o una tortilla francesa, chilis y lima, y se enrolla para comer como una fajita mejicana, casi casi.
viernes, enero 06, 2012
Orissa - Konark II
Amanecimos en Konark un poco tarde, a eso de las 9, cuando queríamos haber madrugado, pero nos resultó imposible con lo cansadas que estábamos.
Si bien durante el día hacía bastante calor en Orissa, por la noche y la mañana refrescaba que parecía invierno de verdad (que lo era). Así que ducharse con agua fría no era demasiado apetecible, pero no había más remedio. En realidad, después de un rato, el agua ya no parecía tan fría. Lo peor era el vientecillo helado que se colaba por la puerta...ya he dicho que el baño no estaba en la habitación, sino justo al lado en un habitáculo mínimo, y se notaba la temperatura de fuera.
Salimos a desayunar un té y unas pastitas y un poco de fruta. Esperábamos ver a nuestro viejecillo guía en los alrededores, pero ya debía haber entrado con algún otro grupo porque no le veíamos por ninguna parte. El templo tenía muchísima vida por la mañana comparado con la tarde. No se veían extranjeros, los turistas eran 99% indios, el otro 1% éramos nosotras. Parecía mentira que tanta gente se pudiera reunir en un pueblo tan pequeño para ver un templo en ruinas donde no se celebra ya ninguna ceremonia religiosa.
Pradeep, el dueño del restaurante al que habíamos ido a tomar té la noche anterior, nos había dicho que en la taquilla dijéramos que éramos amigas suyas y así nos cobrarían la tarifa india. En muchos monumentos y lugares turísticos hay una tarifa para indios y otra para extranjeros, aunque como ya conté cuando fui a Hampi, puedes regatear. En este caso, eran 250 rupias para extranjeros y 10 rupias para los indios. Pero lo que hicimos fue explicar en bengali al taquillero que no éramos turistas, sino que trabajabamos en Kolkata y que teníamos permiso de residencia, y mostrar nuestras credenciales. Así que pagamos 10 rupias, como todos los demás, y en los demás controles hicimos lo mismo: explicar en bengali, enseñar los papeles y no decir ni una palabra en inglés. Claro que esto nos vale a nosotras que estamos aquí por una empresa india, en otro caso no sé si valdría por mucho bangla, hindi u oriya que hables. Pero bueno, hay que saber que se puede regatear. Siempre se puede regatear en este país. Hasta las fotocopias las puedes regatear.
Entramos, sin guía al final, aunque la guía de Clo tenía varias explicaciones acerca del templo. Está bastante en ruinas, la verdad, solo la parte que se ve desde la puerta está restaurada: la parte de atrás es un amasijo de piedras lisas, para contener la estructura, andamios oxidados y otros restos. Un poco decepcionante, la verdad. Me pregunto si tanta reconstrucción vale la pena, porque aunque la parte bonita parece real, por detrás con tanta piera lisa que obviamente no estaba allí originalmente, una se pregunta si el templo era así o no cuando lo construyeron.
La bonita parte delantera
Y la dudosa parte trasera
Los leones que franquean la entrada, como en todo templo asíatico que se precie. El león está aplastando a un elefante. No es el duelo de la selva, tiene significado religioso. Es algo que se ve en varios templos hindúes. Al parecer (esto nos explicó un sacerdote en Bhubaneshwar) el león es el símbolo del hinduismo y el elefante el del budismo, y significa, como podéis imaginar, que el hinduismo es superior al budismo.
Bailarines y bailarinas esculpidas en el templo
Además de leones también había caballos.
El templo del Sol está diseñado como un carruaje que lleva al Dios Surya (el sol) dentro. Por eso los caballos, que originalmente había más, creo que eran siete, significando los días de la semana. Las ruedas, que simulan las del carro, son 24, una por cada hora del día. Cada rueda tiene ocho radios, que señalan 8 momentos del día y en los que está esculpido una imagen diferente relacionada con esa parte del día.
Como contaba antes, Konark estaba lleno de turistas indios que habían venido a ver el templo del Sol. Sin embargo, a la media hora me entraron dudas al respecto. ¿Habían venido a ver el templo, o a sacarle fotos a extranjeras?
Nunca me había pasado nada así. Supongo porque siempre he viajado acompañada de indios o a lugares donde hay tantos extranjeros que están más acostumbrados. Pero aquí, cada dos pasos te paraba un grupo o una familia a preguntarte ya no de dónde eras ni nada, sino simplemente si podían sacarse una foto contigo. Y cuando te pillaba un grupo, significaba que venían tres grupos más, para aprovechar el momento. Algunos después se interesaban por saber de dónde eras o tu nombre, pero la mayoría simplemente quería una foto con una extranjera, y ya está. Y esto lo hacían familias, niñas, adolescentes, chicos y chicas jóvenes y hasta parejas de jubilados. Había de todo.
En un momento estaba intentando sacar una foto del templo, brujuleando con mi cámara, y no pude sacarla porque había tanta gente acumulada preguntándome si podían sacarse una foto conmigo que los turistas que no querían sacarse una foto no podían pasar, y tuve que desistir de sacar mi foto.
¿Esto es lo que viven las estrellas de cine? ¡Pues qué horror! Aunque al menos aquí no había gritos, desmayos, ni me pedían autógrafos...
Clo se reía de mí porque ella ya estaba acostumbrada a ello. Pero para mí era la primera vez, y fue un auténtico shock. La experiencia se repitió en el resto de nuestras vacaciones, pero nunca fue tan intenso como en Konark.
Salimos como pudimos, finalmente, justo cuando entraba un grupo de japoneses jubilados con sus camaras de fotos. Me pregunto si también se sacaban fotos con ellos. Aunque a lo mejor a los japoneses les gustaba más, están más acostumbrados a sacarse fotos con extranjeros (ellos también lo hacen, pero menos agresivamente).
Salimos del templo y decidimos que era el momento de acercarse a la playa, Chandrabaga. Al final no nos atrevimos a ir con la moto de nuestro recién conocido amigo, y subimos en un autorickshaw compartido, 20 rupias en total, solo ida. Íbamos con un grupo de mujeres de Orissa que hablaban entre ellas y nos señalaban, pasándoselo en grande a nuestra costa. Me pregunto que dirían.
La playa está cerquita, a 3 kilómetros, y es un lugar enorme y tranquilo. Allí nos relajamos un poco por fin, después del agobio del templo y las fotos, y nos tomamos un coco. Solo faltaba el sol, el cielo estaba nublado ese día. Si hubiera hecho un día soleado, había sido un poco como esa canción de Vinicius de Moraes y Toquinho, "Tarde em Itapoá", aunque sin estera de mimbre:
Um mar que não tem tamanho e um arco-íris no ar, (...)
E numa esteira de vime beber uma água de côco
É bom passar uma tarde em Itapoã
Ao sol que arde em Itapoã
Ouvindo o mar de Itapoã
Falar de amor em Itapoã..."
Ya era la hora de comer y nos fuimos al restaurante de nuestro amigo Pradeep, a tomar un thali. La comida era pasable, baratita, eso sí, un thali nos costaba 40 rupias, y se podía repetir tantas veces como uno quisiera. Además, nos servían papad (una especie de torta frita o asada que es supercrujiente y finita) gratis mientras esperábamos. Incluso mientras comíamos, se nos acercaba gente a saludar, a preguntar de dónde éramos, si nos gustaba la comida, etc. Pero muchos eran niños esta vez, así que sospechamos que sus padres les habían enviado a nosotras para practicar inglés. Poco podían saber que no somos inglesas ni americanas...Es la percepción general en todas partes: todos los extranjeros saben hablar inglés.
Después de la comida, nos despedimos de Pradeep y nos tomamos "paan", hojas de una planta rellenas de diversas especias, semillas y azúcares que son buenos para la digestión. El hombrecillo del paan nos hizo uno espectacular (ved la foto), pero nos timó como quiso. Un error en India es no preguntar el precio de una cosa antes de tomarla / comerla/ viajar. Siempre preguntad, y regatead. El tipo nos cobré 40 rupias en total cuando deberían haber sido 20 como máximo...pero estábamos cansadas y no queríamos discutir.
De nuevo con las mochilas al hombro, fuimos a la "estación de autobuses", es decir, a la esplanada de los autobuses, listas para ir a Bhubaneshwar. El autobús parecía de juguete, pequeñajo y rojo, y se notaba que había sufrido lo suyo en las carreteras. Encontramos un par de sitios donde sentarnos al fondo, dos que no estaban rotos (parecía un milagro en aquel autobús). Lo que había estado rota era la ventana a mi lado, y la habían arreglado poniendo dos planchas de madera. Al menos había algo que me cubría del viento, pero no podía ver el paisaje. Tenía que mirar por encima del hombro del hombre que viajaba delante.
Sin embargo, el viaje de dos horas no se hizo demasiado largo. Entre las cabezaditas y la música, parecía que estaba en una novela. Los pueblos se pasaban unos tras otros, llenos de tiendas de té y de comida, de tiendas de regalos para turistas y de gente caminando por ellos. Ponle a eso una banda sonora compuesta por Yann Tiersen, y estás dentro de un cuento.
Por fin llegamos a Bhubaneshwar, la capital de Orissa. Íbamos a pasar allí dos días. Pero esos dos días, estarán en otra entrada. Por hoy, he blogueado suficiente!
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viernes, octubre 07, 2011
Delhi II
Lee antes mi entrada sobre Delhi I
En Chandni Chowk Market me pasó también una anécdota digna de recordar. Por allí pululaba yo, perdida entre las calles, observando todo a mi alrededor, cuando una familia punjabi (reconocible por la ropa) me paró y me preguntó, en inglés eso sí, dónde había una tienda de dupattas. Esto...no, no me he puesto morena todavía y por mucho que vista salwar kameez, se ve a leguas que no soy india (a no ser que esté oscuro, cuando no se ve el color de piel...aunque mi peinado me delata: aquí nadie lleva flequillo). Tal vez pensaron que debía ser una extranjera que llevaba mucho tiempo en Delhi. El caso es que justo un minuto antes había pasado por una tienda de dupattas y me había parado a mirar...así que tuve la suerte de poder indicarles donde había una. Sí que les debí parecer que llevaba tiempo en Delhi, jeje.
En Chandni Chowk Market me pasó también una anécdota digna de recordar. Por allí pululaba yo, perdida entre las calles, observando todo a mi alrededor, cuando una familia punjabi (reconocible por la ropa) me paró y me preguntó, en inglés eso sí, dónde había una tienda de dupattas. Esto...no, no me he puesto morena todavía y por mucho que vista salwar kameez, se ve a leguas que no soy india (a no ser que esté oscuro, cuando no se ve el color de piel...aunque mi peinado me delata: aquí nadie lleva flequillo). Tal vez pensaron que debía ser una extranjera que llevaba mucho tiempo en Delhi. El caso es que justo un minuto antes había pasado por una tienda de dupattas y me había parado a mirar...así que tuve la suerte de poder indicarles donde había una. Sí que les debí parecer que llevaba tiempo en Delhi, jeje.
Pero lo malo de Delhi, además de los precios y la agresividad de algunas personas, es el clima. ¡OH, CALOR! Y yo me quejaba de Kolkata...después de las 12 el calor era insoportable y huí hacia el metro y el hotel, de donde no salí hasta las 4: no quería morir achicharrada. Me pegué otra ducha y volví a salir, esta vez hacia Karol Bagh: el mercado para ropa de la clase media.
En el metro, tras pasar un templo con una estatua de Hanuman (el dios mono) gigantesca, y tras pasar también una Ramakrishna Mission (y yo que pensaba, tonta de mí, que sólo estaban en Kolkata) -nota: no confundir con los Harekrishna, que esos son otros....- llegué a Karol Bagh, donde enseguida se veía que la gente era diferente. En Chandni Chowk había también gente de clase media, pero casi todos iban vestidos con salwar kameez o sari, ropas más tradicionales: en Karol Bagh, la mayor parte de las chicas, especialmente las más jóvenes, iban con vaqueros y camiseta. Además, sobre todo se vendía ropa, telas, bolsos y joyería. Yo iba en busca de uan tienda que tenía anunciado descuentos en internet, pero antes de llegar a ella me encontré en un callejón con una tienda con telas para salwar kameez con un 40% de descuento, y para qué seguir andando....Tras mucho hablar con los dos dependientes, uno de ellos por fin entendió qué estilo de telas me gustan (nada de brillos ni colores llamativos ni piedritas ni estampados florales), y encontró dos conjuntos estupendos. Bueno, en realidad tres conjuntos estupendos: había uno azul oscuro con bordados pequeños en negro, con pantalón negro a juego y un dupatta a dos colores del que me enamoré, pero por desgracia, tenía bastantes defectillos y estaba sucio y como no me lo rebajaba, lo dejé allí. A cambio me llevé un conjunto azul turquesa y rojo con unos pequeños detalles impresos en forma de lágrima, y otro negro, blanco y rojo.
Después de las compras, seguí paseando sin rumbo y me topé con una tienda a rebosar de gente. ¿Qué sería? Pues nada más y nada menos que una tienda de chaats, los deliciosos snacks indios. Chaats y dulces. La tienda se extendía hasta la mitad de la calle, ya que estaban cocinando continuamente de manera que nunca faltaba de nada.
Después de las compras, seguí paseando sin rumbo y me topé con una tienda a rebosar de gente. ¿Qué sería? Pues nada más y nada menos que una tienda de chaats, los deliciosos snacks indios. Chaats y dulces. La tienda se extendía hasta la mitad de la calle, ya que estaban cocinando continuamente de manera que nunca faltaba de nada.
Cualquier cosa con 100% Pure Ghee garantiza un sabor maravilloso, y un montón de deliciosas calorías...
Algunas cosas las reconocía: esto es onion pakora, esto es aloo tikki, esto son simples patatas fritas, esto son puri con channa (garbanzos)...pero había unas extrañas bolitas fritas pero blanditas que un hombre aplastaba de dos en dos para quitarles agua, y las colocaba ordenadamente en una bandeja con yogurt. ¿Qué será?, me preguntaba. Y le pregunté, pero el tío ni casi. Así que me fui a la caja y allí volví a preguntar: eso es dahi vada.
Los vadas rodeando el borde de la fuente con yogur (dahi)
¿Dahi vada? ¿QUÉEE? Acostumbrada al dahi vada del sur, este no tenía nada que ver. En el sur tiene pinta de donuts de cubierta crujientita, salado, el yogur está diluido y lo sirven con un masala y unas bolitas crujientes (bundi). estas eran unas bolas deformes y blanduchas. Tenía que probarlo. 60 rupias (un poco un robo), por dos bolitas en un platazo lleno de yogur, con masala y una salsa roja dulce, y hasta rodajas de plátano. Las bolitas, echas de harina de arroz, tenían no sólo chili, como el vada al que estoy acostumbrada, sino también guisantes y cebolla. Delicioso. Delicioso y saciante. Me lo zampé enseguida y no dudé en sacarle alguna foto.
Esto fue lo que me llamó la atención, la cocina en la calle pero en el restaurante a la vez
Delhi Dahi Vada
La verdad es que la comida el Delhi está buena.
Después dos de los profes de español me llamaron: estaban en Pahar Ganj, el mercado para turistas y la zona de hoteles para mochileros, pero que también es un lugar estupendo para relajarse, encontrar restaurantes con comida india o internacional a buen precio y como se dice en inglés, to hang out. Mi plan era ir allí al día siguiente, pero no pude resistirme y fui esa misma noche. Nos fuimos a un hostal con restaurante y cafetería en el último piso, una terraza desde la que puedes ver el paisaje nocturno de Delhi. Una maravilla de lugar. Me recordó un poco a Goa, por el ambiente relajado, las mesitas, los turistas y la comida israelí en el menú.
Pero los demás estaban en casa de uno de los profes de Delhi y allá fuimos, en un rickshaw cuyo conductor dijo conocer el camino pero no, que se perdió y dió mil vueltas, enfadado porque estaba perdiendo dinero...Al final dimos con el sitio, en un completo residencial estupendo, muy tranquilo. Dos noches completas hablando español, discutiendo sobre el español en India, las clases, las infraestructuras, los problemas...ha sido estupendo poner en común tantas cosas!
Muerta de sueño, volví al hotel para dormir antes de dejarlo al día siguiente. Al final volví a Pahar Ganj, a desayunar en la misma terracita, porque tenía un desayuno con café y yogur con cereales y fruta que me apetecía un montón. Y era el lugar más tranquilo de Delhi que habái visto hasta entonces. Después de darme una vuelta por el mercadillo, una trampa para turistas (ahora que si supieran los vendedores que en Goa venden las mismas cosas por el triple...no compré nada pero me hacía gracia preguntar por los precios porque estaban tirados y seguramente seguían ganando dinero, cuánto cobrará el que hace esas cosas...), volví a Connaught Place y me dí una última vuelta muerta de calor antes de coger un taxi al aeropuerto.
El aeropuerto de Delhi es también otro mundo. Modernísimo. No sé cuántos años tiene, pero indudablemente, muchos menos que el Calcuta, que casi parece del tiempo del Raj Británico...jajaja. Al aeropuerto de Delhi, al menos a la terminal de vuelos domésticos, sólo le falta una cosa: una tienda en la que vendan postales!! Encontrar postales aquí en India se está convirtiendo en una misión imposible.
Al final llegué al aeropuerto prontísimo: yo pensaba que habría problemas de tráfico y en medio hora ya estaba en la terminal. Tenía 4 horas por delante, en las que me dediqué a dormir, que me hacía falta. En cuanto encontré un asiento libre (deberían poner más asientos, la verdad), me senté y me dormí con los pies apoyados en la mochila. Desperté a tiempo para facturarla y pasar seguridad, tomarme un heladito, encontrarme de pura casualidad con otro profe de español volviendo a su ciudad, y subirme al avión.
Lo peor fue llegar a Calcuta. Estaba cansada, me dolía el estómago y tuve que esperar más de una hora en la cola para contratar un taxi de prepago, porque todos los vuelos llegan de noche. Un horror. Menos mal que los dos indios detrás mía hablaban entre sí en inglés y me entrenía un poco escuchándoles. Después hicimos los tres conversación con otro indio que resultó ser músico y haber estado en Barcelona...Es sorprendente la cantidad de indios que han estado en Madrid o Barcelona en algún momento.
Y después de la cola, otra aventura: cruzar Kolkata de noche en Durga Puja, que viene a ser el festival religioso más improtante de la región. son 9 noches de fiesta, con estatuas de la diosa Durga y sus hijos en grande por toda la ciudad (como si de belenes navideños gigantes se tratara), que la gente visita a pie, uno tras otro, mientras suena la música, se quema incienso, se come por la calle, se habla y se disfruta del ambiente de una ciudad totalmente iluminada por millones de bombillas de colores. Es una pasada de la que hablaré en una próxima entrada.
Las luces de la ciudad desde el taxi
El caso es que el taxista era un listillo, no hablaba inglés pero entre hindi y bengali conseguimos entendernos un poco. Tenía mucha labia y quería conversación, que llegó al punto surrealista de preguntarme si estaba casada, que él estaba soltero...yo le dije que estaba prometida para zanjar el asunto, pero entonces empezó a preguntarme cómo era el novio, al final acabé contándole que tenía un novio bengalí que trabajaba en un call center y que me casaría el año que viene...Al menos practiqué bengali. Me dejó en la puerta del campus sin problema, pero una hora después (a esto que ya era la 1.30 de la madrugada) y eso sí, pidiéndome más dinero por Durga Puja, a lo que yo le di 30 rupias y el tipo que me pedía cien. Yo le dije que no tenía pasta que era estudiante, y entonces rebajó a 50, pero nada, se quedó con las 30 y punto.
En cuanto llegué me pegué otra ducha y me tiré en la cama para quedarme profundamente dormida, y descansar por fin, hasta el mediodía del día siguiente, ¡¡lista para disfrutar de Durga Puja!!
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Delhi I
Llevo tiempo en India, pero todavía no había visitado la capital, Nueva Delhi. Sin embargo, una llamada de la embajada respecto a la programación cultural ha hecho que por fin la visite. Allá fui el primer fin de semana de octubre. Para prepararme para el viaje, me leí de cabo a rabo lo que mi guía Lonely Planet dice de Delhi, además de otras webs como Wikitravel o Minube o blogs...Para acabar, al final, muerta de miedo pensando que Delhi es la ciudad más peligrosa de la tierra.
Con unas expectativas malas embarqué en el avión, intentando practicar algo de hindi con tal mala suerte que ya sólo me sale bengali...es lo que tiene vivir en Kolkata. Al llegar, recibí una llamada del hotel que había reservado justo esa misma mañana: desde que estoy en India me estoy volviendo un poco indolente, qué se le va a hacer, algo siempre se pega....menos mal que esto es India y aquí siempre hay algún sitio donde dormir. El caso es que los del hotel me llamaron, muy amablemente, para confirmar que iba y la hora de llegada. Después contraté un taxi de prepago, para no llevarme sustos, aunque con el taxi empezaron los sustos.
Avisada por los blogs y las guías, me fui corriendo al mostrador de los taxis de prepago de la policía de Delhi (que son los baratos), y con mi recibo agarrado con fuerza, me fui en busca del taxi. Me esperaba tener que aguantar a numerosos conductores gritándome que ellos me llevarían, pero no fue así. También, siguiendo las recomendaciones que había leído hasta el momento, apunté el número de teléfono de la policía y el número de matrícula de mi taxi. Allá me subí al mío, aparcado en el número 35: un hombrecillo mayor, oscuro y consumido me pidió el recibo nada más entrar. Pero el recibo no se puede dar, en principio, hasta que se termine el trayecto, porque sino se dan por cobrados (ellos necesitan el recibo para cobrar el viaje) y pueden hacer contigo lo que quieran...me refiero a llevarte a otro sitio (normalmente se supone que insisten en eso, con o sin recibo) o recoger a más pasajeros, cosas así. Si les amenazas con no darles el recibo, pues tienes algo de poder. Pero la verdad, yo recomendaría no amenazar a los taxistas....Sobre todo si son como era el mío.
Total, que con el recibo pa aquí y p'allá empezamos mal, discutiendo. Al final me arrancó el recibo de las manos, lo miró, y me lo devolvió. Las cosas que pasan por no saber hablar el mismo idioma. A la salida del aeropuerto hay una garita de policía donde un poli te apunta en un registro, después de mirar el recibo. El taxista sólo quería dárselo, pero al final se lo di yo de tanto negarme a pasarle el dichoso recibo. Nada más terminar el trámite y pasar la garita, el tipo aceleró con mala leche y empezó una carrera hacia la ciudad en la que yo me estaba muriendo de miedo: estoy con un conductor enfadado y amante de la velocidad en una carretera india! papeletas para un accidente, todas, pensaba.
Pero al final la congestión del tráfico le impidió coger velocidad. Menos mal. O no. Porque lo siguiente que intentó fue imitar a los rickshaw y serpentear por todo hueco visible para adelantar en la carretera. Con tan mala suerte que le dió a una moto. El motorista y su acompañante, dos jóvenes regordetes, pararon y se bajaron enseguida a gritarle al conductor, a mi pobre taxista viejecillo y flaco. Empezaron a discutir de mala manera: los motoristas empujaban el coche e intentaban pegar al taxista a través de la ventana, y golpeaban las ventanas con los cascos. Yo empecé a gritar en español también a ver si por verme se controlaban un poco, pero nada. Lo que funcionó fue que el tráfico empezó a fluir otra vez y mi taxista salió corriendo, dejando atrás a los enfadados motoristas.
Entonces decidí que tal vez había sido demasiado dura con el pobre taxista, que se veía que tenía una vida díficil, con clientes antipáticos como yo y motoristas enfadados, así que empecé a sonreírle un poco, pero el tío nada, seguía de mala leche. Está claro que sobrevivir en Delhi no debe ser fácil, pensé.
Me llevó directamente al hotel, sin decirme que estaba completo ni que conocía un hotel mejor ni nada. El tráfico era muy malo y se pasaban ya de las 7, que fue la hora que les dije a los del hotel que llegaría, aproximadamente. Entonces me llamaron para ver si iba todo bien - qué majos -, si mi taxista me estaba llevando a donde yo decía, y cuándo llegaría. Como yo no sabía donde estaba, el taxista, que se debía imaginar de qué iba la conversación, o que entendía inglés pero no sabía hablarlo (porque a mí no me dijo nada en inglés), gritó algún nombre y los del hotel lo oyeron. Estábamos cerca. A los cinco minutos llegamos a Connaught Circus, y allí en la calle había dos hombres trajeados que eran del hotel, para indicarle al taxista dónde parar. Muy amables y correctos en todo momento. El taxista se largó en cuando le di el recibo, sin responder a mi sonrisa.
Los encargados del hotel fueron muy majos pero me dieron una habitación bastante mala, que daba a la calle, por lo que era muy ruidosa. Pero estaba demasiado cansada para pedir otra habitación, que seguramente me la habrían dado, pero para dos noches, qué más daba, pensé yo. Como fuera ya era de noche y había leído muchas cosas sobre Delhi y lo que había visto de la gente hasta ahora es que era muy agresiva, decidí no salir y me puse a ver telenovelas y concursos en la tele: como no tengo, cuando pillo una tele me quedo pegada a ella!
Al día siguiente tuvimos la reunión en la embajada, hablando de las actividades culturales que se pueden hacer en India, hablando de los DELE, de los problemas e idiosincrasias de cada región en la que estamos...vamos, que nos podrían haber enviado un email, la verdad. Al final no hubo tiempor para discutir apenas nada: teníamos programada una comida con el embajador y no podíamos llegar tarde. Sí chicos, una comida con el embajador, vamos, que ni en sueños había pensado yo que fuera a ver a uno, y no sólo vi uno ese día, sino que más tarde en el Insituto Cervantes me presentaron al embajador de Uruguay en el ascensor y luego vi al de Colombia, aunque con él no llegué a cruzar palabra.
¿Qué puedo decir de la casa del embajador y de la comida? Bueno, pues que algunas cosas son tales y como te las imaginas, y otras, pues no...
Como comentaba, después nos fuimos al Insituto Cervantes en Delhi. UAU. Ojalá mi universidad tuviera esas instalaciones. Qué digo, ojalá la facultad de filología de la USAL tuviera esas instalaciones....que ni en España, vamos. Está situado no en una calle principal, pero muy cerca (casi mejor, por el ruido), y es un edificio impresionante. Varios pisos, incluso subterráneos, sala de exposiciones, clases, sala de proyecciones, ordenadores con pantalla plana y conexión a internet, biblioteca, varias salas de conferencias, clases pequeñas pero con pupitres y pizarras blancas, algunas con pizarras electrónicas...no le falta de nada. Yo que tengo una pizarra de las viejas, verdes, con tiza, y unos bancos incómodos y rígidos, sin ordenadores ni proyectores ni nada, sin aire acondicionado, con unas ventanas que dan a un patio triste y por las que ya me han entrado varios pájaros y hasta murciélagos en clase, por no decir perros o gatos que asustan a las alumnas... Ni siquiera la Alianza Francesa (bueno, no he visto la de Delhi, que habría que verlo) tiene las instalaciones que tiene el IC. Aunque la de aquí tiene dos edificios coloniales superbonitos y pizarras electrónicas (un poco lentas, según mi compañera francesa, pero bien útiles, con conexión a internet). Claro que la Alianza Francesa tiene centros en casi todas las ciudades grandes de India. Los que no he visto por dentro aún son los Max Mueller de alemán, que también están por todas partes, la verdad.
Después del IC, por la tarde-noche ya, todos los españoles que nos encontramos allí nos fuimos a tomarnos unas cañitas y a cenar algo, siguiendo nuestra tradición española. Fue muy interesante porque todos tenemos cosas en común, sobre todo los estudios, pero además el haber vivido anteriormente en el extranjero, aunque solo fuera de erasmus. Pero en realidad la mayor parte de nostros había estado ya en lugares tan variopintos como Jordania, Siria, Europa del Este, Singapur,...
Volvimos a casa a medianoche. No tuvimos problemas para encontrar rickshaw, aunque hubo que regatear bastante: aquí son caros y como seas extranjero, no se cortan en pedirte más del doble de lo que vale el viaje. Vale la pena mucho más viajar en metro.
De hecho, eso fue lo que hice al día siguiente, viajar en metro y patearme la ciudad. Una pena que no se puedan sacar fotos del metro porque es una pasada, vamos, que si lo ves vacío te crees que estás en Japón, pero cuando ves a la muchedumbre vestida con saris, kurtas y mochilas de los trabajadores de las companías de informática, o a los militares con sus kalasnikov paseándose por el metro, y a los sikhs con sus turbantes (que Delhi está lleno), ya te das cuenta de que en Japón no estás. Cuando entré en el metro no me podía creer que eso fuera India, empezando por los precios. Vale más barato ir en rickshaw en Kolkata que ir en metro en Delhi.... Es que si lo comparas con el metro en Kolkata, que es muy funcional y barato y conveniente...y viejo..., son dos mundos diferentes.
Otra cosa que tienen en común el metro de Tokyo y el de Delhi es el vagón sólo para mujeres, señalado con rosa, ¡cómo no!
Total, que tomé el metro y me fui al sitio que no puede faltar en una visita a Delhi. ¿El Fuerte Rojo (Red Fort)? ¿Jamia Masjid? Nooooo.....¡Chandni Chowk Market!
Observad la cantidad de cables que se acumulan a la derecha de la foto.
En la calle que vende cosas para rituales religiosos
Callejuela de Chandni Chowk
Una de las cosas que me apasionan de India son los bazares. Chandni Chowk Market en Delhi es uno de los sitios que no te puedes perder. Pero además, me hacía gracia ir, porque también hay un Chandni Chowk en Kolkata...aunque son muy diferentes. En Kolkata, Chandni Chowk es el mercado de electrónica, ordenadores, luces, electrodomésticos, cosas de casa y limpieza, y herramientas. En Delhi, es el mercado de TODO: desde ropa hasta neveras pasando por una calle solo para saris, o joyerías, o cosas para rituales religiosos (puyas), o tarjetas de felicitación de papel hechas a mano (aunque me parece que esto está en realidad en Chowri Bazar, lo que pasa es que anduve tanto que me perdí y acabé allí). Por supuesto no faltan las callejeuelas y los tenderos gritándote que te pares un momento en su tienda y les compres algo. Hay personas vendiendo frutas y verduras por la calle, pequeños templos en los que la gente presenta sus respetos al dios entre compra y compra, coches, motos, rickshaws (sobre todo los que son llevados por personas a pie o en bici), vendedores de pani puri, o de bhel puri, o cualquier otro chaat (snack) indio. Y en una calle, restaurantes especializados en parathas (un pan indio frito en aceite en una sartén grande) rellenas de cosas al gusto.
Lo que me costó encontrar en Delhi fueron puestos de té. No sé porqué los chaiwallas parece que tienen problemas para tener permiso y poner su puesto en la calle. En Chandni Chowk apenas vi uno o dos, y no dudé en pedir un té a uno de ellos. Y quizá por que son escasos, se lo curran más, o quizá solo fuera ese vendedor de té en particular, pero fue el mejor té que he probado hasta ahora en India. Sólo había que verlo para saber que el té iba a estar bueno: al lado del té tenía jengibre fresco y cardamomo verde en un frasquito. Aquí en Kolkata he visto algunso chaiwallas con el jengibre al lado, y es señal de que sin duda el té va a tener un sabor especial, pero no he visto aún a ninguno con el cardamomo....Veía al hombre esmagar el jengibre con una barrita de madera, y luego el cardamomo, y echarlo en el té, con despreocupación, sin medir cantidades ni nada, prácticamente sin mirar, mientras hablaba con otro cliente, sin saber qué ese sencillo gesto que para él era algo que estaba aburrido de hacer, para mí era una maravilla, y eso me maravillaba aún más. El té estaba fantástico, por supuesto. Ahora si, me costó 8 rupias, y no es que me queje, que en España un café vale 80 rupias más o menos, pero es que en Kolkata el té me vale 3, y claro, estoy mal acostumbrada....
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viernes, agosto 26, 2011
...hemos vuelto
Desde esta misma mañana vuelvo al mundo de la red, a estar conectada con vosotros, lectores y lectoras, pero también amigos y familia. Parece mentira lo mucho que una se acostumbra a esta en contacto con todo el mundo a la vez, a leer las noticias por internet, a escuchar la radio e incluso ver programas de televisión, a trabajar y buscar información...
Pero en estas dos semanas sin internet he estado haciendo otra cosa: conociendo Calcuta, acostumbrándome de nuevo a India, pero a una India distinta. La verdad es que lo primero que me asaltó fue la conciencia de esta diferencia. Es absolutamente visible desde que llegas a la ciudad, pero también hay otras cosas, no visibles, que solo conoces cuando empiezas a moverte y a tratar con la gente, que son muy diferentes.
Lo primero: los edificios y las calles. Los edificios son bonitos. Serían bonitos. La mayoría son de arquitectura colonial y se nota que tienen un diseño inglés de la época. Tienen arcos y ventanas, fachadas decoradas, columnitas...Serían bonitos si estuvieran en condiciones. Pero no lo están, están abandonadísimos. Se caen a cachos, vamos. Hay grietas, desconchados, colores desvaídos, ventanas con persianas rotas, goteras, musgo, pegotes negros en las pareces. Parece mentira que por dentro se mantenga la estructura de algunos edificios y que haya gente viviendo en ellos. U oficinas. Se aguantan milagrosamente, pero no sé hasta cuando.
Y las calles. Lo primero, un punto positivo: hay aceras. Hay aceras en todas las calles que he visitado hasta ahora, y me he movido por la vieja Calcuta. En Bangalore, había aceras en cuatro calles. Pero además, las aceras están llenas de vida. En Bangalore, a veces veías puestecillos de venta ambulante de comida, snacks, helados, relojes, bisutería...Pero en Calcuta, todas todas las aceras están a rebosar de un puestecillo tras otros, incluso con bancos para sentarte en aquellos donde sirven comida o té y pastas. Pero también venden desde menaje de cocina, hasta ropa de cama, pasando por ropa, fundas de móviles o accesorios de papelería. Sin olvidarnos de la fruta y los zumos de caña de azúcar. Sin embargo, lo que más abunda con diferencia son los puestos de té y pastas. Hay, a lo mejor, cuatro seguidos, que se hacen la competencia pero que sobreviven juntos. En Bangalore, los teaboys (chaiwallahs) iban en moto o bici de un lado a otro de la ciudad, parando a la puerta de las tiendas, o en las aglomeraciones, o cuando alguien se lo solicitaba. Tenían una ruta que cubrir todos los días. Sin embargo, aquí, los puestos son fijos: es el cliente el que se mueve. Eso sí, se aseguran de que todas las calles están cubiertas para que nunca falte el té. A cada cuatro pasos, tienes un puesto, o casi.
Siempre me he preguntado qué sería de India sin té.
El té es otra diferencia. Además de lo de los puestos versus los chaiwallahs ambulantes, otra diferencia es que en Bangalore, tenían además de chai, una oferta amplia de cosas: café, té negro, leche de almendras, té con limón...Aquí, no: chai o chai. Eso sí, hay pastas. Y te puedes sentar. Sólo falta el periódico del día.
Ah, y una última cosa en cuanto al té: en Bangalore, lo sirven en asépticos y fríos vasitos de plástico, como los de flúor de la primaria en la escuela. En realidad, en Bangalore todo lo sirven en cosas de plástico que se acumulan como basura no degradable en cada rincón de la ciudad. Aquí, te sirven el té en cuenquitos de barro que tiras a una papelera de cada puesto, a veces en la calle también, cuenquitos que se desharán con la lluvia (continua). La verdad es que todo lo sirven en estos cuencos de barro: cada vez que pides comida para llevar en un restaurante pequeño o tradicional, también en las tiendas de yogures o leches dulces (un descubrimiento de Calcuta), incluso los puestos de zumo de caña de azúcar te lo venden en uno de estos cuencos (pero en grande, los de té son chiquititos). La verdad es que le da un toque diferente al té, es como una experiencia más auténtica. En Bangalore, en algún sitio me lo han servido en un vasito de cristal, como de chupito, pero en el cuenco de barro, casi del mismo color que el propio chai, tiene otro sabor. Un sabor mejor.
De momento: Calcuta 1- Bangalore 0
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jueves, abril 14, 2011
South Indian Thali
Los llamados "thali" son lo que en España sería un plato combinado: un montón de distintos platos, todos juntos en una bandeja. Solo que aquí, en lugar de amontonarse alrededor de un pedazo de carne, se amontonan alrededor de un buen cuenco de arroz, con algunos panes. Según la zona de India son distintos, pues en cada lugar tienen distintas especialidades, y viendo lo que te ponen puedes decir de dónde es la comida. Si bien entre los thali del norte y los de sur hay diferencia, dentro del norte y dentro del sur, según la región, también cambia la cosa. En realidad, incluso distintos restaurantes ofrecen cosas distintas. Pero en general, en el sur encontrarás siempre mucho arroz y menos pan, a veces incluso dosa (que es como una pancake salada del sur), y siempre habrá rasam, una sopa picante de tomate (normalmente, aunque puede ser de otros ingredientes), y sambar, otra sopa, esta vez de lentejas. Luego habrá algún que otro vegetal con salsa (lo que llamaríamos "curry"), otro sin salsa, y luego alguna cosa con yogur, y algún otro tipo de arroz. A veces incluyen un dulce también. Ah, y una especie de pan crujiente, como un cracker enorme, no sé como describirlo...a mí me parece una patatilla frita de bolsa gigante, pero el sabor es muy distinto.
Aquí, una pequeña muestra del thali que me he comido hoy, en MTR (pero en otro MTR, no del que hablé anteriormente en otro post. Resulta que han montado una cadena y hay uno cerca de mi casa!!)
Aquí, una pequeña muestra del thali que me he comido hoy, en MTR (pero en otro MTR, no del que hablé anteriormente en otro post. Resulta que han montado una cadena y hay uno cerca de mi casa!!)
Thali del sur de India, con empezando desde el cuenco amarillo: dulce de almendras, vegetales con coco, yogur, yogur líquido con cebolla (raita), un arroz con verduras y lentejas (bisibele bath), rasam de tomate, sambar, chutney de coco y menta. En el centro, masala dosa (pancake rellena de puré de patata con vegetales) y arroz. En el borde, detrás de los yogures, papad, el crujiente del que os hablaba.
Y este es el thali, o lo que queda del él.....
Este es un thali del norte de India. Como podéis ver, hay mucho más pan. Vienen dos rotis, este pan grande aplanado, debajo hay otro papad, de lentejas, en la esquinita eso rojo es una salsa picante hecha de vegetales, hay cebolla y pepino crudo como ensalada, lentejas (dal), arroz pulao (con vegetales), unos vegetales en salsa, y arroz con yogurt. Es uno de los más simples que he visto hasta ahora, no de los mejores tampoco, pero no estaba mal....
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