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sábado, diciembre 07, 2013

Escuelas públicas

No, no he muerto. Sigo aquí, trabajando, pensando en escribir las crónicas de mis viajes por Delhi-Agra-Jaipur, pero viéndome enterrada entre pilas de trabajo pendiente. Sin embargo, he decidido dejarse ese trabajo aparcado por unos momentos para sentarme a escribir aquí acerca de un nuevo tema: las escuelas públicas indias y el sistema educativo.

Me temo que este no será una entrada especialmente agradable. Tampoco va a ser una entrada con información detallada, ni un estudio, ni una descripción del sistema. Van a ser una serie de pinceladas que he ido recogiendo a lo largo de mi estancia aquí, en estos dos años, pero sobre todo de esta última semana, en la que un amigo ha empezado a trabajar como profesor y director de facto de una escuela pública en un pueblo de Bengala Occidental, a una hora y media en tren de Calcuta. No es el único de mis amigos que enseña en una escuela pública, pero sí que es el primero en transmitirme el shock de lo que ha visto.

Esta escuela, como decía, está un pueblo a la entrada del Parque Natural de Sunderbans, hacia el sureste del estado. La jornada laboral empieza a las 10.30 de la mañana, y termina a eso de las 16.00. Las clases son de primaria, hasta sexto más o menos, aunque la escuela está planeando aumentar los cursos hasta lo que sería 4º de ESO en España, aquí Clase X (siguen un sistema numérico, sin recomenzar la cuenta en cada ciclo), pero esas clases de secundaria están todavía sin construir. Ladrillos esparcidos por un solar, que no se sabe exactamente cuánto tiempo lleva así, aunque ahora a mi amigo le toque revisar las cuentas, decidir cuánto dinero va a qué, porque el dinero llega, pero a dónde se va, no se sabe. No tienen prisa, porque no hay estudiantes de secundaria todavía: los que están terminando primaria, continuarían en secundaria, pero todavía ninguno ha pasado de la Clase VI. De hecho, en Clase VI, sólo hay dos estudiantes. Y en Clase V debería haber seis, pero solo hay cinco: el sexto alumno murió. ¿De qué? No sabemos exactamente, pero probablemente, de desnutrición y mala atención médica, o falta de la misma.

En el edificio de la escuela, pasan el día el personal administrativo y tres o cuatro profesores más que se divierten con el nuevo profesor, al que le han cargado con las responsabilidades prácticas de un director de escuela, a pesar de su falta de experiencia y de conocimientos en el campo de la administración. Al parecer, una mujer con más experiencia va a incorporarse a la escuela en unos días, y es la esperanza de mi amigo, que como los demás profesores, no quiere la responsabilidad: está deseando que llegue y pasarle la patata caliente a esta mujer, que por lo menos tiene experiencia y sabrá como hacer las cosas y cómo lidiar con la gente. Sin embargo, los demás profesores están en contra de esta idea, por varias razones: 1) Él se ha incorporado antes, y es por "orden de llegada", 2) Él tiene más estudios (máster) que ella 3) Él es más mayor que ella y 4) Ella es "ella". 

La escuela, con su solar, está al otro lado de la estación de tren, pero las carreteras hacia la escuela desde la misma, y desde el pueblo, están en mal estado, algunas en construcción, y hay mucho polvo durante el día. Delimita también con un pequeño estanque que, como todos los del pueblo (y como todos los que he visto en India), está contaminado, lleno de verdín, convertido en vertedero y lugar de lavar la ropa, cuando no la gente. Pero al otro lado del estanque, rodeado de unas redes, hay un campo de cricket en el que los niños ricos del pueblo juegan con bates de verdad, y no tablones de madera adaptados para el caso.

El segundo día de su estancia allí, era el Día de los Discapacitados. El gobierno da becas a los alumnos con alguna discapacidad, para ayudarles a pagar los libros o el uniforme, o los lápices o libretas. Esta discapacidad puede ser de cualquier tipo, física o psicológica. Pero un comité evalúa el caso antes de otorgar la beca. Allí en una mesa grande, estaban sentados cuatro hombres, atendiendo los trámites y a su vez, haciendo de evaluadores más que dudosos. Llegó una niña de unos 6 años, con problemas de movilidad, de orientación, de audición, y que no articula palabras, aunque puede producir sonidos. Los "expertos", al no poder hablar con ella, hicieron llamar a la madre, una chica joven de unos 21 años, a la que sometieron a un interrogatorio:
- ¿Cuándo se quedó usted embarazada? 
- ¿Hubo algún problema durante el embarazo?
- ¿Estaba usted enferma?
- ¿Qué comía durante esa época?
- ¿Sufrió algún accidente grave durante el embarazo?

Como si la culpa fuera de la madre.

Cuando por fin se convencieron de que la niña no estaba fingiendo y que no era un fraude, le aceptaron como receptora de la ayuda, que le permitirá asistir a unas clases donde no hay ningún profesor especializado para enseñar a niños discapacitados, a los que se pone a todos juntos en una misma clase sin discriminar el tipo de discapacidad.

Hace ya varios años que el Ministerio de Educación de India comenzó una campaña de alimentación en las escuelas, llamada el "Midday Meal", o MDM, es decir, "una comida al mediodía". Este Midday Meal se instauró en Bengala Occidental en el 2003, y desde entonces la mayoría de la escuelas públicas se han adherido a él, aunque desde el último informe publicado por la comisión encargada de revisarlo, - que data del 2011 y que no incluye un grupo representativo de escuelas de todo el estado, sino que se limita a las dos zonas más industrializadas y ricas, Calcuta y Burdwan, la provincia justo al norte de Calcuta - todavía hay escuelas en las que tanto el director como los profesores se niegan a poner en práctica esta "comida al mediodía", porque encuentran muy inconveniente tener que llevar a cabo la adaptación alguna de las estancias de la escuela en cocina, y porque conlleva un esfuerzo y unas responsabilidades nuevas que no están dispuestos a cargar. 

En esta escuela hay una comida al mediodía. Esta comida suele ser la única que los niños tomarán en todo el día. Muchos de ellos, no solo en esta escuela, sino en muchas otras, según me ha contado la gente que trabaja en el mundo de la educación rural, sólo vienen a la escuela para comer: vienen a la hora de comer, y después se quedan a jugar, y luego se van a casa. En vez de escuelas, se han convertido en comedores para niños que viven en situación de miseria. Pero así, los padres aceptan a enviarlos a la escuela, incluso a las niñas, ya que así se convierten en una boca menos que alimentar: si no, sería más rentables hacerles trabajar de algún modo para que pudieran contribuir a la compra de alimentos. Aún así, la media de asistencia a las escuelas en el informe es del 61%.

Seguro que algunos de vosotros habéis oído hablar de este sistema de una comida diaria en las noticias, ya que hace unos meses, una veintena de niños murieron de intoxicación después de comer una de estas comidas, en el estado de Bihar. Mi amigo, que sale de casa a las 8 de la mañana para poder llegar al pueblo antes de las 11, no tiene tiempo ni medios para prepararse una comida que llevar. Recuerdo que, antes de que empezara a trabajar, yo le dije que probara la comida de los niños, para ver la calidad. Él me dijo que no, que le daba reparo, que esa comida era para los niños, que eran quienes realmente la necesitaban, que él podría comer en cualquier otra parte. Sin embargo, al final, probó la comida: desde lo de Bihar, se ha vuelto obligatorio que los profesores coman lo mismo que los niños, o al menos que lo prueben, quizá como medida para que los profesores se involucren en la preparación de una comida sana e higiénica, o para que mueran todos juntos. Porque mi amigo se ha puesto enfermo. Y los niños, unos 200 niños en esta escuela en particular, que sólo comen comida envenenada en todo el día, que no tienen dinero para ir al médico, mueren, y en los registros de la escuela aparece la palabra "dead" al lado del nombre, y la vida sigue como si nada.

¿Y qué comen estos niños? Pues por ley, hay unas tablas muy bonitas con contenido nutricional y recetas de cocineros de los hoteles de lujo. Pero en la realidad, hay 100 gramos de arroz por niño, y patatas cocidas, y especias que le den sabor. Se alimentan a base de hidratos de carbono, con una mínima ingesta de verduras (a pesar de que ahora las patatas son el vegetal más caro del mercado, junto a las cebollas: les saldría más barato darles arroz con zanahorias o con calabaza), dos veces por semana tienen derecho a proteínas, de soja texturizada y de huevo, y tres días a la semana hay lentejas, como una mínima fuente de proteínas vegetales. Les falta de todo. Otra de las cosas que se mencionan en el informe, es que hay problemas en el almacenamiento del arroz, patatas y lentejas, que se dejan en sacos en cualquier parte, con el consiguiente problema de bichos, deterioro y falta de higiene. La sal, dicen, pierde el yodo tan necesario, por que no tienen botes donde cerrarla apropiadamente. El arroz, cito "is extremely bad in quality". En ocasiones, la comida se almacena en una de las aulas, a falta de otro espacio. 

Y eso no es todo, por supuesto. Hay problemas de transporte de los alimentos, ya bien de los alimentos crudos a las cocinas de las escuelas, ya bien de las cocinas catering que distribuyen a escuelas distintas. El precio del transporte sube más allá del subsidio del gobierno, y la escuelas no tienen de dónde sacar el dinero con que pagar la diferencia, aunque sean, según el informe, 70 rupias. Y es que 70 rupias cada día, no son 70 rupias. La mayoría de las escuelas usa dos tipos de cocina: de leña o de gas. La de leña conlleva problemas de almacenamiento, y sobre todo, de humo y suciedad, mientras que la de gas, el mayor problema es el coste de la bombona, que ha subido muchísimo desde el 2011. Las escuelas no podían permitirse el lujo de comprar bombonas a precio real del mercado (cuando el gobierno de Mamata Banerjee dejó de subvencionarlas), ya que las ayudas a las escuelas no aumentaron proporcionalmente, y muchas tuvieron que volver a la leña, o dejar de cocinar por unos días en forma de protesta - aunque eso sólo afectó a los niños. Y el dinero, cuando llega, llega con retraso, con lo cual las escuelas se ven forzadas a mantenerse con lo mínimo, siempre pendientes de cuando se les ingresará el dinero debido, intentando mantenerse a flote.

El informe, aunque es del 2011, también critica ampliamente la falta de higiene en las cocinas, la falta de formación profesional de los cocineros, que normalmente son amas de casa que no saben cocinar para un grupo tan numeroso, con lo cual aumenta el gasto y el tiempo empleado en cocinar, que ya lo hacen como en su propia casa. Tampoco usan básculas que pesen exactamente los 100gr de arroz reservados para cada niño, sino que todo va a ojo, con el consecuente desajuste, en ocasiones falta comida y en otras sobra, y se desperdicia mucho. Algunas escuelas, en los pueblos, tienen pequeños huertos para cultivar sus propias verduras y ahorrar en gastos, pero no está extendido este sistema, y tampoco se realiza con eficacia, ya que les faltan conocimientos de horticultura y las herramientas necesarias. Por otra parte, aunque la ley dice que la comida al mediodía debe ofrecerse un total de 230 días al año, durante el curso escolar, incluyendo los sábados que son media jornada, la realidad es que la gran mayoría de la escuelas no ofrece ningún tipo de comida los sábados. Sin embargo, todos los días hay que rellenar un registro detallado de los ingredientes utilizados, el número de niños que asistieron, y la cantidad de comida sobrante. Y no puede sobrar nada: si sobra, la revenden. 

¿Cómo van a aprender nada unos niños que tienen hambre, a los que el hambre no les permite concentrarse, que tienen otros problemas en su vida más allá de los problemas matemáticos, o de escribir correctamente las palabras en bengalí, o peor, en un idioma extraño como el inglés? Para ellos y para sus familias se trata de la supervivencia diaria, no de la calidad de vida, no del futuro, no de la felicidad.

Y si queréis ver el informe vosotros mismos, está aquí.

viernes, julio 20, 2012

No nos podemos quejar...

Me debato entre si escribir esta entrada o no. Llevo días pensando qué pasa, qué pasa en España, qué pasa en Occidente. Me paso el día respondiendo a preguntas sobre la situación económica de Europa, de Estados Unidos, de Occidente, del "mundo desarrollado", como si yo fuera su representante o algo así, como si yo tuviera todas las respuestas. Pero solo tengo una: la cosa va mal, muy mal.

Económicamente, está claro que va mal. No sabemos dónde está el dinero, si es que alguna vez realmente lo tuvimos o era como lo de las preferentes, que figuraban en el activo de los bancos aunque no fueran dinero "real", en papel. Pero eso no es lo único que va mal. Otra cosa va mal, y me parece más preocupante, y es la pérdida de la calidad de vida (que no se mide en las cosas que podemos comprar y poseer, sino en las posibilidades de vivir la vida, de crecer y desarrollarte como persona).

Aquí en India me veo cada día enfrentándome a una calidad de vida mala en muchas cosas: ves a la gente sin absolutamente nada, o con muy poco, sin comida apropiada, ni condiciones de higiene y limpieza, ni servicios de salud, con lo que difícilmente pueden tener la energía necesaria para vivir bien. Pero tampoco tienen acceso a una educación de calidad que les ayude a desarrollar su mente. Aquí no hay pensiones ni subsidios sobre los que discutir. Si pierdes una pierna, te jodes, así de simple. Y ves esto y te puedes llegar a decir (mucha gente se lo dice), "pues no estamos tan mal: aún existen las pensiones. Aún existe el subsidio del desempleo. Aún existe la educación pública. Aún existen hospitales, para los españoles al menos.  Aún, aún, aún". Puedes llegar a pensar: "en España la gente no se muere de hambre, no vive en la calle, hay agua potable".

Pero el fallo está en comparar realidades tan distintas. ¿Qué en Occidente no nos podemos quejar porque no tenemos niños famélicos con ojos y barrigas portuberantes rodeados de moscas? ¿Es que acaso tenemos que llegar hasta ahí para que nos permitan quejarnos?

Esa es la mentira que nos quieren hacer creer: que no nos podemos quejar. Quizá todavía no haya niños deformados por la malnutrición, pero al ritmo que vamos, los habrá. Sin embargo, el problema no es ese "todavía no" por el cual, supuestamente, no nos podemos quejar. Porque la realidad es que ya los hubo. Los hubo, y nos quejamos. ¿Cuántas revoluciones ha habido en Europa desde la Revolución Francesa? Hasta la fundación de Estados Unidos fue una revolución. En Occidente hemos luchado a muerte para acabar con la mala calidad de vida, para poder vivir con algo más que nada, para comer la comida apropiada, para tener condiciones de higiene y limpieza, para tener un servicio de salud, para tener una educación de calidad para todos. Para tener subsidios y pensiones. Queríamos trabajar para vivir, no vivir para trabajar, y ese fue el sueño que Occidente consiguió. Y ahora nos lo quitan; peor, ni siquiera vamos ni a poder vivir para trabajar, porque reducen las posibilidades de empleo. ¿Quién las reduce? No lo sé, pero no creo que sean los ciudadanos en paro. Ellos no se han despedido a sí mismos. 

Es decir, por si hiciera falta decirlo más claro, sí nos podemos quejar. Nos debemos quejar. Estamos en el siglo XXI, han pasado dos y pico desde la Revolución Francesa, y ahora quieren que traguemos sin revolución. La bandera de Occidente siempre ha sido el progreso, un progreso conseguido a base de revoluciones. ¿Qué clase de progreso es este de ahora?


Conseguir todas estas cosas fue un hito histórico que todas las demás naciones quieren imitar. Quieren tener ciudades limpias que sean más cómodas y sanas de habitar, quieren tener una alimentación adecuada para poder desarrollar sus trabajos o sus estudios correctamente, tener un servicio de salud para que las enfermedades no les impidan vivir, quieren tener una educación que les ayude a pensar de manera más inteligente y a crecer, quieren tener una vida un poco menos dura, más tranquila, en la que puedan disfrutar de vivir y no sufrir contando cuánto dinero te queda después de tus 12 horas de trabajo continuado (ya sea en una oficina o en un puesto de té) para poder dar de comer algo a tus hijos ese día.  ¿Y qué hacemos nosotros, que tenemos (o teníamos) como realidad lo que para otras naciones es un sueño inalcanzable? Lo desmantelamos. Perdón: permitimos que lo desmantelen. ¿Quiénes? No lo sé, pero yo no lo estoy desmantelando, y los españoles que estamos o hemos emigrado ya en busca de un medio de subsistencia (¡medio de subsistencia! no es un medio de vida, ¡es de subsistencia! Hay una importante diferencia semántica) para no estar en el salón de casa tirados compadeciéndonos, tampoco lo estamos desmantelando.

Sin duda, algo hemos hecho mal. Nuestro error ha sido confiarnos. Confiar en que lo conseguido no desaparecería. Confiar en que lo que lucharon nuestros antepasados por toda Europa y Estados Unidos era algo histórico y que como la historia, está escrito y no puede borrarse. Confiar en que lo único que puede pasar es progresar, como si estuviéramos de alguna manera bendecidos y nada malo pudiera pasarnos. Y claro, nos hemos despistado, nos hemos despreocupado, y lo peor nos ha sobrevenido: ahora nos quieren hacer creer que "no podemos quejarnos", porque "aún" tenemos algunas cosas.

Pero las manifestaciones de ayer en España me demuestran al menos que hay gente que sabe que no es así. Ojalá hubiera podido estar allí, para gritar bien alto mis quejas. Porque tenemos mil razones para quejarnos.

sábado, enero 28, 2012

Orissa - Bhubaneshwar II (y último)

Por fin, toca contar el final de la aventura de Orissa. Menos mal que fue un viaje corto, porque sino no acabaría de escribir nunca...

Al día siguiente teníamos un plan: visitar unas cuevas al oeste de Bhubaneshwar: Udayagiri y Khandagiri. Fueron construidas por los Jain (una religión derivada del hinduismo), supuestamente en el siglo I antes de Cristo, para los ascetas de esta religión. Al parecer, uno de los reyes de Kalinga (el imperio que antes era Orissa) las construyó para ellos, así que además de símbolos religiosos, en algunas cuevas hay dibujos sobre reyes, batallas, etc. 

En realidad, estas "cuevas" no son cuevas, sino huecos excavados en las piedras de una colina, de manera que hacen unos huecos en las "paredes", digamos. Yo cuando oí "cueva", me imaginé algo debajo de la tierra o al menos bien profundo hacia dentro, pero nada parecido. Algunas son muy muy pequeñitas y ninguna es demasiado profunda. Lo mejor es pasear y subir a lo alto de la colina para ver las vistas de Bhubaneshwar a lo lejos. 



La más mini de las "gumphas" o "cuevas" de Udayagiri



Gumpha del Tigre, sin duda, es para meterse en la boca del tigre...


Por supuesto, había extranjeros pidiéndonos fotos: todos bengalis. Estos tres chicos estuvieron hablando con nosotras en un banglish bastante malo. Recuerdo un momento en el que uno de los chicos me estaba intentando explicar que los otros dos eran hermanos, y que el más jovencillo era el hermano pequeño del otro. Decía: "This is his....his...his....", y yo dije "bhai", a lo que él contesto: "Yes, bhai". Como si "bhai" fuera inglés...

Desde Udayagiri las vistas son las mejores, y el templo de Khandagiri, enfrente, se ve precioso. Pero cuidado si subís a Khandagiri: está plagado de monos deseando comerse toda la comida que lleves, y de sacerdotes pidiendo dinero a cambio de flores, y si quieres entrar en el templo tienes que pagar aparte, por la cara...Asi que no entramos. No pensamos que valiera la pena, y tampoco íbamos a entender nada, así que nos daba igual. Udayagiri es lo que uno no se puede perder. Otra vez, usamos el bangla para explicar que trabajábamos en Kolkata y pagar el precio indio (indios 5 rupias, extranjeros 100).

Khandagiri visto desde Udayagiri.


Udayagiri visto desde Khandagiri

Las vistas de Bhubaneshwar

Clo y yo en Udayagiri

Después de esto ya se nos hizo mediodía y llamamos a nuestro amigo Prakash Kolaveri para ir a Pipli. Volvimos a Bhubaneshwar y allí le esperamos: llegó en un coche polvoriento que no debía haber usado en años, con dos amigos más cuyo inglés al menos era mejor que el de Kolaveri, al que nos costaba entender a veces.

Allá fuimos a Pipli, que no está muy lejos, mientras nos preguntaban qué habíamos visto en Orissa y cuánto habíamos pagado por verlo. Cuando le dijimos que habíamos pagado 5 o 10 rupias, precio indio y no extranjero, se rieron muchísimo. 

Nosotras, o al menos yo, esperábamos que nos acompañaran un rato, tomarnos un té, y volver a Bhubaneshwar. Pero nada, nos dejaron solas de compras, aunque ocasionalmente Kolaveri nos llamaba para ver cuándo íbamos a tardar. Había montones de tiendecillas de lamparitas con cristales, bolsos, neceseres, telas para colgar en la pared con imágenes de dioses, marcapáginas, monederos, archivadores de tela, etc, etc. Sobre todo, telas con espejitos y bordados de Jannagath, el trío de dioses de Puri. En una hora acabamos de comprar algunos souvenirs y regalillos, y volvimos con los chicos. El plan era totalmente distinto: íbamos a ir nada más y nada menos que a casa de Toni Montana, el sacerdote de Lingaraj Temple, a conocer a su mujer alemana.

Allá fuimos, y entonces surgieron los primeros problemas. Como ya había comentado una vez, Clo y yo estábamos hartas de contestar siempre a las mismas preguntas igual, que si de dónde eres, qué si qué haces en India, que si cómo te llamas...Al menos siempre habíamos dicho los mismos nombres más o menos, pero no la nacionalidad. Se suponía que yo era francesa (así que de María pasé a Marie), como Clo, y nunca llegué a aclarar qué hacía en India...trabajaba, sí, pero no llegué a decir de qué. Y claro, puedes saltarte respuestas y si hay problemas de comunicación en inglés, una se hace la tonta y ya, pero la alemana sabía inglés perfectamente, aunque con un acentazo. Y es que era verdad que Toni Montana estaba casado con una alemana...

La mujer vivía en una especie de residencia o casa muy grande compartida, y su habitación estaba llena de símbolos budistas, muy hippie también. Me preguntaba qué pensaría Toni Montana, que era hindu, de tanto budismo en su casa. La mujer no nos dijo nada claramente, pero dejó caer que el matrimonio no funcionaba demasiado bien últimamente...Pero no pudimos preguntar nada porque con el shock que tenía yo de estar en su casa, se me olvidó que había dicho que era francesa y dije que me llamaba María, y luego Kolaveri dijo que éramos francesas, y claro, la alemana no era tonta y se dió cuenta de que había algo raro en mi nombre. Además, le apasionaba Francia, y cuando me preguntaba algo del país, Clo se apresuraba a contestar por mí, y yo no dije ni una palabra en francés porque mi acento me delataría...Ante los indios no, pero ante la alemana sí, y tampoco quería quedar de mentirosa por la tontería del aburrimiento....Total, qué más daba si yo me llamaba Así o Asá o si era de este país o de aquel. Nada. En el fondo lo que importaba es que yo no era india.

Clo se dió cuenta del problema de las nacionalidades, y además se nos hacía tarde para el check out del hotel, así que conseguimos irnos pronto, y no pasó nada más. Al menos si la alemana sospechó, no dijo nada. 

Por fin volvimos al hotel, y Kolaveri y sus amigos se despidieron preguntando a ver cuándo volvíamos a Orissa. En el hotel recogimos nuestras cosas y salimos para la estación de tren. Buscamos algún lugar para cenar y encontramos un restaurante de comida del sur (otra vez dosa, sí). Después fuimos a por té y nos sentamos en el borde de una acera en la calle. Mientras yo iba a por el té, Clo se hizo amiga de un chavalillo de Mumbai que vivía en Orissa, muy inocente y tímido, que estaba esperando a un amigo suyo que iba a llegar en una hora. Mientras hablábamos, en un inglés muy muy raro, se nos acercó otro hombre mascando "paan" (tabaco), que no tenía ni idea de inglés ni de bangla ni de oriya y nos hablaba en hindi, y no sé por qué, nos hablaba como si entendiéramos algo. Por si el grupo era pequeño, de pronto se acercaron dos hombres de unos treinta y tantos a preguntarle al chaval jovencillo que qué hacía hablando con dos extranjeras, y claro, se aterrorizó y empezó a marcharse (la verdad es que el hombre le hablaba con una voz que daba miedo). Nosotras no entendíamos nada y le dijimos a los hombres que dejaran al chico en paz que era amigo nuestro, y entonces ellos se disculparon. A nosotras nos hablaban mas suavemente. Al parecer el lugar en el que estábamos no era "seguro" (claro, si vienen estos a asustar a la gente, claro que no) y querían evitar que nos molestaran. Pero es que los que molestaban eran ellos... Total, para evitar problemas, nos marchamos a esperar, (aun quedaban tres horas) dentro de la estación.

En la estación era muy incómodo porque estaba a rebosar de gente y apenas había donde sentarse. De nuevo, éramos las únicas extranjeras del lugar. Fuera en los andenes hacía buena temperatura, pero no había donde sentarse, y en las salas de espera uno se moría de calor, pero era el único sitio donde había sitio. Conseguimos sentarnos y nuestro joven amigo, Dev, vino con nosotros, muy agradecido porque le habíamos ayudado cuando los otros hombres le asustaron. Era un chaval muy muy inocente e infantil, de pronto ya éramos sus buenas amigas y lo seríamos para toda la vida. En fin...Esto no es nuevo. Dev decidió que Clo era su mejor y más especial amiga, y me preguntó, con toda la inocencia del mundo: "¿no te importa, no? Es que Clo es muy dulce. " Yo le dije que por supuesto que no me importaba y que era verdad que Clo era muy dulce, así que Dev, para compensar el que yo no fuera su mejor amiga, me llevaba cogida de la mano por toda la estación. 

Cuando por fin su amigo llegó y se fue (no sin antes intercambiar números de teléfono y promesas de volver a Orissa -nosotras, pero sin fecha- o ir a Calcuta - él- ), al vernos libres de amigos indios, volvimos a sufrir el acoso del "¿de dónde eres? ¿cómo te llamas? ¿qué haces en India? ¿a dónde vas ahora?". Al principio se hacía gracioso, pero después de cuatro días solo quería estrangular al que me lo preguntara otra vez....

Para evitarlo, salimos de la asfixiante sala de espera y volvimos a pasear por el andén, salimos a la puerta de la estación, paseamos, nos sentamos en el suelo, etc....matábamos el tiempo como malamente podíamos. 

Una de las cosas que me llamó la atención muchísimo en la estación de Bhubaneshwar es que todas las veces que fui, había MUCHÍSIMA gente durmiendo en el suelo de la entrada. En cualquier lado, pero especialmente, en el centro de la entrada. A cualquier otra, mediodía, tarde o noche, había grupos de gente sobre sábanas y envueltos en mantas hasta la cabeza, durmiendo, o haciendo que dormían. Nunca había visto algo así, todavía. En Haora se ve mucho menos. 


Este es solo un ejemplo. No saqué más fotos porque me parecía inadecuado, pero normalmente había mucha más gente, sobre todo también en los lados, aunque los grupos grandes se ponían en el centro. La verdad es que cuando saqué esta foto ya eran casi las 11 de la noche y por eso no había tanta gente, los que esperaban durmiendo ya se habrían ido en su tren...

Por fin salió el tren y de nuevo intentamos dormir entre el traqueteo del tren, el frío que entraba por la ventana que no cierra, el olor horrible del baño y los gritos del vendedor de té. ¡Cha! ¡Cha! ¡Chaaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Lo tengo grabado en la mente.

Llegamos a Haorah a las 7 de la mañana o así, y muertas como estábamos, cruzamos el Ganges en un ferry (la primera vez que yo lo hacía), en una mañana con un cielo nublado pero maravilloso. 



En el barco, había dos niños de unos 8 y 5 años. Ambos iban envueltos en jerseis más grandes que ellos para evitar el frío, sobre todo de la mañana. El niño de 5 años tocaba un tamborcillo mientras el grande saltaba y daba piruetas por todo el barco. El padre (o tío o abuelo o lo que fuera) vendía frutos secos y legumbres fritas con sal. Al final, venía el niño de 5 años, que llevaba pintado un gracioso bigote como si fuera un hombre, a pedir dinero en una lata oxidada. Se te quitan las ganas de desayunar nada viendo esto.

En el ferry apenas iba gente, algunos jóvenes que iban al trabajo, alguna mujer mayor, nosotras dos, y varios sadhus, ascetas o, bueno, hombres mayores que han renunciado al mundo para seguir su religión o espitirualidad, normalmente cubiertos con cenizas, polvos naranjas y pelos muy muy largos. Algunos lo serán genuinamente, sin duda, pero como hay de todo (y aquí más que en ninguna otra parte), pues por eso la explicación que estoy haciendo...

Llegamos a Calcuta por fin y después de un té rápido, pillamos el primer taxi que vimos. Pero resultó que el hombre ni era de Calcuta y si era taxista realmente, pues acababa de empezar. Preguntó varias veces a otros taxistas por el camino, y eso que mi casa está en un lugar bien conocido y fácil de llegar. No entendía nuestras indicaciones ni en bangla ni en inglés, sobre todo porque no conocía los nombres de los lugares que le indicábamos como punto de referencia. Al final, llegamos, para derrumbarnos en la habitación.

Lo primero que hice fue darme una ducha caliente, una ducha de verdad.

jueves, septiembre 15, 2011

La ciudad de noche

Llevo un tiempo sin escribir porque he estado bastante ocupada no sé exactamente en qué, en las clases claro, pero al final no tenía tiempo para nada. Y no he estado ocupada haciendo turismo, nada de eso, aunque sí que he visto alguna cosilla más de esta ciudad, pero solo por mi barrio o por la zona donde trabajo.

Aunque sí he conocido un nuevo aspecto de Kolkata: la ciudad nocturna. La ciudad silenciosa. Sin coches, sin apenas gente, una ciudad en paz. Bueno, no del todo. Siempre hay alguien. La verdad es que nunca duerme, pero tampoco es que esté muy despierta a partir de las 10 de la noche...

Mi compañera de habitación (todavía) francesa y yo hemos empezado a hacer algunos amigos comunes, sobre todo hemos trabado amistad con un chico que estudia español y francés, y claro, armamos una buena cuando nos juntamos, hablando francés, español, inglés y un poquito de bengali cada vez. Con él fuimos una tarde, después de clase, a ver el norte de Kolkata, subiendo College Street hasta Shambazaar y Netaji. Durante un tiempo nos acompañó uno de mis estudiantes, que habla bastante bien español, y nos estuvo contando con todo detalle qué era cada cosa: esta es la casa de Vivekananda y ahora su museo (Vivekananda fue un hombre que ayudó a la gente sin recursos en Kolkata y que por ello se ha hecho famosísimo, hasta el punto de que sus retratos están junto a los de Gandhi en cualquier parte aquí en la ciudad), esta es una universidad importante, este es tal o cual....Fue interesante cuando llegamos a la estatua de Netaji (un bengali que se reveló contra los ingleses de forma armada durante la segunda guerra mundial) a caballo: resulta que es algo así como el reloj de la Plaza Mayor de Salamanca o la Puerta del Sol en Vigo, es decir, es el lugar donde todo el mundo queda para ir a otro parte (si viven cerca, me imagino). Y además, para indicar la dirección a la gente en la plaza, no se indican unos a otros diciendo "al norte" o "al este", o "a la derecha", sino "a la cola de Netaji" (del caballo de Netaji, se entiende), o "a la cabeza", etc. Me pareció curioso.

Después de despedir a mi estudiante, nos fuimos andando los tres que quedamos hacia el sur, volviendo a Ballygunge, donde está la Guest House donde vivo. Un largo, largo camino. Un largo camino lleno de baches, y lleno de gente durmiendo en la calle. El puesto de té o tabaco que por el día es un centro de reunión de la gente, por la noche se convierte en una cama: te tumbas en la tabla, y ya está. Sino en el suelo directamente, a veces incluso poniendo una piedra resto de alguna obra en la cabeza, como si fuera una almohada. Comodísimo, como os podéis imaginar. Pero en realidad, la mayoría de la gente no tiene ni eso. En muchas aceras, hay unas vallas que impiden que la gente pase a la carretera así como así. En esas aceras, los sin techo construyen una estructura a modo de tienda de campaña con plásticos, aprovechando la valla como pared y para que haya techo, sujetando el plástico (por la lluvia) con piedras y cuerdas de manera que esté tenso. Ahí duermen apiñados, a veces hasta tres generaciones. En el pequeño espacio que tienen entre tienda y tienda, cocinan con fuegos de gas portátiles, y en muchas calles hay, digamos, baños al aire libre, una pequeña zona con azulejos o de piedra que llega más o menos por la cintura a la gente. De ahí sale agua a borbotones continuamente, y la gente se lava allí. Durante el día sólo se ven hombres, pero por la mañana temprano o por la noche, se ven algunas mujeres también.

Así viven miles de personas no sólo en Calcuta, como os podréis imaginar. No tengo fotos de ello todavía, pero espero tenerlas. Hay cosas que sino se ven, es como si no existieran, y no puede ser.

Todavía estoy intentando pensar en cuál ha sido la imagen más chocante que he visto hasta ahora, y ha habido unas cuantas. Pero voy a elegir una: un chiquillo de unos 10 años como mucho, en un sucio pijama que algún día fue blanco, durmiendo a pierna suelta, como si nada, pegado al escaparate de un centro comercial, casi en la puerta, a eso de las 7 de la tarde, cuando aún hay luz, movimiento y ruido. Pero el chico, tan tranquilo, durmiendo tan plácidamente. Sin piedra como almohada siquiera.

Ante algo así, ¿qué haces? (yo tampoco sé la respuesta....)

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