viernes, julio 20, 2012

No nos podemos quejar...

Me debato entre si escribir esta entrada o no. Llevo días pensando qué pasa, qué pasa en España, qué pasa en Occidente. Me paso el día respondiendo a preguntas sobre la situación económica de Europa, de Estados Unidos, de Occidente, del "mundo desarrollado", como si yo fuera su representante o algo así, como si yo tuviera todas las respuestas. Pero solo tengo una: la cosa va mal, muy mal.

Económicamente, está claro que va mal. No sabemos dónde está el dinero, si es que alguna vez realmente lo tuvimos o era como lo de las preferentes, que figuraban en el activo de los bancos aunque no fueran dinero "real", en papel. Pero eso no es lo único que va mal. Otra cosa va mal, y me parece más preocupante, y es la pérdida de la calidad de vida (que no se mide en las cosas que podemos comprar y poseer, sino en las posibilidades de vivir la vida, de crecer y desarrollarte como persona).

Aquí en India me veo cada día enfrentándome a una calidad de vida mala en muchas cosas: ves a la gente sin absolutamente nada, o con muy poco, sin comida apropiada, ni condiciones de higiene y limpieza, ni servicios de salud, con lo que difícilmente pueden tener la energía necesaria para vivir bien. Pero tampoco tienen acceso a una educación de calidad que les ayude a desarrollar su mente. Aquí no hay pensiones ni subsidios sobre los que discutir. Si pierdes una pierna, te jodes, así de simple. Y ves esto y te puedes llegar a decir (mucha gente se lo dice), "pues no estamos tan mal: aún existen las pensiones. Aún existe el subsidio del desempleo. Aún existe la educación pública. Aún existen hospitales, para los españoles al menos.  Aún, aún, aún". Puedes llegar a pensar: "en España la gente no se muere de hambre, no vive en la calle, hay agua potable".

Pero el fallo está en comparar realidades tan distintas. ¿Qué en Occidente no nos podemos quejar porque no tenemos niños famélicos con ojos y barrigas portuberantes rodeados de moscas? ¿Es que acaso tenemos que llegar hasta ahí para que nos permitan quejarnos?

Esa es la mentira que nos quieren hacer creer: que no nos podemos quejar. Quizá todavía no haya niños deformados por la malnutrición, pero al ritmo que vamos, los habrá. Sin embargo, el problema no es ese "todavía no" por el cual, supuestamente, no nos podemos quejar. Porque la realidad es que ya los hubo. Los hubo, y nos quejamos. ¿Cuántas revoluciones ha habido en Europa desde la Revolución Francesa? Hasta la fundación de Estados Unidos fue una revolución. En Occidente hemos luchado a muerte para acabar con la mala calidad de vida, para poder vivir con algo más que nada, para comer la comida apropiada, para tener condiciones de higiene y limpieza, para tener un servicio de salud, para tener una educación de calidad para todos. Para tener subsidios y pensiones. Queríamos trabajar para vivir, no vivir para trabajar, y ese fue el sueño que Occidente consiguió. Y ahora nos lo quitan; peor, ni siquiera vamos ni a poder vivir para trabajar, porque reducen las posibilidades de empleo. ¿Quién las reduce? No lo sé, pero no creo que sean los ciudadanos en paro. Ellos no se han despedido a sí mismos. 

Es decir, por si hiciera falta decirlo más claro, sí nos podemos quejar. Nos debemos quejar. Estamos en el siglo XXI, han pasado dos y pico desde la Revolución Francesa, y ahora quieren que traguemos sin revolución. La bandera de Occidente siempre ha sido el progreso, un progreso conseguido a base de revoluciones. ¿Qué clase de progreso es este de ahora?


Conseguir todas estas cosas fue un hito histórico que todas las demás naciones quieren imitar. Quieren tener ciudades limpias que sean más cómodas y sanas de habitar, quieren tener una alimentación adecuada para poder desarrollar sus trabajos o sus estudios correctamente, tener un servicio de salud para que las enfermedades no les impidan vivir, quieren tener una educación que les ayude a pensar de manera más inteligente y a crecer, quieren tener una vida un poco menos dura, más tranquila, en la que puedan disfrutar de vivir y no sufrir contando cuánto dinero te queda después de tus 12 horas de trabajo continuado (ya sea en una oficina o en un puesto de té) para poder dar de comer algo a tus hijos ese día.  ¿Y qué hacemos nosotros, que tenemos (o teníamos) como realidad lo que para otras naciones es un sueño inalcanzable? Lo desmantelamos. Perdón: permitimos que lo desmantelen. ¿Quiénes? No lo sé, pero yo no lo estoy desmantelando, y los españoles que estamos o hemos emigrado ya en busca de un medio de subsistencia (¡medio de subsistencia! no es un medio de vida, ¡es de subsistencia! Hay una importante diferencia semántica) para no estar en el salón de casa tirados compadeciéndonos, tampoco lo estamos desmantelando.

Sin duda, algo hemos hecho mal. Nuestro error ha sido confiarnos. Confiar en que lo conseguido no desaparecería. Confiar en que lo que lucharon nuestros antepasados por toda Europa y Estados Unidos era algo histórico y que como la historia, está escrito y no puede borrarse. Confiar en que lo único que puede pasar es progresar, como si estuviéramos de alguna manera bendecidos y nada malo pudiera pasarnos. Y claro, nos hemos despistado, nos hemos despreocupado, y lo peor nos ha sobrevenido: ahora nos quieren hacer creer que "no podemos quejarnos", porque "aún" tenemos algunas cosas.

Pero las manifestaciones de ayer en España me demuestran al menos que hay gente que sabe que no es así. Ojalá hubiera podido estar allí, para gritar bien alto mis quejas. Porque tenemos mil razones para quejarnos.

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