Desde esta misma mañana vuelvo al mundo de la red, a estar conectada con vosotros, lectores y lectoras, pero también amigos y familia. Parece mentira lo mucho que una se acostumbra a esta en contacto con todo el mundo a la vez, a leer las noticias por internet, a escuchar la radio e incluso ver programas de televisión, a trabajar y buscar información...
Pero en estas dos semanas sin internet he estado haciendo otra cosa: conociendo Calcuta, acostumbrándome de nuevo a India, pero a una India distinta. La verdad es que lo primero que me asaltó fue la conciencia de esta diferencia. Es absolutamente visible desde que llegas a la ciudad, pero también hay otras cosas, no visibles, que solo conoces cuando empiezas a moverte y a tratar con la gente, que son muy diferentes.
Lo primero: los edificios y las calles. Los edificios son bonitos. Serían bonitos. La mayoría son de arquitectura colonial y se nota que tienen un diseño inglés de la época. Tienen arcos y ventanas, fachadas decoradas, columnitas...Serían bonitos si estuvieran en condiciones. Pero no lo están, están abandonadísimos. Se caen a cachos, vamos. Hay grietas, desconchados, colores desvaídos, ventanas con persianas rotas, goteras, musgo, pegotes negros en las pareces. Parece mentira que por dentro se mantenga la estructura de algunos edificios y que haya gente viviendo en ellos. U oficinas. Se aguantan milagrosamente, pero no sé hasta cuando.
Y las calles. Lo primero, un punto positivo: hay aceras. Hay aceras en todas las calles que he visitado hasta ahora, y me he movido por la vieja Calcuta. En Bangalore, había aceras en cuatro calles. Pero además, las aceras están llenas de vida. En Bangalore, a veces veías puestecillos de venta ambulante de comida, snacks, helados, relojes, bisutería...Pero en Calcuta, todas todas las aceras están a rebosar de un puestecillo tras otros, incluso con bancos para sentarte en aquellos donde sirven comida o té y pastas. Pero también venden desde menaje de cocina, hasta ropa de cama, pasando por ropa, fundas de móviles o accesorios de papelería. Sin olvidarnos de la fruta y los zumos de caña de azúcar. Sin embargo, lo que más abunda con diferencia son los puestos de té y pastas. Hay, a lo mejor, cuatro seguidos, que se hacen la competencia pero que sobreviven juntos. En Bangalore, los teaboys (chaiwallahs) iban en moto o bici de un lado a otro de la ciudad, parando a la puerta de las tiendas, o en las aglomeraciones, o cuando alguien se lo solicitaba. Tenían una ruta que cubrir todos los días. Sin embargo, aquí, los puestos son fijos: es el cliente el que se mueve. Eso sí, se aseguran de que todas las calles están cubiertas para que nunca falte el té. A cada cuatro pasos, tienes un puesto, o casi.
Siempre me he preguntado qué sería de India sin té.
El té es otra diferencia. Además de lo de los puestos versus los chaiwallahs ambulantes, otra diferencia es que en Bangalore, tenían además de chai, una oferta amplia de cosas: café, té negro, leche de almendras, té con limón...Aquí, no: chai o chai. Eso sí, hay pastas. Y te puedes sentar. Sólo falta el periódico del día.
Ah, y una última cosa en cuanto al té: en Bangalore, lo sirven en asépticos y fríos vasitos de plástico, como los de flúor de la primaria en la escuela. En realidad, en Bangalore todo lo sirven en cosas de plástico que se acumulan como basura no degradable en cada rincón de la ciudad. Aquí, te sirven el té en cuenquitos de barro que tiras a una papelera de cada puesto, a veces en la calle también, cuenquitos que se desharán con la lluvia (continua). La verdad es que todo lo sirven en estos cuencos de barro: cada vez que pides comida para llevar en un restaurante pequeño o tradicional, también en las tiendas de yogures o leches dulces (un descubrimiento de Calcuta), incluso los puestos de zumo de caña de azúcar te lo venden en uno de estos cuencos (pero en grande, los de té son chiquititos). La verdad es que le da un toque diferente al té, es como una experiencia más auténtica. En Bangalore, en algún sitio me lo han servido en un vasito de cristal, como de chupito, pero en el cuenco de barro, casi del mismo color que el propio chai, tiene otro sabor. Un sabor mejor.
De momento: Calcuta 1- Bangalore 0
1 comentario:
Hola Profesora,
No se' como' te llamas y en que' instututo en Bangalore dabas clases. Vivo en Bangalore y trabajo como especialista de lengua espanyola. Tambien soy profesor de espanol en Bangalore University. Me hubiera gustado conocerte en Bangalore. tengo 30 anyos y me llamo Ranjeet. me gusto mucho tu blog y sigo leyendo para saber mas acerca de tus pensamientos.
Muchas gracias,
Ranjeet
ranjujnu@gmail.com
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