domingo, septiembre 23, 2012

Estampas de Calcuta III

Después de una tarde callejeando en moto por el norte de Calcuta, he visto algunas cosas interesantes. Muchas más cosas de las que pude sacar fotos....porque hay cosas que efectivamente, no se pueden fotografiar.

Es la segunda vez que salgo en moto por Calcuta. La primera vez, mi amigo y yo fuimos a las afueras, hacia la autopista. Esta vez decidimos cambiar de rumbo y subimos al norte. El Norte de Calcuta es fascinante. Es la parte antigua de la ciudad, el núcleo original, y a pesar de las muchas discusiones que he tenido con mis amigos entre qué es mejor o qué es peor, si el norte o el sur (todos son del sur, así que podéis imaginar sus respuestas), a mí me sigue gustando el norte de una forma particular. Quizá no para vivir, con sus calles congestionadas de coches y de gentes. Pero por otro lado, tiene los edificios más bonitos, y es una zona conveniente para cualquier ama de casa, ya que hay tiendecitas y mercados por todas partes. 

El caso es que nos dirigimos hacie el norte, rumbo a ninguna parte. Objetivo: perdernos. Y lo conseguimos. Aunque primero estuvimos siguiendo las calles principales, las avenidas, al primer asomo de atasco de tráfico, nos escapamos a un goli, una de esas callejuelas que en el norte de Calcuta adquiere su más pura esencia; por algunas de ellas, no podíamos pasar ni en moto. Las casas, tan pegadas unas a otras, tienen un toque colonial, y como toda la ciudad, están en ruinas. ¡Ay, si el gobierno de Calcuta diera ayudas a las personas que quieren restaurar sus casas, en lugar de promover la especulación del terreno para destruirlas y construir horribles bloques de apartamentos! Entonces Calcuta se convirtiría en la capital arquitectónica de India, sin duda. Hay maravillas escondidas en estos goli (que por cierto, como curiosidad puramente lingüística, en plural, "callejuelas", se diría "goligulo", que suena como taratari, katukutu y todas estas palabras musicales tan típicas del bengalí coloquial). Pero son tan estrechos que ni puedes ver los edificios bien, porque no hay sitio para tener perspectiva de los detalles de las fachadas. Una pena.

En las paredes de las casas, suele haber anuncios de películas o carteles con lemas políticos, cuando no hay directamente graffitis, o sorpresas como esta:


Swami Vivekananda es un filósofo y activista bengalí famoso en toda India. Su figura, reconocible porque siempre está muy erguida, con los brazos cruzados y un turbante en la cabeza, se encuentra desperdigada por toda la ciudad. En un estrechísimo goli del norte de Calcuta, encontré una casa-con-templo en la que fuera, además de pintadas del partido político que ahora está en el poder, había este "fresco" de Vivekananda. Necesita restauración, pero aún así, es fácil reconocerlo.


El estrecho goli donde encontré el fresco de Vivekananda era este. Una mujer lava algo en la fuente, mientras la ropa cuelga a secar. A ambos lados, hay casas. No sé por qué la foto me salió así, aunque si estaba un poco oscuro. Me sorprende que toda la ropa haya salido blanca excepto por una que ha salido amarillo. No hay Photoshop ni nada.


Este es el templo que está a la entrada de la casa. Una mujer realizaba rituales y ofrendas con incienso, haciendo sonar una caracola de mar enorme. El olor del incienso, el ruido de la caracola, y el ruido de una campanita que los devotos hacían sonar para llamar la atención de la diosa (o diosas) a sus rezos, llenaban la calle. Creo que la diosa es Durga, con sus hijas e hijos, pero no estoy 100% segura. Y cómo no, los enternos candados de Calcuta.


Fuera de la casa templo, una viuda y los que debían ser sus dos nietos, miraban a la diosa y a la mujer haciendo sus rezos. Le pedían algo, pero no sé qué. El niño pequeño en los brazos de su abuela, no paraba de jugar con la cuerda de la campanita. Estaba contentísimo de hacer ruido. A los lados de la puerta y la ventanida de la casa-templo, hay azulejos con estatuas de los dioses hindúes.


Algo que no sale en las fotos y que es imposible de explicar es el aroma de la ciudad. A veces es aroma: en el norte abundan los puestos de comida callejeros (vale, por toda la ciudad, pero en el norte, hay el triple), con sus snacks deliciosos e insanos. Como el de la foto de arriba. El olor al aceite friendo samosas o verduras rebozadas en harina de garbanzos, con sus especias, me llenaba los pulmones y atraía mi estómago. A veces había olor a cocina con vinagre, o un olor picante no sé a qué exactamente, que me hacía sentir como si hubiera mordido una guindilla. Otras veces había olor a pintura, a basura, o en los ghats, a cenizas. 



Puestos de bebidas y tabaco, y mini restaurante donde la gente tiene que comer en la calle.


Saliendo del goli, nos metimos en una calle principal. Aunque era sábado por la tarde y no hay trabajo, aún así el tráfico estaba muy congestionado. Menos mal que con la moto, uno puede serpentear entre los coches y avanzar más deprisa. Entre los coches, los taxis y los autobuses, las carreteras estaban repletas de camiones llevando productos de los almacenes a las tiendas. Pero no todo se transporta en camiones. También se transportan en estos carros-bicicleta. Este lleva latas de aceite vacías, de vuelta a la fábrica para llenarlas. Pero he visto carros llevando páginas de agendas sin cortar todavía, o cartones de tapas de libros, retretes de cerámica...de todo.


Un autobús en dirección a la estación de tren de Haorah.

Como había demasiado tráfico, decidimos huir lo más pronto posible y acabamos en otros goli, aquí y allá, y para nuestra sorpresa, llegamos al río. Los ghats del norte de Calcuta son muy diferentes de los del sur, de Princep Ghat o Babu Ghat. Allí, Mamata Banerjee ha hecho una remoledación absoluta de la zona, la ha puesto toda de azul y blanco (sus colores), ha colocado baldosas en el suelo, luces por todas partes (azules y blancas), y ha puesto zonas delimitadas para los vendedores callejeros, que antes se colocaban a su antojo. También ha añadido unos bancos de madera de color beige, negro y dorado con leoncitos, al lado de papeleras que imitan animales, como monos con traje de botones, o delfines con la boca abierta, de colorines. Más kitsch imposible.

Pero en el norte, la zona de los ghats sigue como antes. El suelo es tierra todavía, los vendedores de té, tabaco o muri se ponen donde quieren, libremente, cerca de los muelles de los ferris que llevan a Haorah, o cerca de los crematorios, o cerca de las estaciones de tren suburbano. Apenas hay luz, y la gente que hay se arremolina alrededor de las tiendas de té. Hay dos ghats con crematorio, Ahiritala y Nimatala Burning Ghats. a los que llegamos sin saberlo. En Ahiritala casi no hay gente, pero Nimtala es muy activo y alrededor del crematorio hay varios templos y tiendas que venden lo inimaginable para rituales religiosos que no entiendo. Parece ser que allí fue donde se incineró el cuerpo de Tagore, pero lo importante no es que un personaje famoso haya sido incinerado allí, sino los miles de cuerpos que deben incinerar cada mes... Entre Nimtala, que está cerca de Burrabazar, y el puente de Haorah, están los almacenes donde se guardan los productos que los camiones repartes por toda la ciudad. No pudimos salir de allí por la vía normal, porque uno de esos camiones se había chocado contra un coche y había un lío montado allí mismo alrededor de un accidente nimio, porque al coche no le había pasado nada. 

Dimos la vuelta y salimos cruzando las vías del tren, para llegar a la zona donde los mayoristas venden a los pequeños distribuidores, que suplen a toda la ciudad: el mercado de Burrabazar. Hombres vestidos apenas con lungi (una especie de toalla fina, normalmente con un diseño azul de cuadros, atada a la cintura) y un paño rojo en la cabeza que tiene usos múltiples, descargaban camiones pasando los sacos de cosas a carros hechos con troncos finos de madera, que funcionan como un balancín. Otros llevaban sus productos en carros-bicicleta. Con un gancho metálico, los hombres enganchan los sacos y los tiran como pueden al carro, que luego empujan entre dos o tres personas. Mientras, otros dormían entre los sacos. En la calle, además de este movimiento de camiones, hombres y sacos, había comerciantes que ya estaban subastando sus productos. 


Una cosa curiosa de los camiones es su decoración. Todos están pintados, la mayoría lleva pintado también información sobre su permiso de conducir (Bengal, All India, Bengal and Bihar, etc.) y su número de teléfono, por si alguien requiriera sus servicios. Pero también llevan lemas a los dios (Jay Mata Di, por ejemplo), y cómo no, algunos incluyen imágenes de los dioses. Me gustaría volver, con calma y andando, para sacar fotos de estas pinturas. Este es Shiva, pero también había muchas Kali y creí reconocer a algún Hanuman. 

Esta ciudad nunca podrá dejar de sorprenderme.

1 comentario:

Ricardo dijo...

En Calcuta hay muchas cosas para sorprenderse. Desde luego hay muchos edificios de la época colonial que restaurados serían auténticas preciosidades. Lástima, como dices, que el gobierno no ofrezca ayudas para llevar eso a cabo.
Y se pueden ver muchas cosas sorprendes, como ese carro-bici del comentario ¡Increíble! ¡Aún verás muchas cosas sorprendentes!

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