miércoles, mayo 08, 2013

Vaya semanita

Hacía tiempo que no escribía sobre India, y ya tenía ganas. No paro de decir que estoy muy ocupada, y de poner mil excusas para justificar la falta de actualizaciones, lo sé, en realidad algún tiempecillo podría sacarle al día para escribir, pero con el calor que hace ahora, esos momentos los uso para "re-ducharme". He vuelto al ritmo de las 3 duchas al día. De los 30 grados no bajamos ni por la noche. Entre eso y la de mil cosas que están pasando últimamente, el blog lo tengo un poco de lado.

Pero dejémonos de excusas, y vayamos grano.

Desde que empezó abril el calor no ha hecho más que aumentar, y con eso, el malestar, la falta de energía, y los desarreglos de sueño. He llegado a tener que mover el colchón al suelo para ponerme directamente debajo del ventilador. No puedo dormir con el aire acondicionado puesto, porque hace un ruido de mil demonios y no hay quien pegue ojo si está encendido (ni quien hable por teléfono, ni quien escuche música, sólo se puede escuchar un runrun que no te deja ni pensar). Menos mal que por las noches refresca, y llueve un poco; y menos mal que he descubierto un nuevo restaurante bengalí cerquita de mi casa, que sirve un resfresco casero (aam pora shorbot) hecho a base de un mango verde pequeñito y asado, con agua, masala, sal negra, azúcar y agua, que está de muerte: ideal para refrescarse después de un día agotador.

Sin embargo, no todo puede ser maravilloso: últimamente, tenía muchísimas ganas de comer phuchka (la versión bengalí del pani-puri), y aunque es un pelín peligroso porque nunca sabes si vas a salir sana y salva, o si vas a pasarte el día siguiente encerrada en el baño, después de retrasarlo dos semanas, no podía aguantar más. Salí con un amigo y nos zampamos dos tandas de phuchka, en dos lugares diferentes de la ciudad (las primeras fueron tan tan sosas, que repetimos para quitarnos el mal sabor de boca, nunca mejor dicho).


Vendedor de phuchka en una calle cualquiera de Kolkata (foto no mía, sino de aquí)


Y un primer plano de esta delicia entre salada, ácida y picante, que en Kolkata, puede ser hasta mishti (dulce), si uno se lo pide al phuchkawallah :)



Al principio, no me sentí mal.

Dos días después, el pasado lunes, me desperté en medio de la noche para ir corriendo al baño. A las 5 de la mañana. Y me pasé de la cama al baño, del baño a la cama, hasta las 8, que dije basta, y no me volví a acostar. Por fin a eso de las nueve, podía atreverme a salir a la calle: compré unos huevos y zanahorias, para hacerme una tortilla francesa para desayunar, con un té (el café empeoraría las cosas), y conseguí estar en la cocina todo seguido sin salir corriendo al baño. Fatal. No me había cogido una diarrea tan mala desde la de Bangalore...y como recordaba la de Bangalore, recordaba que tenía guardada la receta de la doctora, con todas las instrucciones necesarias para sobrevivir. El problema era salir a la calle. Entre el calor, el dolor, y el descontrol, no podía aventurarme sola. Menos mal que a eso de las seis de la tarde ya no hacía tanto calor, me encontraba mejor después de una larga siesta, y vino un amigo a ayudarme a ir a la farmacia, porque no estaba segura de poder caminar toda la distancia yo sola (unos 5 minutos). Las piernas me temblaban al caminar, y debía parecer un fantasma andante.

Menos mal que los genéricos indios son fantásticos y baratísimos, y al día siguiente ya estaba mucho mejor. El problema es que había perdido todo el lunes, cuando debería haber ido a hablar con el Rector de la universidad, para recibir la appointment letter, una carta que certifica mi contrato anual, indispensable para la renovación de mi visado. Porque sí, chicos y chicas, parece que fue ayer cuando contaba mi folletín sobre la aventura de extender un visado en India, y de nuevo estoy con el tema. La secuela...a ver cómo va este año. 

Pero con todo ese retraso, que ayer al final no tenía energía todavía (estaba recuperándome en casa, aunque sí que fui a clase), pues hasta hoy miércoles, no fui. Y menos mal que me llevé un libro conmigo, previsora, sabiendo que todo iba a ser más largo de lo que debería. Ya estoy aprendiendo: me llevé el último libro de Steven Pinker, the Stuff of Thought, un libro sobre lingüística muy interesante y divertido. Resulta que estaban entrevistando al Rector, de no sé qué medio de comunicación (fuera había gente sacando videos de los edificios). Además, en la sala de juntas, había una reunión de, supongo, profesores o así, dedicada a Rabindranath Tagore, ya que mañana jueves es el aniversario de su cumpleaños, y además, este año parece que es el 100 aniversario de su Premio Nobel. Y mientras, también, justo en la puerta del edificio administrativo donde está el despacho del rector, un sindicato de alumnos estaba agitando banderas y gritando consignas en bengalí, reclamando algo que no conseguí entender. Mientras todo esto pasaba a la vez, un hombre bengalí se sentó a mi lado y empezó a charlar conmigo en bengalí. Contento de que yo pudiera entenderle y decir unas palabras, en cuanto se enteró de que era española, empezó a hablar de fútbol. Más que hablar de fútbol, me recitó la alineación del Barcelona, lo maravilloso que eran Iniesta y Villa, lo mucho que había admirado a Raúl en el Real Madrid, y que si él tuviera dinero, enviaría a su hijo a Barcelona para que se convirtiera en un gran futbolista (típico padre que tiene hijos para realizar los sueños que él no pudo conseguir, sin preocuparle de si a su hijo le gusta el fútbol o no...). La verdad es que el tema de conversación no me daba para mucho, porque soy una ignorante en fútbol, y el tipo era un fan: me contó que había visto Barcelona desde el satélite de Google Maps, y que le habían impresionado las infraestructuras para el deporte y el tamaño del estadio de fútbol. Claro que no sé si vió lo de Montjuic o el estadio del Barça...

El fan de Iniesta se marchó y me dejó con el libro, una hora que estuve leyendo, esperando. Me cansé y salí a tomar un té con mi amigo Kashinath, en un descanso de sus clases, y justo cuando volví al edificio, la entrevista había terminado: por fin el Rector estaba libre. Enseguida me reconoció y me preguntó si llevaba mucho tiempo esperando, que le perdonara, que hoy había sido un día muy ocupado (no hay tantos extranjeros en la universidad, no somos difíciles de reconocer. Ahora que Charline se ha marchado, creo que somos dos, y yo, la única profesora...). Si bien algunos administrativos son vagos, de esos de "vuelva usted mañana, o pasado mañana", lo cierto es que en los puestos de responsabilidad, hay gente de lo más eficaz y diligente. Tanto el Rector (Vice-Chancellor, o para abreviar, VC) como el Registrar, (un cargo que no sé cómo podría traducir) son atentos, rápidos, y entienden todo a la primera. En menos de dos minutos, ya había obtenido una respuesta positiva, las instrucciones escritas en la carta que llevaba conmigo, y lo que debía hacer claro en la cabeza (aunque quizá fue todo muy rápido y no me dió tiempo a hablar como me habría gustado, pero es que había cola, con el asunto de la entrevista... otro día será). Después del VC, de nuevo el Registrar, que es siempre sonrisas, hablo con su secretaria, ella me explica todo, y sí, tengo que volver el viernes porque el día del cumpleaños de Tagore es festivo y porque el Assitant Secretary, con el que también tengo que hablar, hoy estaba en una reunión y no podría atenderme. Pero todo está claro: a las doce recojo la carta, la llevo al secretario, y la carta que reciba la llevo al Registrar y a la General Section para que me renueven la habitación en la Guest House. Llevará al menos una semana más, pero lo que me preocupa más no es tanto la Guest House (no me van a dejar en la calle, seguro), sino la Appointment Letter para el visado, que sin ella nanai. Ni sin ella, ni sin el Form-16, que los lectores habituales recordaréis de la mencionada serie de entradas sobre la "aventura" de renovar el visado en India. Menos mal que esta vez ya sé lo que es el Form-16, ya tengo PAN card, ya sé cómo funciona lo del Income Tax.

Espero que todo sea un poquito más sencillo que la última vez.

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