jueves, mayo 09, 2013

¿Río o mar?

Ayer miércoles, después de todo el ajetreo en la universidad, quedé con un amigo que vive cerca de allí un rato, y se nos ocurrió la idea de ir hasta Haorah, al otro lado del Ganges, en ferry. Para variar un poco. Con el calor, la idea de acercarse al agua, sonaba maravillosa, aunque aquí no hay playa y si la hubiera, tampoco me bañaría. Ya hay ghats (las gradas que bajan hasta la orilla) y gente que se baña, lo que no me explico es cómo no acaban directamente en el hospital después. O como no salen de color verde fosforito.

Después de un té con galletas (de las indias, que son medio saladas medio picantes, y combinan maravillosamente con la dulzura del té), nos subimos a un autobús entre la multitud, hasta el norte, Bagbazar en Shyambazar, y caminamos cruzando una callejuela llena de templos incrustados en los bajos de los edificios, las vías del tren, y llegamos hasta el muelle de los ferrys.

Hacía un viento maravilloso, y como ya estaba oscuro, podía imaginar que estaba en el mar, en la ría de Vigo, y que lo que veía al otro lado no era Haorah, sino Cangas. Sólo se podían apreciar las luces de la ciudad vecina, que eran pocas. Estábamos lejos de la estación de tren, más al norte, tras una curva en el cauce del río.  Había una brisa a la que sólo se faltaba el olor a sal, y como había marea alta, había olas que mecían levemente la plataforma donde esperábamos al ferry.

Al cabo de un rato vino el barco, subimos, y nos colocamos en la proa, de frente, donde todo el viento nos daba en la cara. Era maravilloso escuchar el ferry cortando las olas, la espuma saltando, y el viento silbando en nuestros oídos. Al doblar el meandro, apareció el puente de Haorah vestido de luces amarillas y violetas, como si fuera Navidad o Durga Puja.


La idea del nuevo gobierno de pintar todo Calcuta de blanco y azul no me gusta, pero sí me gustan las luces que están poniendo.

Cruzamos bajo el puente y por fin atracamos. Apenas unos 15 minutos de viaje, pero fue fantástico. Para volver, decidimos hacerlo andando por el puente. Pero no contábamos que a esa hora el flujo de gente que va hacia la estación de tren fuera tan intenso: era otro río, pero de personas. No os podéis imaginar la riada de gente. ¿Cuántos millones (porque no son miles, son millones) de personas vienen hasta Calcuta cada día para trabajar o estudiar? ¿Cuántos commuters recorren este puente cada día, a pie o en autobús? Es tan imposible de contar como contar cuántas gotas de agua tiene el Ganges.

Esperamos una media hora en medio del puente, observando las dos ciudades, disfrutando de la brisa fluvial. A medida que nos acercábamos a lo que durante el día es el mercado de las flores, olía a flores húmedas. Mi amigo, Aritra, me contó que una vez, cuando él era uno de los miles de trabajadores que vienen y van a Calcuta diariamente, volviendo a la estación, se encontró con que había un incendio en el mercado de flores, y todo olía a flor quemada. No sabía decirme si era un buen olor o un mal olor: la impresión del incendio no le había permitido pensar en esos términos. Intenté imaginarme cómo sería, pero no llegué a ninguna conclusión tampoco. Siempre que yo voy cerca del mercado de las flores, me pasa lo contrario: que llueve, o ha llovido, y huele a humedad y podredumbre.

Perdimos de pura mala suerte el último tranvía a Central, así que nos volvimos a subir en un autobús, el primer autobús que veo donde todo un lateral está reservado para las mujeres, cuando normalmente sólo hay unos cuatro asientos para ellas. Aquí, los hombres son caballerosos para algunas cosas, pero ninguno se levanta para prestarle su asiento a una mujer mayor, embarazada, discapacitada, etc. En el metro, en cambio, este martes cuando iba a clase, debía tener una cara de enferma tal, después de la intoxicación con phuchka, que una chica se levantó para dejarme sentarme, ¡y ella se pasó tres paradas de pie!

La excursión en barco por el riomar fue estupenda: cuando no tenga nada que hacer por la tarde, me parece que ya sé lo que voy a hacer... 



Vengo de un prado vacío 
un país con el nombre de un río 
un edén olvidado 
un campo al costado del mar lo 
Pocos caminos abiertos 
todos los ojos en el aeropuerto 
Unos años dorados 
Un pueblo habituado a añorar 
Como me cuesta quererte 
Me cuesta perderte 
Me cuesta olvidar 
El olor de la tierra mojada 
La brisa del mar, 
brisa del mar, llévame hasta mi casa 
Un sueño y un pasaporte 
como las aves buscamos el norte 
cuando el invierno se acerca y el frío comienza a apretar 
Y este es un invierno largo 
van varios lustros de tragos amargos 
y nos hicimos mayores esperando las flores 
del Jacaranda. 
Como me cuesta marcharme 
Me cuesta quedarme 
Me cuesta olvidar 
El olor de la tierra mojada 
La brisa del mar 
brisa del mar, llévame hasta mi casa 
Brisa del mar

La canción podría haber tratado sobre India, y no habría cambiado nada

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