Salimos el jueves 26 de mayo, en realidad en la madrugada del viernes 27, desde Haorah en un tren que, a pesar de salir de Haorah y no venir de otra estación, llegó -sí, habéis leído bien, "LLEGÓ"- tarde a la estación una hora, y salió tarde también. Acumulando retrasos, al final llegamos a New Jalpaiguri pasadas las 12 de la mañana, tras más de 11 horas en tren.
New Jalpaiguri es la estación más grande del norte de West Bengal: y es simplemente eso, una estación de tren muy grande. Una estación de tren, una explanada llena de puestos de té y rickshaws motorizados (autorickshaws), rickshaws de bicicleta o a pie, y una especie de rickshaw camionetas que pueden llevar hasta 10 o 12 personas (dependiendo de lo dispuestas que estén a apretujarse), y por fin, una linea de restaurantes polvorientos y tienduchas de tabaco, refrescos y "agencias de viajes" aún más polvorientas. Un paraje desolador. Por "desgracia", no sé dónde metí mi parte de la Lonely Planet sobre Darjeeling, así que no me la pude llevar al viaje, y no teníamos ninguna información sobre New Jalpaiguri o Silguri, la ciudad más cercana, a partir de donde se coge un bus o un jeep compartido hacia Darjeeling. Así que perdidísimas, decidimos preguntar.
Chapurreando bangla y sonriendo mucho llegamos a la conclusión de que en las 8 horas aproximadas que teníamos en New Jalpaiguri no podiamos acercarnos a Darjeeling y volver. Nos limitamos a acercarnos a Silguri, que está como a una media hora de la estación de tren a través de unas carreteras que no es que estén llenas de agujeros y gravilla suelta, es que es una tira de agujeros y gravilla suelta con un poco de asfalto aquí y allá.
Al principio, como extranjeras, nos quería cobrar una pasta por ir Silguri, cuando nuestra experiencia nos decía que semejante precio era imposible, encontramos a un bengalí al que le encantó nuestro bangla (aunque Darjeeling esté en West Bengal, como decía en la entrada anterior, aquí en realidad no son bengalíes, y hay muchas comunidades diferentes, sobre todo nepalíes que no hablan bangla sino nepalí, pero también marwaris y biharis, que hablan hindi), enseguida habló con un conductor para que nos cobrase la tarifa real: 20 rupias. Nos preguntaron donde aprendimos bangla y cuando contestamos que vivíamos en Calcuta ya los teníamos en el bote y dejaron de mirarnos como turistas-sacos de dinero.
Aunque les habíamos pedido que nos llevaran a la zona de mercado central, por error nos llevaron a un centro comercial que tenía el nombre de "City Center" (y claro, cuando nosotros dijimos que queríamos ir al centro de la ciudad, entendieron que queríamos ir al centro comercial este....), pero al final no fue tan malo: en el centro comercial había baños limpios y amplios donde pudimos lavarnos bien y cambiarnos de ropa, respirar un poco, descansar en el jardín, y hasta fuimos a ver una peli de Bollywood (malísima) para matar el tiempo.
Luego volvimos al que. esta vez sí, era la zona del mercado de Silguri: mis sandalias se rompieron después de un año usándolas un día si y otro también, y me negaba a pagar 1000 rupias en el centro comercial por algo que en el mercado me costó 300. También probamos algunos snacks callejeros, regateamos, compramos telas, fruta (unos mangos deliciosos) y cenamos comida tibetana en la calle (momos de vegetales y paneer, 10 rupias 5 piezas. Para que os hagáis una idea, en Calcuta no los hay con paneer y valen, los más baratos, 12 rupias en la calle, pero en un restaurante, cuestan desde 45 rupias en adelante). Para que sepáis de qué estoy hablando, la foto:
Volvimos a New Jalpaiguri para esperar otras tres largas horas a nuestro tren nocturno. Sin nada que hacer, decidimos sacar la baraja y jugar a las cartas. Yo había llevado mi baraja española y Clo, la francesa. Ya había enseñado a Clo a jugar a la escoba, pero ahora le enseñé mi juego favorito: el chinchón. Nos pasamos horas jugando. Poco a poco, algunos hombres empezaron a situarse a nuestro alrededor mirando nuestro juego, curiosos. Es normal en India ver a grupos de hombres a cualquier hora y cualquier día de la semana, sentados en la calle, en el suelo, jugando a las cartas con una baraja como la francesa; pero mujeres, mujeres no se ven. Las mujeres no juegan a las cartas. Las cartas están mal vistas porque se relacionan con el juego y las apuestas, aunque nosotras claramente estábamos jugando sin dinero por medio. Al final, cuando nos dimos cuenta, había unos 20 hombres rodeandonos, comentando nuestro juego, haciendo preguntas sobre la baraja (que era la mía española, y claro, no habían visto una así en su vida). Como había MUCHOS mosquitos, yo los asustaba intermitentemente con mi abanico (que tampoco habían visto en su vida). Al final uno de los hombres me lo cogió y empezó a abanicarnos él para que pudieramos jugar a las cartas tranquilamente. Acabamos por enseñarles con detalle la baraja y el juego del chinchón, mezlcando bangla con inglés, y entre ellos se explicaban las cosas unos a los otros, y hasta hicimos algunas partidas de prueba. Así que si algún día vais por New Jalpaiguri y veis a indios jugando al chinchón, ya sabéis a quién echarle la culpa....
Por fin cogimos nuestro tren, después de despedirnos de nuestros alumnos tahúres, para pasar otras 9 horas mecidas por el traqueteo del tren, hasta Guwahati. 9 horas que se convirtieron en 11 o así, porque volvimos a llegar al menos dos horas tarde: cuando llegamos a Guwahati ya no era la mañana sino pasado el mediodía.
Fuimos primero a ver los hoteles de mi guía, la Lonely, pero los precios en Assam han subido casi el triple en tres años, y la guía estaba muy desactualizada al respecto. Además, estaba todo completo. Los hoteles de la guía y los que no estaban en la guía: y no por los turistas, sino por los indios. Al parecer, había unos examenes estatales, como unas oposiciones, en Assam ese fin de semana, y estaba todo Guwahati lleno hasta los topes con los candidatos y sus familias. Pateamos dos barrios, preguntando en varios hoteles, en los que nada más vernos entrar por la puerta nos decían: "FULL", "NO ROOM" "KALI ROOM NEI" (no hay habitaciones libres). Clo desconfiaba: creía que era porque como somos extranjeras tienen que hacer más papeleo y registrarnos en la comisaría de policía más cercana y querían ahorrarse los trámites (al parecer a ella le pasó esto en Kerala una vez). Yo le decía que no, que efectivamente, había mucha gente joven, y hasta familias, pasando de puerta en puerta de cada hotel sin coseguir nada tampoco, así que no era problema nos llevaron nuestro por ser extranjeras...
Acabamos hartas, sentadas en unas escaleras en una esquinilla, a la sombra, a matar el tiempo pensando que hacer. Un viejecillo que habíamos conocido en uno de los hoteles pasó por delante, nos saludó, y nos preguntó si habíamos conseguido habitación. Clo le dijo que no, que íbamos a dormir en aquellas escaleras, y el hombre realmente se creyó que hablaba en serio y se asustó: enseguida nos dijo que no, que no se nos ocurriera hacer eso, que fuéramos a la estación de tren a dormir en la Waiting Room. Y por un momento, Clo también se pensó eso en serio....
Pero al final Clo llamó a su amigo, que todavía no había llegado a Assam para la fiesta, el amigo llamó a su vez a otro amigo, que sí vivía en Guwahati, y al cabo de una hora este vino con su hermano mayor a buscarnos en coche a aquellas escaleras donde esperábamos. Syed (el amigo del amigo) y Arif (el hermano mayor) enseguida nos llevaron a su casa: la mala suerte de no encontrar habitación de hotel se convirtió en la buena suerte de poder quedarnos en casa de una familia asamesa, en lo que iba a ser una experiencia cultural y personal interesante. Nada mejor para conocer un lugar que rodearse de gente natural de ese lugar.
Allí conocimos al otro hermano, el mediano, Asif, y a la esposa del hermano mayor, Afreen, y a la madre de los tres chicos, a la que todos llamaban Ma. Eran musulmanes, y después de vivir con ellos cinco días, cada vez estoy más convencida de que los medios de "información" son unos medios de "prejuiciación", aunque soy fiel a mi lema de que "hay de todo en todas partes", malas y buenas hierbas. Pero lo que esta familia hizo por nosotras, dos auténticas desconocidas (la única conexión es que Clo había enseñado en la universidad de Tamil Nadu donde el amigo de Syed había estudiado y conocido a Clo), no lo haría ninguna familia española y católica. Ni siquiera la mía.
Lo primero que hicieron fue dejarnos una habitación para relajarnos, descansar, deshacer nuestras mochilas. Inmediatamente teníamos té y dulces listos en la mesa, y nos duchamos para relajarnos, quitarnos el sudor y cambiarnos de ropa. Después de comer, Syed y Asif nos llevaron a pasear por la orilla del Brahmaputra, uno de los ríos sagrados de India, que nace en el Tíbet y desmboca en la Bahía de Bengal en Bangladesh. Es el único río indio con un nombre masculino, como nos señalaron los hermanos, que a pesar de ser musulmanes estaban bien versados en la tradición cultural hindú y sabían de todo y podían explicarlo.
El té y los dulces, que no pueden faltar como bienvenida a una casa india.
Después de ducharnos y cambiarnos de ropa, la sopresa: un lorito que baila y canta. Mi cara de sopresa lo dice todo...
Y la comida con la familia (tías y sobrinas y primas) que habían venido a ver a las extranjeras. Primero comimos nosotras, las huéspedes, y luego comió la familia de la casa. Todo por Afreen y Ma.
Atardecer en el Brahmaputra
Cansadas como estábamos, aún así nos llevaron a un museo de arte tradicional y cultura de Assam, donde vimos una exposición de máscaras que usan (o usaban) en un teatro tradicional, con héroes y monstruos de la literatura india (sobre todo del Ramayana), también los utensilios de mimbre, que son super típicos de Assam, así como tallas de madera, telas de algodón y lana, y ropas tradicionales. Por fin, volvimos a casa para cenar una buena cena familiar, con arroz, lentejas, verduras variadas, algo de carne para los carnívoros, y chili. Y un encurtido de bambú y chili que me ha robado el alma, y es una de mis cosas favoritas de la comida india ahora. Todo cocinado por Afreen, que tiene unas manos mágicas.
Y tras charlar con más té hasta las tantas, mirando de cuando en cuando un partido de cricket en la tele, por fin nos fuimos a dormir en la habitación principal, con la madre, y con mosquitera. Porque algo malo tiene Assam: la cantidad ingente de mosquitos que viven de tu sangre!!
Más por venir.
2 comentarios:
Pues sí, una experiencia muy interesante. Como dices en todas partes hay de todo... aunque también es verdad que con diferencias, y la hospitalidad es una característica de los musulmanes, según tengo entendido...y lo que te ha pasado a ti es una prueba de ello.
Un beso
¡Eso es un auténtico viaje! Ir por libre, a ver lo que sale y pasar momentos difíciles de olvidar. Si el chinchón se pone de moda en la India, sobre todo en Assam y esa zona ya sabemos quién tiene la culpa.Jejeje. Desde luego la hospitalidad de esa familia ha sido algo que no olvidarás. Y lo que se dice de la hospitalidad de la cultura musulmana se hizo realidad. ¡Las fotos son preciosas!
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