Khajuraho es ese lugar
legendario por el libro más buscado en Occidente. Si fuera más
barato y fácil de encontrar, no lo desbancaría del top de las
listas de ventas en La Casa del Libro ningún The Secret de Rhonda Bryne que
se
imprimiera,
ningún
El código Da Vinci.
Sí,
efectivamente,estoy
hablando
del
Kamasutra.
Pues
no es que el Kamasutra se escribiera en Khajuraho, sino que este
pueblucho con la estación de tren más nueva y limpia de India, está
rodeado de templos y templos con estatuillas sensuales y sexuales
grabadas en las fachadas, laterales y todo el exterior. Hay escenas
de todo tipo, diarias, bélicas, de la gente pobre, de la gente rica,
los trabajadores, los escultores de los templos, animales dioses,
etc. Mil estatuillas ignoradas por lo que a la mente de Occidente le resulta más llamativo que se conecte con la religión: el sexo. Sobre todo
si hablamos del cristianismo.
Algunas
de las estatuas son meramente sensuales, con hombres y mujeres muy
sexys haciendo manitas, flirteando...mientras que otras son
explícitamente sexuales e instruyen a la gente a cómo disfrutar y
no aburrirse haciendo siempre lo mismo.
¿Por
qué hay sexo en un templo a un dios? Bueno, hay muchas
respuestas...Lo cierto es que Khajuraho, un lugar PLAGADO
literalmente de extranjeros, además de de mosquitos de verdad, y que
goza de la mayor densidad de indios por metro cuadrado que habla
fluidamente cuatro idiomas extranjeros como mínimo, es un lugar casi
casi occidental en cuando a los estándares de modernización del
sistema turístico. En este pueblo donde no hay nada, ni está cerca
de ninguna parte, un pueblo al que nadie iría nunca si no fuera por
los famosos templos y la leyenda del Kamasutra, hay casi más hoteles
de lujo que en Calcuta, hay un aeropuerto, una estación de
autobuses, además de la de tren nuevecita que mencioné antes, hay
restaurantes que preparan pizza en hornos de piedra al más puro
estilo italiano, y hay audioguías para recorrer el conjunto de
templos, tienda oficial de souvenirs y hasta postales. Se ve que el
que ha montado todo esto ha estado en París. Y en las audioguías se
dan varias explicaciones al “enigma” de la relación de sexo y
religión:
- Las estatuas de los templos muestran todo tipo de escenas relacionadas con la vida de la gente y el sexo es una de ellas
- Tiene una función catártica al eliminar estos pensamientos de la mente de los devotos (pues ya se divierten fuera antes de entrar al templo), de modo que tienen la mente limpia a la hora de rezar al dios
- Son templos que siguen la línea hinduista del Tantra, una escuela de filosofía que comparten algunas ramas hindús y budistas, en la que en lugar de renegar de la realidad para alcanzar un plano superior, se intenta alcanzar este a través de la vida normal, mundana. Sexualidad incluida.
Este
es uno de los lugares más extravagantes que he visto nunca en India,
sinceramente. Me quedan muchos por ver, pero no sé si habrá alguno
que lo supere. Llegas a Khajuraho y lo primero que te encuentras es
un grupillo de jovenzuelos sin trabajo que lo único que hacen es
revolotear a tu alrededor para que vayas en su autorickshaw y poder
exprimirte todo lo posible. De 80 que nos pedían al principio,
acabamos pagando 30, sin decir nada, solo caminando ellos bajaban el
precio automáticamente. Te montas tú en el auto y se montan tres
más para charlar, volver al pueblo, y convencerte de que vayas al
hotel que representan, del cual te lanzan enseguida la tarjeta.
Prometes pensártelo y te bajas en el primero que ves: un hotel con
el cartel en inglés y en coreano. Se anuncia todo en ambos idiomas,
hasta el folleto del hotel está en inglés y coreano, y ofrecen
“Korean coffee” (que vete tú a saber qué es esto).
Inmediatamente ves a una pareja de coreanos salir del hotel, para que
no te quepan duda de quiénes son los clientes habituales del hotel.
El
hotel tiene mil habitaciones libres. Este es un mal año: con la
crisis económica, los europeos, que son los que más viajan aquí
atraídos por el Kamasutra, apenas vienen. Al parecer hace dos años,
los españoles inundaban las callejuelas del pueblo, después fueron
los italianos, y este año parecía el de los franceses, pero el
negocio iba mal. Elegimos la habitación que quisimos, y nos fuimos a
desayunar. Segundo susto (después del de los coreanos): los precios.
La comida era carísima. Probamos en otros cafés y restaurantes (que
es lo único que hay en el centro que rodean los templos, además de
hoteles y tiendas de artesanía fabricada en cadena), todos igual de
caros. Los hoteles estaban tirados de precio – el nuestro apenas
costaba 400 rupias la noche, muchísimo mejor que en Varanasi, y
creedme, he visto muchas habitaciones de hoteles, y esta habría
valido el doble en cualquier otro lugar, aún en temporada baja –
pero la comida era prohibitiva. Quizá eran los problemas de
aprovisionamiento que sin duda un lugar tan alejado de la mano de
dios (a pesar de los templos) debía de sufrir. O quizá era la
manera de sacar beneficio: los turistas venían porque el alojamiento
era barato, y luego los sableaban en la comida, los souvenirs y la
entrada al templo (que para los extranjeros es de 150 rupias, y no
hay carné ni visado de trabajo que te salve, aunque tú pagues tus
impuestos aquí como ellos).
Al
final encontramos un lugar de precio aceptable. El Madrás Café –
sólo el nombre, prometedor de idly dosa, ya me hacía la boca agua –
era un lugar pequeñajo, justo enfrente de la entrada de los templos,
llevado por una familia Telugu que hacía muchos años se había
instalado en Khajuraho. El hijo, un piloto, había vuelto a India
hacía poco desde Filipinas, donde trabajaba para una empresa de
viajes de clase alta con aviones privados. Se hacía cargo del
restaurante ahora, durante unos meses antes de regresar a Filipinas,
para ayudar a sus padres ya mayores y enfermos, y para ayudar en la
época de crisis. Ganga, como se llamaba este chico, enseguida se
hizo nuestro amigo, hasta tal punto que comenzó al segundo día a
confiarnos las gracias y desgracias de su vida. Él nos explicó
muchas cosas sobre Khajuraho, adónde ir, qué ver, los precios
reales de las cosas, y nos ayudó en todo momento. Un encanto.
En
cuanto a Khajuraho, nos contó como intuíamos ya, que sin los
turistas que venían a ver las estatuas del Kamasutra, aquí no
habría nada más que cuatro gatos muertos de hambre. Suena crudo
pero es así. Tienen problemas con la lluvia, hace un sol de justicia
todo el año, el río cada vez lleva menos agua, y no hay ninguna
industria ni nada alrededor. Pero el turismo había convertido a
aquel pueblucho un centro turístico adinerado, y había florecido,
hasta la crisis económica de Occidente. Sin turistas, aquello se
moría y la gente intentaba huir de allí y encontrar trabajo en otra
parte.
¿Cómo
intentaban huir? Veréis, esto tiene su ingenio. Aquí vienen muchos
grupos de turistas, algunos solos, muchos en parejas, otro en grupos
organizados. Los habitantes del lugar, que viven de estos turistas
extranjeros, aprenden sus lenguas en la calle para mejorar la
comunicación, y convencer a los turistas de que entren en sus
tiendas, y en definitiva, poder hacer su negocio mejor. Cualquiera
que sea el idioma que hables, en algún momento algún hombre se te
acercará hablando tu propio idioma, mejor o peor, pero hablando.
Algunos hasta se van a estudiar a Delhi (que está relativamente
cerca), porque allí hay muchos centros donde aprender lenguas
extranjeras. Luego vuelven para llevar la tienda, hotel o restaurante
familiar, o para ser guías aprobados por el gobierno de India. Y
está la tercera vía: ligarse a una extranjera, casarse, y marcharse
con ella a su país. Algunos de los más adinerados empresarios de
Khajuraho son hombres que tras divorciarse de sus mujeres
extranjeras, volvieron con dinero y profesionalidad al pueblo para
montar un negocio mejor.
Tristemente,
hablo de hombres indios y mujeres extranjeras, y no viceversa, porque
no sé de ningún caso, y porque no parecía que ninguna mujer india
fuera a salir a atreverse a hablar con un hombre extranjero en aquel
pueblucho. Así, las mujeres teníamos que quitarnos los moscones a
manotazos (no literalmente), porque nos perseguían por todas partes.
Aviso: ignorarlos absolutamente sin inmutarse es la mejor opción. Al
final, se aburren y dejan de insistir. Es un ambiente agobiante, pero
hay que entender su desesperación. En ese lugar, no hay
absolutamente nada más que arena.
Ganga
nos hablaba con tristeza de los coreanos, que a pesar de ser los más
numerosos, venían con todo organizadísimo, su hotel reservado, su
lugar para comer decidido de antemano, se quedaban una noche nada más
y se iban, sin gastar apenas dinero en las tiendas y en los
restaurantes ni nada que no fuera su hotel, su restaurante, y la
entrada de los templos. Nos hablaba de los españoles, que recordaba
de hacía tres años, de los muchos franceses que había ahora y cuyo
inglés no entendía. Y hacía el mejor café (bueno, su cuñada lo
hacía) de Khajuraho.
Un
día nos invitó a cenar a otro restaurante, uno italiano, de un tipo
que se había casado con una italiana, había aprendido a cocinar
bien, se había divorciado y había vuelto con la idea de montar un
imperio enfocado a los mediterráneos. Lo cierto es que la decoración
y la comida era 99% italiana, con alguna concesión a lo indio.
Pedimos, cómo no, una pizza. Y allí, mientras Ganga nos contaba su
vida, Charline y yo empezamos a comer con la mano, como todo hijo de
vecino. Y el indio, que come normalmente su comida con la mano todos
los días, empezó a comer la pizza con cuchillo y tenedor. Y
nuestros ojos, tan grandes como el plato de la pizza.
Pero
lo mejor de Khajuraho no fueron los templos, las anécdotas, o el
café del Madrás Coffee (pero casi casi), sino el paseo en bicicleta
a Ranneh Falls, 40 kilómetros respirando aroma a hierbabuena, y el
cielo estrellado de las noches sin luces, en el silencio. Hasta vimos
estrellas fugaces.
Podría
decir mil cosas de Khajuraho: el, de repente, encontrar un cartel en
bengalí y sentirme en casa, ver a una familia bengalí (antes de
escucharles hablar, solo por el aspecto, ya se veía que eran
bengalíes), una familia con las hijas más cursis que he visto en mi
vida (no podían coger el vasito de café de una manera más
enrevesada porque no podían hacerlo sin dislocarse el brazo), el ser
perseguida por hombres intentando venderte barajas de cartas con las
estatuas del Kamasutra en lugar de las figuras y los símbolos, las
proyecciones de la serie del Ramayana como si fuera un cine de verano
en la plaza central de la ciudad, el mal sabor del yogur de aquel
pueblo, la tienda que decía que vendía “English Wine”, como si
eso fuera importante,...demasiadas cosas para contarlas. Allí
pasamos cuatro días inolvidables.
¿Recomendaría
ir a Khajuraho? No lo sé. Es agobiante, caro, y puede ser aburrido
si te devora el calor y la insistencia de los vendedores indios. Pero
puede ser una experiencia diferente si conoces a la gente adecuada,
si vas a los sitios adecuados en el momento adecuado. Si ves
estrellas fugaces por la noche.
Vosotros
decidís. Para ilustrar con algo más que palabras, aquí os dejo
unas imágenes.
Un templo dedicado a Shiva
La cúpula del techo está diseñada para que se parezca a las montañas del Himalaya donde vive Shiva (Kailas)
Variedad de estatuas en los muros de los templos
Este hombre gordo estaba decorando todas las columnas y soportes dentro de los templos.
El elefante es un poco cotilla
En el interior de uno de los templos
La bicicleta del viaje de 40 kilómetros (ida y vuelta) a Ranneh Falls
N había cascadas porque después del monzón no había suficiente agua, pero así quedaba este tranquilo paisaje que podéis ver en la foto. Durante el monzón, el agua llega hasta arriba del acantilado.
Bosquecillos en el Parque Natural de Ranneh
Los colores son increíbles. Esto, al atardecer.
1 comentario:
Buenísimo lo de la piza con cuchillo y tenedor y lo del vino inglés.
De las oportunidades para las mujeres indias, una vez más, ni casarse con un extranjero tienen la oportunidad. En fin.Besos
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