En los últimos días, dentro y fuera del blog, he recibido peticiones de información sobre el cine bengalí que existe más allá de Satyajit Ray, en su época, y en la actualidad. La figura de Satyajit Ray eclipsa casi a todos los demás directores, especialmente para los observadores extranjeros, que sin duda se ven más atraídos por el estilo más occidentalizado de Ray, que se educó en el cine viendo, principalmente, películas de la época clásica americano y europeo. Entre sus influencias, Ray cita en su libro "Our Films, Their Films" (una colección de ensayos que escribió tratando las películas indias - our films - y las películas no indias - their films-) a Renoir, Vittorio de Sica, Chaplin, Hitchcock, Kurosawa... Quizá por eso nos resulta sencillo entender las convenciones del cine de Ray, y no las Bollywood.
(Una pequeña anécdota hablando de las convenciones de Bollywood. Un día, mi compañera francesa Charline, un amigo indio y yo estábamos viendo una película en la televisión, con Aamir Khan de protagonista. La historia era una cosa así como que Aamir Khan trabaja en la industria del cine, pero es pobre. Se enamora y se casa de una chica que es más rica que él, que quizá tiene la esperanza de que él tenga éxito - en India el éxito significa sólo una cosa: dinero -, pero como no lo consigue, la chica se divorcia y pide la custodia de la niña que tienen en común. Aamir Khan no quiere divorciarse, pero lo que no puede soportar es la idea de perder a la niña, y toda la película va sobre su lucha dentro y fuera de los tribunales para obtener la custodia. En un momento de la película, hay una canción: Aamir canta y se ven imágenes de él con su ex mujer y con la niña. Y Charline pregunta: "pero, ¿qué ha pasado? ¿Ya se han reconciliado y están juntos? ¿Para qué tanto lío hasta ahora entonces?". Mi amigo y yo nos miramos y nos reímos: "¡Es un sueño! ¡Aamir Khan está soñando con cómo le gustaría que fueran las cosas!". Esto era algo que Charline no podía comprender fácilmente, que en las canciones lo que se muestra no es sólo una condensación temporal o un acto de seducción (como es muchas veces), sino que también los sueños de los protagonistas se expresan simplemente, con una canción, sin transiciones ni cambios en el estilo de la imagen, y no con confusas distorsiones de imágenes que nos indican que entramos en el mundo del sueño, como en el cine occidental. ¿Cómo se aprenden estas cosas? Viendo muchas películas de Bollywood. Pero al principio cuesta, claro, porque no entendemos por qué tanta cancioncilla. La primera película de Bollywood que vi me dio vergüenza ajena, de tanto baile absurdo. Absurdo me parecía a mí entonces, claro. Hoy en día, esa peli es una de mis favoritas de Bollywood, aunque no sea más que porque la he visto demasiadas veces.)
Pero más allá de Bollywood, y más allá de Satyajit Ray, tenemos un cine bengalí con sus peculiaridades. No soy ninguna experta, hay muchísimas películas que todavía no he visto, pero no puedo evitar sacar algunas conclusiones de las películas que he visto. Y me parece que el cine bengalí - exceptuando el cine comercial y alimenticio, que es un copy paste de Bollywood pero en bangla en vez de hindi - tiende a contar historias de corte realista. Es decir, que la inspiración para los creadores de películas aquí no es tanto la fantasía y el sueño de "cómo les gustaría que fueran las cosas", que es Bollywood, sino la vida diaria de la gente, ya sea en el pueblo o en la ciudad. Con lo que salen a veces historias muy duras, pero claro, también depende de quién y cómo las cuenten.
Más allá de Ray, aunque contemporáneos suyos, me gustan muchísimo Mrinal Sen y Ritwick Ghotok. Empezaré por este último, aunque sólo sea porque tiene menos películas de las que hablar, y va a llevarme menos tiempo.
Ghotok (1925-1976), nació en lo que hoy es Bangladesh, pero fue afortunado, ya que su padre decidió trasladar a toda la familia justo antes de la partición del estado en dos, evitando la oleada de refugiados, el pillaje salvaje y el genocidio. Ghotok se dedicó al teatro, escribiendo obras, además de al cine, aunque creo que es más conocido por sus películas (porque nunca nadie me ha hablado de la obras de teatro de Ritwick Ghotok, lo he encontrado yo por internet). Sin embargo, sólo tiene ocho películas en su hacer, pero también fue actor, hizo algunos cortos y documentales, escribió guiones además del teatro que ya he mencionado, y se dejó cosas sin terminar al morir. Vivió y murió mal: estaba continuamente arruinado y se gastaba todo el dinero en sus proyectos artísticos y en alcohol. Su adicción al acohol derivó en diversos problemas de salud que le llevaron al hospital, incluso a un hospital mental una vez, y finalmente, a la muerte.
De sus películas, he visto dos, Ajantrik y Meghe Dhaka Tara, y puedo decir que son dos de esas películas que hay que ver antes de morir. Ajantrik es quizá una de las primeras películas indias de "ciencia ficción", en la que el protagonista es un viejo coche, propiedad de un taxista, que se desvive por él. Muchos años antes de ese clásico del cine de terror, Christine, basado en una novela de Stephen King, Ghotok ya había tratado el tema de un coche con personalidad propia. La película no es una película en sí, más bien parece un ensemble de cuatro cortometrajes con los mismos personajes principales. A pesar de esta forma tan rara, en el que el único punto de conexión es la relación entre el coche y su taxista, y la dureza del campo rural en el que sobreviven trasladando a otros personajes de un lado a otro, esclavos del trabajo y del dinero, en el que el taxista intenta establecer una relación humana en un mundo tan inhumano que lo más humano a su alrededor es su taxi.
Meghe Dhaka Tara es otro tipo de película. Es una película con una línea argumental y una historia clara, que sigue un orden cronológico, no un puzzle como la anterior. En esta película, una familia que ha huido de Bengala Oriental tras la partición, vive en la miseria de un campo de refugiados (lo que ahora son los suburbios de Calcuta). Antes eran ricos y son educados (el padre es profesor, el primogénito sabe música y la hija mayor ha ido a la universidad), pero al huir de la violencia de la guerra han perdido todas sus posesiones y su dinero. Sobreviven gracias a las clases particulares que dan el padre y la hija mayor, Nita. El primogénito, que, según la tradición, debería ser quien acarrease la responsabilidad de traer el pan a la familia ahora que su padre es muy mayor, sólo ansía ser músico y no está dispuesto a sacrificar su sueño por la familia: antes, sacrifica a su propia hermana, quien, cuando el padre sufre un accidente que le impide caminar e ir a las casas a dar sus clases, se convierte en la única proveedora de la familia. La madre, una típica ama de casa autoritaria y tradicional, que sólo quiere ver a su hijo en una oficina y a sus hijas casadas ya, es un demonio de mujer, que esclaviza a Nita y recoge todo el dinero que ella trae a casa, aunque andan a deber en todas las tiendas del barrio. La hermana pequeña es una niña mimada, egoísta y cruel, a la que no le importan en absoluto los sentimientos de nadie.
Nita tiene un novio, un joven soñador y poeta, que quiere casarse con ella. Pero Nita, consciente de su responsabilidad en la familia (si ella se va a la familia de él, como es la tradición después de casarse, ¿cómo va a comer su propia familia, cuando ella es la única que trabaja?), le pide que espere a que su hermano, que ha huido con el poco dinero que Nita guardaba, vuelva convertido en un famoso músico que pueda ganar lo suficiente para que sus padres y su hermana pequeña no pasen hambre. Nita incluso empieza a trabajar en una oficina en el centro de Calcuta, un trabajo aburrido y repetitivo, pero que le da más dinero que las clases particulares. Sin embargo, Nita no ha contado con que su hermana se ha encaprichado con su novio, y éste, incapaz de esperar a Nita, es fácilmente seducido. En realidad, no es ni seducido, porque no le cuesta nada cambiar a una hermana por la otra. El encanto físico de la hermana pequeña, a la que le gusta usar joyas y maquillaje, cosa que Nita no usa, es suficiente para él, a pesar de que no pueda mantener una conversación con ella, como sí hacía con Nita. Esto destroza a Nita, pero lo peor para el espectador, es saber de la complicidad de la madre en todo el asunto, aunque ella sabe muy bien que el chico y Nita tienen una relación. Pero, asustada ante la posibilidad de perder a la única persona que trae dinero a casa, confabula y prepara todo el matrimonio de su hija pequeña sin pararse a pensar en los sentimientos de su hija mayor.
El egoísmo, la crueldad de los personajes y del entorno de Nita, es desgarrador. No es una película feliz. Y el final, no cómo termina la historia de Nita, sino que me refiero a las últimas imágenes, que nos dejan adivinar que esta historia no es única ni excepcional, es impactante.
Que hay que verlas, por si no os había quedado claro ya.