En el periódico británico The Independent, un columnista, Owen Jones, escribió este artículo (Sexual violence is not a cultural phenomenon in India - it is endemic everywhere), tan solo un día después de la muerte de Amant, Damini, o como se haya llamado a la estudiante de Nueva Delhi a la que violaron en un autobús.
Su artículo es muy interesante porque nos acerca a nuestra realidad: que esto pasa aquí en nuestras calles también. Hablar de violaciones en un país como India, que muchos consideran que no está al nivel de los países desarrollados (a pesar de estar en el G20, como ya hablé en una entrada anterior, y por ejemplo España no está), es muy fácil: es otro país, muy muy lejano, jugamos a desplazar los problemas afuera y parece que aquí, en nuestro entorno, todo está bien. Nada más lejos de la realidad. Así que para devolvernos a la realidad, he traducido su artículo, que podeís encontrar en el inglés original en el enlace de arriba. No espero que os "guste", pero espero que os haga pensar un poquito.
No sabemos el nombre de la estudiante de 23 años que ha sido violada y asesinada en un autobús de Nueva Delhi.
Pero sabemos que, después de subirse en un autobús privado para volver a casa después de ver una película en el cine con un amigo, fue torturada con tanta crueldad que perdió sus intestinos. Seis personas – incluido el conductor – han sido arrestadas; se les ha puesto la etiqueta de “animales” en todos los medios de comunicación. Es siempre reconfortante pensar – a pesar de todo lo que el siglo XX nos ha enseñado – que aquellos que cometen actos horrendos son sub-humanos, que no son realmente como nosotros, de manera que podemos crear una distancia emocional que nos aleja de ellos. Pero fueron seres humanos que piensan, que sienten, que viven, quienes cometieron esta violación, por nauseabunda que sea aceptarlo.
La muerte de la mujer a la se conoce como “Damini” - “rayo”, en hindi – ha sacado a miles de personas a las calles en India, furiosos ante la violencia endémica e impune contra las mujeres. Pero, en Occidente, la muerte de Damini ha provocado una respuesta diferente: se percibe que este problema es un problema específico de India. “El crimen ha subrayado la abundancia de ataques sexuales en India, “ dice el Daily Telegraph; “India intenta moverse más allá de su cultura de violaciones”, dice Reuters. De nuevo, es reconfortante pensar que este problema es el problema de otros, un escándalo específico que aflige a una nación que se considera “no desarrollada”. Es erróneo y peligroso creer esto.
Las violaciones y la violencia sexual contra las mujeres son endémicas en todas partes. ¿Impresionado por lo que ha sucedido en India? Mira un momento a Francia, ese bastión de la civilización europea. En 1999, dos chicas entonces adolescentes – que se conocieron en los medios como Nina y Stephanie – fueron violadas casi cada día durante 6 meses. Hombres jóvenes hacían cola para violarlas, esperando pacientemente su turno mientras sus amigos terminaban el suyo, prisioneras en un sótano. Después de un juicio de tres semanas este año, 10 de los 14 acusados abandonaron la sala en libertad; los otros cuatro fueron condenados con sentencias leves de un año como máximo.
¿Impactado? Ahora no nos dejemos a nosotros mismos, británicos, ponernos orgullosos, puesto que Amnistía Internacional ha conducido una encuesta en Reino Unido hace unos pocos años. Sólo cuatro por ciento de los ciudadanos residentes pensaba que el número de mujeres violadas cada año en Reino Unido superaba las 10.000. Pero según el Plan de Acción del Gobierno sobre la Violencia contra Mujeres y Niñas, 80.000 mujeres son violadas cada año, y unas 400.000 mujeres son atacadas sexualmente. Esta es la pandémica violencia contra las mujeres, y teniendo en cuenta su escala, no la hablamos de ella lo suficiente.
Toda violación es violencia por definición, pero algunos hechos especialmente horrendos ocurren también. Exactamente hace un año, una mujer fue violada por Mustafa Yussuf, de 21 años, en el centro de Manchester; un poco después un hombre que pasaba por allí – quien, pensó la víctima, iba a ayudarla – la volvió a violar allí en el suelo. O por ejemplo, el caso de Marie Reid, una mujer de 63 años, que fue violada y brutalmente asesinada a principios de este año por un chico de 18 años al que ella trataba como su “nieto”.
Es importante aclarar que la mayoría de los violadores – en India o en cualquier otro lugar – no son gente desconocida que está esperando en callejones oscuros el momento de asaltar a las mujeres. Normalmente son gente que la víctima conoce; a menudo, alguien en quien confían. Este es un hecho que la ley tardó mucho tiempo en reconocer; es por eso que en muchos países todavía es legal violar a tu esposa.
Otros mitos son todavía más inquietantes. Una encuesta de Amnistía ha concluido que la tercera parte de los Británicos pensaban que una mujer que coqueteaba era parcial o totalmente culpable de ser violada, mientras que un cuarto de los encuestados consideraban que una mujer que vestía ropa reveladora o que estaba borracha era en parte responsable de la violación. Este “culpar a la víctima” fue recogido por un juez en el juzgado de Caernarfon Crown hace unas semanas, quien dijo al violador: “Ella cayó muy bajo. Bebió demasiado alcohol y tomó drogas, pero también tuvo la gran desgracia de encontrarte.” En un cartel en la comisaría de policía de Thames Valley que conciencia contra el consumo de alcohol de menores, aparece la imagen de una mujer joven siendo atacada con el subtítulo: “Su madre le compró la sidra.”
Si vamos a acabar con las violaciones, tenemos que entender de dónde viene – y lo que significa asociarlo a un continuum de violencia contra las mujeres. Según las estimaciones del gobierno, un millón de mujeres en Inglaterra y Gales son víctimas de violencia doméstica cada año.
Esos puñetazos, tortazos, patadas y gritos de odio están pasando a nuestro alrededor – si, sin duda en nuestras propias calles. Un cuarto de las mujeres sufrirán estos abusos en algún momento de sus vidas y – para nuestro horror – dos mujeres serán asesinadas por su actual o anterior pareja masculina cada semana.
No es solmanete la agresión abierta. Es el acoso sexual y el convertir a la mujer en un objeto lo que abona el campo para esta violencia. En una encuesta realizada este año por la asociación Por el Fin de la Violencia contra las Mujeres (End Violence Against Women), el 41 por ciento de las mujeres de entre 18 y 34 años han experimentado lo que es llamar la atención sexual de los hombres de manera no intencionada. Algunos hombres podrán considerar que unos “chistes” sobre violaciones son inocuos, pero todo ello ayuda a normalizar la violencia contra las mujeres.
Como país, todavía no tomamos seriamente a las supervivientes de una violación. En un estudio del 2009, se reveló que Gran Bretaña tiene la tasa más baja de condenas a violadores de entre 33 países europeos: un chocante y patético 6,5 por ciento. Las supervivientes a menudo tienen que luchar contra un inapropiado sentimiento de vergüenza, de habérselo causado a ellas mismas de alguna manera, de miedo; un profundo y extenso sentido de culpar a las víctimas que las disuade de levantarse y enfrentarse a su atacante. Si algún bien sale de los horrores del escándalo de Jimmy Savile, debe ser que esas voces serán tomadas mucho más en serio.
Pero aunque las voces de las mujeres deban ser oídas por encima de todo lo demás, los hombres también deben alzar sus voces. Es muy importante que mostremos solidaridad con las mujeres, que nos eduquemos los unos a los otros y que desafiemos los prejuicios. En Estados Unidos y en Australia, hay muchos movimientos de hombres en contra de la violencia sexual, como “Los Hombres Pueden Parar las Violaciones” (Men Can Stop Rape). Pero hay dos campañas similares en Gran Bretaña, como La Campaña del Lazo Blanco (White Ribbon Campaign) y Respero (Respect): jugarán un papel muy importante.
No hay nada inevitable acerca de la violencia contra las mujeres ni aquí ni en ninguna parte. La lucha de mujeres valientes y de sus aliados ya ha tenido un impacto. Pero lo peor que podemos hacer es permitir que nuestro horror ante lo que ha ocurrido en Nueva Delhi nos haga sentirnos bien. Dejemos que la muerte de Damini inspire a todos – en todas partes – para acabar con este horror de una vez por todas.
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