lunes, enero 28, 2013

En un pueblo adivasi (tribal)

A veces soy redundante como una noria, pero es que no puedo dejar de señalar las pequeñas y grandes excepciones de este país, que rechaza todas las generalizaciones. Además de una cultura mainstream, dominante, "india", centralizada, también hay muchas otras, más o menos reconocidas. Las menos reconocidas son las culturas de las tribus adivasis, como los Santali, que pertenecen, podemos decir, a una etnia diferente.

En uno de estos pueblos de santalis he estado seis días, ayudando en un pequeño taller de fotografía diseñado por Trimukhi Platform, cuyo objetivo es el surgimiento del arte en lugares como este, donde lo último en que uno pensaría es en encontrar "arte", una manera distinta y original de interpretar lo que se puede hacer como "trabajo social". Un fotógrafo mexicano, un traductor y yo fuimos a Borotalpada, un pueblo santali a dos horas y media de Kharagpur, al sur de Bengala Occidental, en la frontera con Orissa. Nos alojamos en la casa de una de las familias del pueblo, que amablemente nos cedió una habitación y su hospitalidad. Otra familia cocinaba para nosotros, e íbamos todos los días allá a desayunar y comer, mientras que la cena nos la traían a la habitación. Casi un hotel de cinco estrellas.

El taller duró cuatro días, y tuvo los típicos inconvenientes: la gente llega tarde, la asistencia es irregular, la atención de los participantes también es irregular...Igualito que en la universidad. Pero a pesar de todo, los 9 chicos, hombres y mujeres que participaron se lo pasaron muy bien sacando fotos, y mejoraron mucho en apenas cuatro días. Algunos tenían mucha iniciativa y deseos de sacar fotos, y daba gusto verlos participar. 

El taller lo hacíamos por la mañana, durante unas 3 horas, y después íbamos a pasear hasta el pueblo cercano de Baligeria, para comprar alguna cosilla que hiciera falta, como agua, comida, chilis, o rosi, una cerveza local hecha de arroz con un toque de sabor a sidra y un color blanquecino como la leche. Por el camino, la tierra rojiza, el aire seco y frío, y los lagos y cielos azules y los árboles tan verdes, hacían unos contrastes fantástico en el paisaje. Durante la noche, con luna llena, se veía todo perfectamente sin necesidad de linternas, y el frío era terrible, pero refrescante. Sobre todo por las mañanas muy temprano, cuando salíamos al campo para ir al baño antes de desayunar.

Para ilustrarlo:

El mercado semanal de Baligeria



Me encantan las bicicletas

De camino al pueblo al atardecer, un lago lleno de lotos

La ventana de mi habitación

El pueblo está lleno de niños y niñas

Todos a su vez llenos de curiosidad



La fuente y la ducha


Desayuno in the making


Cositas del día a día: un banquito para sentarse al cocinar, y un jarroncito para coger agua.


La cocina, al aire libre.


La única casa con televisión. Y con miles de canales.


La niña Pini y su bicicleta

Más fotos aquí.

1 comentario:

Ricardo dijo...

Preciosas las fotos de tu visita a ese pueblo. La de la fuente donde os lavabais me recordaba cuando era pequeño. De niños íbamos al pueblo de mi madre y allí para lavarse había que ir a la fuente que estaba fuera del caserío donde también bebían las vacas. El agua venía de un manantial de la montaña y estaba fría.
!Curioso lo de hacer el taller de fotografía en ese pueblo!

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