Shilaidaha
Sábado, 30 de Junio de 1894
Pienso que quizá lo mejor sea lidiar con todos los problemas de una sola vez. Con el tiempo, la soledad cristaliza, y entonces a uno no le apetece romperla nunca - porque una vez que la rompes, aunque sólo sea por un sólo día, volver a unir sus piezas resulta algo muy complicado. Por otro lado, es en los primeros días, en que la mente no puede acomodarse en su nuevo solitario nido, cuando uno puede soportar la compañía de sus amigos. Pero ahora que ya he llenado todo mi tiempo libre con mi imaginación - si alguna persona irrumpiera ahora en mi espacio, tendríamos un problema. La imaginación es tan temerosa como un ciervo; al principio cuesta domesticarla hasta adueñarse de ella, y si otras personas entran en los campos donde corre a sus anchas no la volverás a ver hasta pasado un tiempo. Es por eso que, cuando estoy en este reino despoblado en el que mi mente ocupa mucho más espacio que mi cuerpo, prefiero tener la compañía de gente que sea para mí más querida que mi propia imaginación, o gente a la que no tenga ninguna obligación de prestar atención. Lo díficil es cuando se trata de una persona que está en el medio de ambas categorías. Este pequeño pedazo de soledad es para mi mente su taller, con toda su maquinaria invisible y los trabajos terminados y sin terminar esparcidos por el suelo - cuando un amigo llega, él no es capaz de verlos, y no se sabe dónde puede pisar; se sienta despreocupado, inconsciente, y empieza alegremente a comentar las últimas noticias de actualidad, rompiendo uno por uno los tenues hilos que había tejido tan cuidadosamente en el telar de mi tiempo libre - cuando lo acompaño a la estación y vuelvo solo a casa, a mi taller, puedo comprobar cuánto he perdido. ¡Cómo puede la gente darse cuenta de que estoy ocupado en componer mi vida! Cuando convivimos con otra persona, cada uno compone a la otra persona - guardamos el espacio suficiente para cada uno, de hecho, guardamos tanto espacio para el otro que casi no queda espacio para nosotros mismos. Pero cuando estoy completamente solo - mi "yo" completo no deja ningún margen para nadie más, sino que se expande y se despliega en sus propias composiciones, disponiendo aquí y allá unas cosas finas y hermosas, sin miedo - esas cosas se convierten, en los momentos en que alguien aparece, en grandes problemas... Hay muchos tipos de conversaciones, muchos tipos de trabajos y muchas clases de discusiones que son insignificantes para otros y muy normales en público - pero muy dañinas para mi vida en soledad. Esto sucede porque cuando estamos solos las partes dispersas, secretas y profundas de nosotros mismos se unen y despiertan - es un poco como ser nosotros mismos, tan extraños y salvajes - en esas circunstancias, el "yo" deja de ser adecuado para la convivencia en sociedad, y su naturaleza adquiere cierta unidad, de manera que cualquier cosa que la rompa nos duele profundamente...
Lo mejor del mundo natural es que no se opone a ti; ya que carece de mente propia, no le importa que la tuya ocupe todo el espacio disponible - como un compañero que realmente me acompaña, ocupa un espacio inmenso pero no me quita ni un centímetro de mi propio espacio - no parlotea como un tonto ni discute como un intelectual; duerme en el regazo del cielo como mi pequeña Meera, que es dulce cuando está tranquila y es dulce incluso cuando mueve sus bracitos y piececitos y aúlla a mi alrededor - sobre todo cuando está cuidada, se la baña, se le da de comer y se la viste sin que nada de ello dependa directamente de mí - entonces ese grande, sano y hermoso niño sin lenguaje ni mente es perfecto para mi soledad. Los hombres de palabras, de intelecto y experiencia son agradables sólo en sociedad. Uno no debería expresar pensamientos tan antisociales como estos, pero si estás receptiva a la emoción con la que los digo, entonces quizá no parezcan tan reprochables.