Mi ciudad hace amago de celebrar una feria del libro cada año, en verano. Quizá por el calor, se ha ido derritiendo a lo largo de los años, limitándose ahora a una exigua línea de casetas blancas, cada una de ellas copia casi idéntica de la anterior. Como la feria la sitúan en el parque de la Alameda, la mayoría de los visitantes son familias jóvenes con niños pequeños, jubilados y algún adulto con perro, a los que la feria sorprende cuando van de paseo al parque. La mayoría acaba sentándose en las terrazas de las cafeterías de la acera de enfrente, desde donde pueden disfrutar de la vista de las casetas blancas, cómodamente, a lo lejos.
Nada que ver con la Feria del Libro de Calcuta.
Aquí, la literatura es más poderosa que la religión. Los únicos dos asuntos que pueden igualársele son los debates sobre los dos equipos de fútbol de la ciudad, y qué cantante interpreta mejor las canciones de Rabindranath Tagore. Y si bien en Bengala tienen su semana religiosa, Durga Puja, que es la fiesta que inicia el período de fiestas, también tienen sus semana literaria, la Feria del Libro, que es precisamente la que lo clausura. Las dos atraen a gente de todo el estado, incluso a bengalíes emigrantes, que acuden a la ciudad con idéntico fervor, a celebrar, quizá, también la misma cosa: la alegría de vivir.
Porque la feria del libro, aquí, no es una mera exposición de bestseller que nadie compra, una excusa para pasear una tarde por algún lugar distinto del habitual, ni una sorpresa repentina que acaece sobre los paseantes que no se miran la sección de la agenda del día del periódico. La Feria del Libro causa expectación e ilusión, los bengalíes tachan los días en sus calendarios, desde el principio de enero, hasta que se anuncian los días exactos de su duración: entonces todo es planear qué día(s) se irá(n), qué casetas se visitarán, a quién se verá allí, averiguar qué país es el país invitado, qué libros se podrían comprar y hasta si venderán algún libro suyo.
Pero no todo son libros en la Feria del Libro. Una de las secciones más importantes, de las que lleva más ventas, es la carpa de las "little magazines", las pequeñas revistas en las que los escritores y pintores menos conocidos publican, la mayoría de las veces por puro amor al arte. Las pequeñas revistas es donde late la creatividad y la pasión de los bengalíes por la literatura, y la pintura: no sólo en la portada, sino en las páginas interiores, raro es una revista sin dibujos, fotografías o diseños de alguna clase.
La carpa de las pequeñas revistas es uno de los lugares más concurridos de la Feria
Cada centímetro de las largas mesas está cubierto por números y números de miles de revistas distintas
Todas las revistas comparten las mesas, anunciándose con grandes carteles que indican a los lectores dónde encontrar la revista que buscan
Ejemplo de pequeñas revistas y libros que he ido acumulando estos años (estas son las de Diciembre-Enero)
Uttorkal, una pequeña revista editada por mi amigo Jeet Mukhopadhyay, que ganó un premio a la mejor pequeña revista en la Feria de Pequeñas Revistas que hubo el pasado enero. Hay pequeñas revistas en la Feria del Libro, pero no hay libros en la Feria de Pequeñas Revistas. Un número vale 15 rupias. Imprimir 300 números cuesta más que las 2500 rupias que ganan con su venta.
Cada año la Feria del Libro está dedicada a un país, para el que construyen una carpa más grande con lugar para hacer exposiciones culturales generales sobre el país y exhibir libros para leer allí mismo, sobre el que hay actividades culturales cada día, visitas de autores de dicho país, y espectáculos de música y danza. Este año, el país invitado fue Perú, y se rumorea que el próximo será Bolivia.
Además, hay encuentros literarios con autores nacionales e internacionales (este año fue, entre los internacionales, por ejemplo, nada más y nada menos que Lorenzo Silva - yo leí apasionadamente su El alquimista impaciente - y entre los nacionales, Amit Chaudhuri), conciertos (por ejemplo, hubo un concierto en honor a Peter Seeger, fallecido hace unos días) presentaciones de revistas y lanzamientos de libros (por ejemplo, dos de mis amigos, Himalaya Jana y Sanghamitra Halder, lanzaron sus últimos poemarios)
Antes de olvidar, de Himalaya Jana
i larga, de Sanghamitra Halder
En total, 570 casetas de diferentes editoriales y países. Según la Wikipedia, unos dos millones de personas visitan la feria cada año. Si lo comparamos con la asistencia a mítines políticos en la historia más reciente de Calcuta, incluso en este año que es año de elecciones al gobierno central, gana la Feria del Libro. Afortunadamente. Y, no llevada por el fervor, sino por la desconfianza hacia los medios de contabilización de personas, sinceramente creo que más de dos millones de personas la visitan cada año. En la entrada hay unos detectores de metales y guardias de seguridad que dejan pasar a todo el mundo, sin prestar atención a las oleadas de gente que se agolpan para pasar por los estrechos detectores, que no dejan de pitar, sin que por ello se inmuten en absoluto. No creo que sean ellos los que cuentan. Y si cuentan por ventas, tampoco es fiable, porque mientras para los que viven en Calcuta, se convierte en un lugar de reunión y disfrute, seguramente esperen a encontrar el libro en College Street, donde les harán un mayor descuento; quienes más compran son los de fuera de Calcuta, para quienes la feria supone la oportunidad de comprar libros que en sus respectivas ciudades o pueblos sería imposible encontrar.
Yo compré algunos libros, y me quedé con ganas de otros, que quizá busque, como los auténticos "calcutenses", en College Street. Pero no quise quedarme con las manos vacías: en una tienda de libros de segunda mano compré una Historia de India en bengalí para niños con introducción por Indira Gandhi y unas ilustraciones preciosas, de esas ediciones que tanto me fascinan, y un libro sobre la vida y obra de Bankim Chandra, el primer gran novelista bengalí, del siglo XIX, que os sonará si habéis seguido mi recomendación y habéis visto Charulata. Y de primera mano, un cómic bengalí (aunque en inglés), Devi Chaudhurani, una versión gráfica de una novela del propio Bakim Chandra, sobre una mujer que se convirtió en una, digamos, reina de los bandoleros en la Bengala rural.
Pero me quedé con ganas de esto:
Sí, Luis Buñuel
Y, sí, ¡¡Castelao!! ¡Sus viñetas traducidas al inglés y al bengalí!
Y el Ramayana en versión cómic y con un terrorífico estilo gráfico por un dibujante argentino, Quique Alcatena