Calcuta: Dos años en la ciudad. Este podría ser el título de un libro que hubiera escrito yo, pero no, lo ha escrito Amit Chaudhuri, un novelista bengalí criado en Bombay y afincado a caballo entre Reino Unido y Calcuta. Mi libro se titulará: "Calcuta: Tres años en la ciudad", supongo.
Es un libro interesante, ni una novela ni un ensayo ni un diario ni un nada en particular. Parece como si Chaudhuri hubiera empezado a rellenar páginas con sus pensamientos sobre Calcuta, sobre Bombay, sobre una calle, unas pinturas, un personaje, unas ventanas... El hilo conductor es el propio Amit Chaudhuri, que habla de sí mismo sin orden ni concierto en un libro que no es autobiográfico, sino, diría yo, ombliguista. Aunque no he llegado todavía a leer 100 páginas de las casi 300 que tiene el libro, la tendencia está muy marcada.
Pero a pesar de ello, es un libro interesante. Si lo hubiera escrito una mente europea, habría sido un ensayo, enfocado a una idea, un concepto, que se desarrollaría en cada capítulo de manera coherente y lineal, iluminando diferentes perspectivas. Sin embargo, al leer este libro he tenido la misma sensación que tengo cuando hablo con mis amigos indios, que es que su mente va saltando de aquí para allá sin una dirección, coherencia o lógica que yo pueda entender: quizá haya alguna, pero a mí se me escapa por completo. En algunas personas este "caos" está más marcado que en otras, pero en general, ninguno se libra de este pensamiento laberíntico y expresión en collage, que hace que las historias que cuentan parezcan cuadros de Picasso. Lo cual, pues, como decía, no deja de ser interesante.
Interesante, pero confuso. A pesar de mis dos años en la ciudad, de mis dos años de práctica, sigo luchando por comprender cómo funciona su proceso mental, y sigo frustrándome al no comprenderlo.
El libro tiene algunos pasajes fascinantes, pura muestra de esto que digo, pero traducirlos y copiarlos aquí sería, quizá, demasiado largo. El autor, además, intenta de alguna manera estructurar estos saltos marcando, dentro de cada capítulo, divisiones, con espaciados simples o dobles entre párrafos, o incluso asteriscos, como queriendo avisar al lector de las rupturas de su discurso. Se agradece el intento, aunque sigue sin ser satisfactorio, seguramente, para el lector europeo que, como yo, está acostumbrado al orden y la linealidad hacia un objetivo.
Pero como algunos pasajes son realmente fascinantes, sigo leyendo, intentando echar algo de luz sobre toda esta desestructura. Uno de los párrafos más interesantes que he leído habla de Calcuta y la poesía, y dice así:
"Al igual que ciertos géneros literarios o estilos de escrituras, también ciertas ciudades se vuelven obsoletas en momentos específicos de la historia: se vuelven imposibles de habitar o usar; y sin que nos demos cuenta, se vuelven inaccesibles. Sólo hay que mirar a la situación de la poesía en el mundo globalizado; su casi extinción. Escribir un poema hoy en día nos hace sentir casi como si estuviéramos imitando una época antigua de la historia. Vivir en Calcuta, sortear el laberinto de sus callejuelas y callejones, nos hace sentir casi exactamente lo mismo. Cuando escribí mi tercera novela, Canción de LIbertad, podía todavía tocar la magia de sus barrios, allá por la mitad de los años 90; pero después de eso, sentía que ya no podía hacerlo - como un adolescente que crece y deja atrás una "fase" de escribir poemas, o como un escritor se siente obligado a desestimar un estilo suave y fluido, evocador, por otro más práctico e intransigente."
Me pregunto qué pensaran de esto los poetas que conozco en Calcuta. Es gracioso, porque uno de ellos (bueno, quizá sea amigo de ellos, no sé si él escribe o no), está haciendo una tesis sobre este mismo autor, Amit Chaudhuri, y estuvimos comentando un día un pasaje de este libro, que habla sobre las ventanas de Calcuta (que quizá traduzca y cuelgue otro día), pero no este pasaje. Cuando tuvimos ese debate, yo todavía no había pasado de la anécdota de las ventanas; si lo hubiera hecho, le habría preguntado por este párrafo que acabo de copiar. ¿Tiene razón el escritor, al decir que escribir poemas y vivir en Calcuta es como viajar en una máquina del tiempo hacia una era anticuada, pasada? ¿Lo dice con un tono positivo o negativo? En el libro, Chaudhuri es bastante ambiguo acerca de la globalización: a veces la aplaude, otras habla con nostalgia de la India pre-globalizada. Y ellos, estos poetas bengalíes que viven en Calcuta, ¿viven aún más atrás en el tiempo por hacer precisamente estas dos cosas a la vez, vivir en Calcuta y escribir poesía? ¿Está la poesía realmente anticuada en Calcuta? Aquí hay la mayor densidad de poetas por metro cuadrado que - estoy segurísima - existe en ninguna ciudad del mundo. Todos, todos mis conocidos y amigos, incluso los que no se consideran poetas, escriben poesía. ¿Será que Calcuta anima a esto?
Yo creo que de algún modo, sí. No por lo anticuado de la ciudad (que sí, está vieja, ruinosa, y es ciertamente tradicional), sino porque hay ciertos elementos o características del lugar que, sin animar, incitan a escribir. Para escribir poesía uno necesita calma, tiempo, y pensar. Pararse, reflexionar, sentir, tener tiempo de escribir. Y el tiempo no falta en Calcuta; hay esperas interminables, en salas de la FRRO, en salas de espera de hospitales, en puestos de té a que lleguen tus amigos o a que deje de llover, en paradas de autobús o de metro. Tiempo de pararte, observar, sentir tu entorno, dejarte impactar por él, pensar. Aquí todo puede esperar, con lo cual, el tiempo se dilata. En un mundo en el que prima la inmediatez y el resultado, no puede existir la poesía, sólo el bestseller.
Una nota más: la poesía moderna bengalí, que he intentado con todos mis esfuerzos leer, es tremendamente complicada en su sintaxis, en comparación con la prosa, o incluso con Tagore, que también es difícil pero, no obstante, he podido traducir algunas canciones. Pregunté el porqué de esta complicación a tres poetas. El primero me dijo que la vida era muy complicada, que las cosas estaban cambiando mucho y habían surgido nuevas complejidades que antes no existían, y que él creía que él mismo y sus compañeros poetas reflejaban su sentimiento hacia esta nueva y compleja realidad, complicando sus versos y sus lenguajes. El segundo poeta me dijo que él escribía de manera muy sencilla, pero que yo no me daba cuenta porque no sabía bengalí lo suficiente, y que la respuesta del primer poeta era una tontería. Al tercero no le pregunté realmente, pero un día me dijo algo que muy bien podría responder a esta pregunta, y fue que "las callejuelas laberínticas de Calcuta han dado forma a mis pensamientos". Y quizá a su estilo y a su sintaxis.
Sea cual sea la respuesta, Calcuta y la poesía están inextricablemente unidas.
1 comentario:
Yo creo que para entender la poesía hay que conocer la idiosincrasia del poeta. De todas formas la poesía es de por sí un género complicado para el simple lector, que al final termina por leer en dosis pequeñas para poder digerirla.
Besos
Publicar un comentario